Para Suguru y compañía, los sábados eran los días más ajetreados en la obra. En parte se trataba de trabajo forzado, la gran mayoría de carga, muy aparte de las once horas que duraba el turno del resto de la semana donde todo estaba más calmado.
Eran los llamados turnos de sabadazo, en dónde la paga iniciaba al mediodía y terminaba casi a las cinco.
—Ujules, ¿Y esa cara Yu?
Cinco. Cinco mendigas horas esperando bajo el sol a qué se repartiera la feria que en realidad era una miseria.
Pero... De algo a nada...
Ya Sukuna le había mencionado, –o más bien regañado–, de lo estúpido que era malgastar el dinero cuando recién lo entregaban.
Un ejemplo claro de ello era Yuuji: siempre se emocionaba por el pago desde los viernes por la tarde, haciendo una lista boba de lo que compraría, en lo que Suguru solo asentía resignado de cara a los ciento cuarenta pesos depositados en un sobre amarillento entregado por el supervisor y contador: Kento Nanami.Así era, eso valía su trabajo.
Pero a todo esto, ¿Quién carajos era Kento Nanami?
Lo que había escuchado de él en las cenas con los muchachos, —cenas de chisme— era que posiblemente venía del gabacho. Bueno, ya bastaba con pensar de cuando acá se ve a un "güero de ojos verdes" en el país. Dejando de lado el albinismo de Satoru y los ojos rojizos de Sukuna.
Yuuji por otro lado decía que le caía bien, que porque siempre le daba consejos amorosos o lo acompañaba en sus berrinches, –aparte de consentirle a Gojo sus "préstamos" al pelirosa– pero fuera de eso, según él, era un buen hombre.
A Suguru más bien le parecía un tipo serio, de esos que son muy reservados y saben mucho; demasiado distantes de su día a día como para andar enredándose en "amoríos de domésticas".
—¿Estás visco o qué? ¡Va a ver al viejo sabroso de Kento darnos la paga~!—Exclamó Yuuji sin un gramo de vergüenza codeando al chico:—¿No es así?
Sukuna, algo cansado por el medio turno suplicó aturdido con un cigarrillo en la boca:
—Ay por favor Yuuji no empieces
En lo que Haibara terminaba de chibearse, puso más atención en la fila dónde ya iban a cumplir tres horas formados. Se extendía alrededor de la obra con los demás chicos enroscados entre las plantas bajas del lugar, junto al estacionamiento, y, algunos de los restantes sentados en las banquetas tibias por el sol.
El día estuvo algo más nublado que de costumbre, quizá por la contaminación, o por el hecho de que la temporada de lluvia estaba cada semana más cerca.
Y no iba a mentir, le daban ñañaras el solo pensar en la lluvia, sobre todo porque en todo el tiempo que estuvo en la ciudad, no había visto caer una sola llovizna.
«¿Será igual que en el campo?»
Al pasar una mirada rápida por el edificio, intentando divisar el cielo, notó a Satoru en el cuarto piso asomándose de un barandal con una camisa de vestir blanca y unos pantalones negros bastante elegantes, sacudiendo su mano con una sonrisa empalagosa. Suguru no hizo más que devolver el saludo –más por educación que por otra cosa– junto a una sonrisa pequeña, más avergonzado de lo habitual, pues Yuuji se había dado cuenta de que veía hacia arriba y por lo tanto, estaba de encimoso.
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| En La Obra | ] SatoSugu [
FanfictionEn dónde Satoru es un arquitecto mamón, y Suguru un obrero que parece tallado por los mismos ángeles. }{ Sip, la imagen de la portada no es mía y los personajes nomás son prestados uwu