MARTA

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Abrí los ojos, pero lo que vi me dejó tan impactada que tuve que frotármelos.

Por donde pisaba era blanco. Como si estuviera en... ni siquiera sabía dónde me encontraba. Como si estuviera en el limbo; en un espacio extraño.

De repente me dolía mucho el estómago. Me estremecí y cerré los ojos con dolor.

- ¿Dónde estoy? ¿Hola?

Nadie me contestó. No veía más allá de lo que mis ojos me permitían.

Me volvió ese dolor de nuevo, pero esta vez provenía de las piernas y de mi cabeza.

- ¡Ah! – me tapé la boca cuando vi que una de mis piernas estaba cubierta de sangre. ¿Qué ha pasado?

Ni siquiera recuerdo nada. Recuerdo donde vivo, como me llamo y donde vivía antes. Me acuerdo de mis padres y de mi pueblo. Pero no puedo recordar como he llegado hasta aquí y por qué tengo la pierna llena de sangre. Mi sangre.

No podía aguantarme más y rompí a llorar. No entendía nada y estaba atrapada en un sitio que desconocía.

Decidí caminar como pude para que el tiempo pasara más rápido y que viera alguna señal de algo.

Nada.

Creo que fueron dos horas cuando oí una voz.

- ¿¡HOLA!? ¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Miré a todos lados, pero era imposible ver algo a kilómetros de distancia. Era una voz. ¡Madre mía, qué alivio!

Ya no estaba sola, pero seguía sin ver a nadie. Mis lágrimas volvieron a salir. Ellas sí que podían hacerlo, y eso me hacía llorar más. 

COLECCIÓN DE MARIPOSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora