ALEJANDRO

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Estaba cerrando los ojos cuando oí que las puertas de quirófano se abrían. Me levanté al instante, esperando una respuesta positiva.

Hacía años que no me sentía como ahora. Lo recuerdo exactamente igual. No conocía a esa chica, pero mis ojos empezaron a brillar temiendo una respuesta inevitable.

Me metí las manos en los bolsillos de los pantalones, intentando ocultar la parte más vulnerable de mi ser. Lo que parecía ser el cirujano por su atuendo y su cansancio en la mirada se aproximó a mí juntando sus brazos en su espalda.

- ¿Es usted familiar de la joven atropellada? – me preguntó con seriedad. Vale. No era nadie para ella, pero era el único que la había traído hasta el hospital y que había visto todo lo ocurrido.

- Mmmm... No. Creo que soy vecino suyo. Iba salir para cruzar el parque y alguien la envistió.

- Entonces lo siento, pero no puedo dar información privada del estado de la accidentada que no sea familia suya.

- Lo entiendo, pero su familia no sabe que está aquí. Al menos podría decirme cómo está para...

- Lo haré pues usted vio el accidente y podría darnos alguna información de lo sucedido. – sentí un profundo alivio en mi pecho. Necesitaba saber cómo se encontraba y poder marcharme tranquilo.

- ¿Darnos? - ¿por qué diablos hablaba ahora en plural? De repente el cirujano miró justo detrás de mí. Me giré y vi a dos policías a la espera de una respuesta obvia que ni siquiera sabía yo.

Noté como el médico se iba, dejándonos a los tres solos. No había hecho absolutamente nada, pero estaba nervioso. Quizás porque iban a interrogarme y a hacerme algunas preguntas.

- ¿Señor? ¿Es usted el que vio el accidente de la joven Marta? – preguntó uno de los hombres. Así que se llama Marta... Ni siquiera sabía su nombre. Eso me alivio un poco el saber que ya sabía algo más de ella, por muy poco que fuera. - ¿Oiga?

- Eh... Sí, soy yo. Me llamo Alejandro. Soy su vecino.

- ¿Podría venir con nosotros a comisaría? Tenemos que hacerle algunas preguntas. –finalizó el otro. Sus aspectos siempre me habían provocado escalofríos desde que era un niño.

- Por supuesto.

Quería verla. Necesitaba ver si se encontraba mejor. El estúpido cirujano no me había dicho el estado de Marta. Pero tampoco podía decir que no a los oficiales de la policía.

Cuando me metí en el coche policía me sentí un criminal, pero mi conciencia estaba tranquila.

El trayecto se me hizo una eternidad. Y justo antes de bajarme, uno de ellos se volvió en su asiento y me miró:

- No se preocupe. Podrá irse en unos minutos. Sólo necesitamos saber que ha ocurrido. – asentí y se giró para bajarse.

No voy a negarlo; me temblaban las piernas como flanes. Nunca había entrado en una comisaría. Todo estaba repleto de delincuentes y policías que iban de un lado a otro. Yo no era ni una cosa ni otra, podía estar tranquilo. Lo que no pude evitar fue la mueca de asco que se reflejó en mi cara cuando percibí el olor a sucio y a vagabundo.

Mis dos acompañantes me guiaron por todo el edificio. Entré en otra parte del piso donde no había nadie, solo algún que otro guardia. Sólo había puertas.

- Síganos. – había pillado el mensaje. Estaba claro que no iba a salir de aquí hasta que no les dijera lo que sabía.

Me abrieron la puerta de una habitación extremadamente pequeña, compuesta por una mesa clavada en el suelo por tornillos y dos sillas. Una a cada extremo de la mesa.

Vale. Esto es igual que en las películas. Ahora sí que estaba asustado. Tuve que repetirme veinte veces durante dos minutos que yo no había hecho nada.

- Siéntese en aquella silla. – dijo el policía más mayor. El otro apuesto a que estaba justo detrás de la puerta haciendo guardia.

Hice caso y empecé a temblar. Estoy seguro que todos los que se sientan aquí se ponen más nervioso que yo.

- Bien, señor... - miró el documento que tenía delante de sus narices y volvió a mirarme. – Alejandro. - ¿ cómo había conseguido eso? Mi corazón latía demasiado rápido.

- Sí. – creo que lo dije sin ser consciente.

- Vamos a hacerle algunas preguntas respecto al accidente que ha habido esta mañana.

- Sí.

- Supongo que pensará que pinta aquí habiéndose tratado de un accidente. – asentí. La verdad es que no me había dado tiempo a pensarlo, pues estaba un tanto nervioso. Había entrado en una comisaría y estaba encerrado en una sala de interrogatorios, ¿Qué quería?

- Bien. El cirujano nos ha informado de que tenía demasiados daños en el cuerpo de Marta. Eso debe estar informado a la policía para que actuemos.

No podía creerlo. Hablaba de ella como si hubiera no  sobrevivido al terrible accidente.

- ¿Pero está viva verdad? – pregunté aterrorizado. Por un lado, quería saber la respuesta, pero por otro quería dejarle con la palabra en la boca y salir corriendo hacia el hospital y averiguarlo yo mismo.

- Sí. Ya la han operado.

Me di cuenta de que tenía varios papeles en la mesa. Cogió otro y me miró de nuevo.

- La han operado de la pierna, del brazo y... - qué puñetazo se merecía. ¿Enserio para ahora?

- ¿Qué?

- Está en coma.

Mi cuerpo no se movió ni articuló ningún movimiento. No la conocía, pero esa noticia bloqueaba a cualquier persona.

- Por la gente que estaba allí, - pero si estaba solo. Me había fijado perfectamente. Además, cuando ocurrió todo eso, la gente no había salido aún. – nos informó de un brutal accidente y...

- ¿Quién le llamo? Me refiero si era una mujer o un hombre. – mi pregunta hizo que el hombre me mirara un tanto extraño.

Pero me contestó:

- Fue un hombre. Dijo que había visto un coche azul atropellando a una mujer.

Me quedé de piedra. Ese no era el color del coche. Fuera quien fuese el autor de la llamada, había engañado al policía. No quería decir nada, pues me considerarían más sospechoso de lo que sea ya.

- ¿Eso es todo? – estaba harto de estar sentado como un pasmarote cuando podía estar viendo a aquella chica. Mi conciencia se quedaría más tranquila si se encontraba... bien.

- Eh... sí. – venga ya. La cara de este tío empezaba a cabrearme. Y me dio la sensación de que lo volvería a ver. - ¿Qué hacía usted en la calle?

- ¿Está diciendo que yo atropellé a Marta? ¿Enserio me está acusando de un atropello? – mi paciencia se estaba agotando y mis ganas de pegarle un auténtico puñetazo aumentaron.

- Solo le pregunto dónde estaba en ese momento. Dice que fue el único que estaba en ese instante. – me estaba interrogando, pero yo no iba a permitir que me acusara de algo que no he hecho.

¡Por el amor de dios, había llamado a la ambulancia y la había acompañado hasta el hospital! ¡Quería ir a verla!

- Estaba montando en bicicleta, cuando vi un coche que se dirigía hasta ella. – mi respuesta calló al guardia, y de lo satisfecho que me quedé, me levanté, abrí la puerta y salí sin importarme en absoluto aquellos idiotas.

COLECCIÓN DE MARIPOSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora