Extraños en el barandal

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—¡¿Cómo así?! ¿Apoco ya acabamos las plantas altas?



Megumi había salido a las ocho de la noche luego de una junta intensiva de más de cinco horas con los arquitectos e ingenieros de la obra. Todos, incluyéndolo, estaban hasta la madre de las complicaciones que se presentaban día con día. Esa vez, la noticia era más que frustrante: debían acabar el edificio antes de terminar el mes o todo se iría al carajo.




Las razones eran evidentes. Solo para empezar, se retrasaron dos meses en la construcción de muros gracias a la temporada de lluvias y la constante holgazanería de Gojo, misma que los estaba llevando al límite porque no estaba poniendo absolutamente nada de su parte para que el asunto no se les saliera de las manos.

Lo segundo era que venían épocas de elección y cambios en el gobierno que los ponían en una situación alarmante. Eran arquitectos, sí, pero eso no dejaba de lado que las cosas estuvieran algo ilegales.
Lo primero era que, ninguno de los obreros contaba con alguna clase de seguro, y la paga que se les daba ni siquiera era digna. Luego venía la particularidad del terreno donde estaban trabajando: era irregular y por regla general, no se permitían más de quince pisos ni tampoco formas extravagantes.

Cosa que, por supuesto, no solo Gojo estaba ignorando de forma olímpica.



El panorama era relativamente sencillo: Se terminaba la construcción y se saldaba un trato para la protección del estudio y sus agremiados antes de cuatro semanas, o se atenían a caer en investigaciones rudimentarias que los llevarían a la ruina.

¡Por Dios que quería morirse!






Al llegar a los dormitorios para contarle el chismesito al grupito, —y de paso desahogarse— se encontró con que Sukuna era el único que se había quedado en el cuartito compartido fumando un par de cigarrillos. Luego de un rato, el pelirosa le explicó que Yuuji y Yu se habían ido a espiar a Suguru, mismo que se quedó nuevamente con el patrón.

Quién, por cierto, ni siquiera estuvo en la junta y solo dejó una de sus estúpidas notas.




«Hagan embargos a los imbéciles que nos deban y ofrezcan algunos de esos terrenos al gobierno para saldar el trato, lo demás ya se lo saben ;)

Gojo »




Después de un momento extraño, y de pasar por unos tacos a dónde estaban los demás chicos, ambos decidieron subir escaleras arriba de la obra, aproximadamente seis o siete pisos para platicar más a gusto y no tener que lidiar con el ruido de los que estaban en medio de la fogata nocturna, cenando como cada noche desde hace ya bastantes meses.


En cuanto llegaron de comprarse unos refrescos —cortesía del mayor—, Megumi se tumbó en el suelo de dónde se salía el piso volado, pasando sus piernas por entre los barrotes dejándolas al aire. Sukuna hizo algo similar, pero él se recargó en la pared, ya que no confiaba mucho en la instalación del barandal ése.

Se quedaron un momento en silencio, solo con la música de los demás chicos en el fondo. Realmente querían quedarse así, pero Sukuna estaba algo intrigado a la espera de una respuesta, aunque era más que obvio que le diría:



—Eso ya ni lo sé.—Reiteró cansado Fushiguro.—Estoy harto. Pero, no sé... creo que me acostumbré a todo ésto



Él lo miró con una sonrisita entre los labios.

—¿Lo dices por Yuuji?





El ambiente estaba tan relajado que ni siquiera lo habían notado. Por primera vez luego de meses de no tener una charla normal, estaban hablando entre ellos sin tener que pensar en huir.

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