ALEJANDRO

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Me desperté dolorido. Aún estaba tirado en el suelo y estaba seguro de que nadie había pasado por aquí para ayudarme. Me toqué la cabeza, me dolía, pero el moratón en el labio y su seguido corte profundo me dolía tanto que grité.

Pero puede que no gritase de dolor, sino por el cumulo de cosas que habían llegado a mi vida sin antes prepararme. Pero, ¿no son las cosas malas las que llegan sin previo aviso para provocar más dolor? Si lo supiéramos, lo afrontaríamos de una manera más pacífica.

Pero también nos hace más fuertes y vulnerables a la vez.

Me levanté del suelo como pude y me agarré a la pared para no volver a caerme. Pensé. Pensé en todo y en nada. Tenía que averiguar quién me había hecho esto, quién me había amenazado y lo que haría en futuro no muy lejano si yo seguía ayudando a Marta

Llegué hasta el coche, pero vi que ese tío había hecho otra más de sus cosas retorcidas. Todas las ruedas del coche de mi hermana estaban pinchadas. Pero lo que me parecía más curioso aún es que, ¿cómo sabía que ese coche era el que yo tenía que coger? ¿conoce a mi hermana, o la ha estado vigilando?

Miré a todos lados esperando a que apareciese otra vez, pero ni él ni nadie aparecía. Quería matarlo.

Respiré hondo y me tranquilicé. Llamé a un taxi que me recogió quince minutos más tarde. Le di mi dirección al taxista a pesar de no fiarme ya de nadie. De camino, decidí llamar a Andrea:

-        ¿Cómo vas Andrea? – el pánico se apoderó de mí cuando estuve esperando a que me respondiera. Solo quería escuchar una respuesta. - ¿Andrea?

-        Ah... Sí. Acabo de asomarme a la habitación. Tranquilo, está bien. - ¿¡QUÉ!?

-        ¿¡Dónde diablos estás Andrea!? – no me importó que es taxista mirara por el espejo de arriba sorprendido por el tono de voz tan alto.

¿Enserio era tan difícil esta tarea? Una parte de mí sabía que no sería capaz de ocuparse de Marta durante dos malditas horas. La culpa era mía.

-        Estoy hablando con Hugo. – claro. Como no. Estaba con su novio en el pasillo y dejando sola a Marta. Cualquier persona podía entrar si quisiera y hacerle daño.

-        ¡¡Entra ahora mismo y vigílala!! ¡No dejes que entre nadie! – volví a gritarle.

-        A mí no me hables así, ¿te enteras? Adiós Hugo, luego nos vemos. – oí como ambos se besaban y él se marchaba mosqueado. Me daba exactamente igual.

-        Paranoico, ya estoy con ella. Ah, por cierto. – mi corazón volvió a moverse con velocidad. Ni siquiera sabía si se trataba de Marta, pero tenía miedo de cualquier noticia suya. – Alguien le ha traído flores y una nota. La verdad es que es un detalle.

Creo que incluso me mareé cuando oí eso. Había sido él. Estoy totalmente seguro. Me puse muy nervioso y miraba a todos lados buscando una manera decente de responder a eso.

-        Andrea, ¿me estás diciendo que alguien ha entrado y ha dejado una nota, y que tú no has estado con ella? – noté desde el otro lado, como se había levantado y cruzado el otro extremo de la habitación para oler las flores.

No dijo nada, y supuse que se había arrepentido de sus actos, pero era Andrea y llegué a pensar que lo había hecho a propósito.

-        Quédate dentro de la habitación y no te muevas, que ya voy. – no me contestó, y yo colgué.

No quería nada más de ella. Cuando volviera con Marta, ella se irá y no la volveré a ver más hasta otro puñado de meses.

Cuando por fin me llevó a mi casa, pagué al taxista y no me dio el cambio. Tampoco no me preocupaba eso. El coche se fue y miré en la escena del crimen.

Mis pies andaban solos hasta que llegaron al charco de sangre ya tatuado en el suelo de hormigón. Ver eso me producía dolor.  Mi vida había cambiado en las últimas horas, y yo no me había dado cuenta hasta que mi cabeza proyectó el cuerpo de Marta en el suelo.

Cerré los ojos dolido y me di la vuelta hasta llegar cuatro casas más abajo.

Ahora ya me daba miedo cada paso que daba, cada cosa que hacía temía por mi vida. Incluso sentía la presión de la policía atosigándome.

Pero cuando entré, mi vida se puso más patas arriba de lo que ya estaba. Todos los muebles, cosas, papeles, estaban esparcidos por todos lados. La televisión por la que tantos días de depresión había pasado pegado a ella, estaba ahora destrozada en el suelo. Los papeles de mi trabajo, esparcidos y rotos por todo el salón, mi ordenador aplastado. Pero a pesar de los daños, yo era el que peor estaba.

Cogí las llaves del coche y cerré con llave la puerta. Y no me importaba nada. Me daba igual todo. Solo quería estar con Marta y punto.

Al menos mi coche estaba bien. No había sufrido ningún daño.

Mientras conducía, caí en la cuenta de que no le había dicho a mi hermana que sus cuatro ruedas habían sido saboteadas, pero, ¿no había dejado ella entrar a cualquiera y dejar una nota? Cuando llegara le pediré un taxi y le pagaré la grúa.

Llegué a los diez minutos. Le pisé al acelerador como nunca. Aparqué y pensé en que quizá el agresor había vuelto.

Subí el ascensor y caminé casi corriendo hasta llegar a la habitación.

-        Vete. – no podía decirle otra cosa a Andrea que no fuera," vete a la mierda". Aunque se lo merecía, ni siquiera la miré. Me limité a observar que Marta se encontraba bien.

-        ¿Qué?

-        ¡Que te vayas! – no quería. De verdad que no quería gritarle, pero ni siquiera era consciente de que la estaba echando por no haber cumplido con lo que le dije. Ahora sí se la estaba mirando, pero lo hacía con miedo y furia a la vez.

Se levantó y se fue hacia mí, como si ella fuera el ser más poderoso de la tierra.

-        He hecho lo que he podido.

-        ¿Dejar que entre su acosador y que le traiga unas flores y una nota? – seguía sin entender como había podido dejarle entrar.

-        Estaba con ...

-        Con Hugo, lo sé. Fuera. – le señalé con el dedo la puerta para que no pudiera verla. – Te espera un taxi en la puerta. No me preguntó el por qué, pero se fue.

Era lo mejor. Quería agradecerle el haber hecho este favor, pero después de esto, no se lo merecía. Para mí esto era importante y no lo había respetado en ningún momento.

Me acerqué a Marta, ahora que ya estábamos solos y le acaricié el pelo con suavidad. Estaba tan frágil...

Caí en el momento del perfume que impregnaba las flores en toda la habitación, la nota. Ambas cosas estaban en una mesilla alta junto a la cama. Era un trozo de hoja arrancada de una libreta. Volví a mirar las flores y solo había amapolas y gardenias. ¿Qué clase de ramo era ese? Buscaría el significado de cada flor más tarde.

Abrí el doblez del papel y me quedé de piedra.

"No me arrepiento de lo que he hecho. Espero que te despiertes para hacerte algo peor a lo que tienes. Si crees que esto se va a quedar así, te equivocas. Tú tienes la culpa de lo que te ha pasado."

Alejandro, ESTO SOLO ES EL PRINCIPIO".

COLECCIÓN DE MARIPOSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora