Fayuca

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¡Ah! ¡Qué domingo tan bello para cometer nuevas idioteces!


Suguru, inseguro de haber aceptado la ropa perfumada del albino, bastante nervioso por la nueva bulla que le fuera a dedicar el grupito, luego de despedirse de Satoru y bajar los últimos escalones, encontró a Sukuna en la puerta del dormitorio con un trapo viejo atado alrededor de la jeta, con mala cara y bastante ojeroso porque seguramente traía una cruda de aquellas. Yu, quien movía la cabeza al ritmo de alguna de las canciones del Nokia de su "prometido" andaba sentado sobre su catre en lo oscurito del cuarto; al verle, se sacó uno de los audífonos y le hizo una pequeña señal para secretearle algo, aunque le pareció innecesario ya que no veía a Yuuji por ningún lado.

Para cuándo se acercó solo supo preguntarle que qué había pasado, a lo que Yu lo vió con obviedad, para decirle:



—Te iba a preguntar lo mismo, ¿qué pasó con el patrón?


No era por ser imprudente, pero si seguía escuchando esa madre tan fuerte los oídos no le iban a durar para mucho.

—Pues nada, ¿qué querías qu-



—¡¿Ya nos vamos o qué?! –Yuuji llegó inmediatamente, azotando la puerta para anunciarse con una mochila del partido verde en su mano. Según él, listo para ir de "shopping"
—¡En la madre Suguru! Te rayaste con la nueva camis-




Era más que obvio que en realidad no había pasado nada. Pero el simple hecho de no haber regresado al dormitorio la noche anterior y, que para acabarla, volviera con ropa que no era la suya, sí o sí iba a provocar alguna reacción.


—¡Chingada madre Yuuji, no grites! –Reclamó el mayor, intentando prender un cigarrillo al revés, siendo corregido por Yu quien rió ligero.
—Ya esta el Sugus, amonos a la verga de aquí


De camino a la salida de la obra, Yuta se encontraba recostado todo abierto de patas sobre su catre leyendo una revista de título "TV Notas" con muchos cuadritos que decían: "Exponiendo infieles" u otra jalada, fumando un cigarro extraño.
En esas, cuando pasaba de las páginas se les quedó viendo a los chicos. Suguru le regresó la mirada con una mueca de asco por el olor peculiar del cigarrillo junto a los gruñidos de desagrado de Sukuna. Yuuji solo le saludó y Yu sacudió su mano, alegre como siempre, recibiendo un cabeceo de su parte.

Al salir, se dirigieron a una especie de parada de autobuses en dónde había gente de traje, personas viendo cosas brillantes parecidas al cachivache de Haibara, y otros tantos que se les quedaban viendo por lo extraños que se veían. Suguru se incómodo un poco gracias a eso: Sukuna era un sin vergüenza que traía una camisa toda rota, —por Jesucristo, se le veía un pezón—, Yuuji con su sudadera amarilla toda deslavada, y bueno, Yu que la neta si se veía un poquito más decente, con una chaqueta negra medio empolvada.


Geto tampoco tenía muchos problemas porque traía la ropa de Satoru.


«¡Esta te quedará linda! bueno, a alguien como tú le debe quedar lindo todo»





El camino fue cómodo, se sentó al lado de Haibara escuchando parte de la música del ex Nokia de Kento, tarareando parte de la letra diciendo algo así como: "Ella existió, solo en un sueño" y la verdad no le desagradó el sonido.

Se echaron encima casi dos horas de trayecto y se bajaron en la última parada del autobús para subir a un lugar al que Sukuna y compañía llamaba: Metro.

Aunque más que subir fue bajar.



¿Qué podía decirles un pueblerino cómo Suguru Geto sobre el metro de la ciudad? Exacto, que era una mierda total.
Para empezar, ¿a qué clase de imbécil se le ocurrió que era buena idea hacer un transporte bajo tierra con pésima ventilación? Para rematar, se sintió acosado, –más que de costumbre– ya que un grupo de chicas había subido al vagón semi-lleno. Él iba agarrado del tubo en la mera entrada, y las tipas se pusieron a su alrededor, agarrándolo de sus brazos o de su abdomen para no chocar con la demás gente.

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