MARTA

6 2 0
                                    

No sabía quiénes eran los que hablaban, pero oía una voz masculina que no dejaba de defenderme. Tampoco sabía por qué, y sentía miedo de saber la respuesta. Siempre me las había apañado para arreglármelas sola, pero me daba la sensación de que esto era muy diferente.

Escuché la conversación de un hombre joven y una chica con una voz mucho más joven que la del otro.

Hablaban de mí.

Decían que no podían dejarme sola, que corría peligro y que...

¡CLARO!

¡Ahora lo recuerdo!

Me habían atropellado, pero por lo que escuché, me dio la sensación de que ellos no sabían quién fue.

Pero yo si lo sabía.

Pero yo estaba en coma y no podía despertarme a menos que mi cuerpo reaccionara. Sabía que estaba conectada a unas máquinas y a un suero que me alimentaba a través de un tubo. También sabía que ese coche me envistió y que yo tenía lesiones graves.

Nadie conocía a mi agresor y yo no podía moverme ni desvelar su identidad.

Tenía que dejarlo en las manos de aquellos chicos.

Mientras, yo me encontraba sentada en un vacío blanco, espero cualquier cosa que me ayudara a abrir los ojos.

Me puse a pensar en que, ahora en coma, ya no podía hacer nada. Ni correr, ni mirarme en el espejo, ni ir al trabajo, ni conocer a personas como yo. No podía hablar, ni tocarme la piel.

Pero también miré lo positivo; podía escuchar y sentir. Poco a poco, pero lo hacía. Sentía ese apoyo tan inmenso que se colaba en mi pecho, esa ayuda incondicional de ese chico que me estaba protegiendo sin conocerme.

Aunque lo me más me asustaba era que, Alejandro corriera el mismo destino que yo. Que no pudiese encontrarlo y que no dejara de atacar y amenazar.

COLECCIÓN DE MARIPOSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora