Julio estaba fajando, y yo, en el baño, lo escuchaba fajar. Había entrado, me había sacudido, había tirado la cadena y, después de bajar la tapa, con los pantalones arriba, me había vuelto a sentar. Hace media hora los dos habíamos sido bien vírgenes, había entrado al baño que, como estaban las disposiciones de la casa, quedaba al lado de su pieza y entonces me había encontrado con este espectáculo.
―Le provocas unos ruiditos muy sexis, Julio ―dije, sin intentar moderar mi voz. Pero ni por eso se detuvieron al otro lado. Me aburrí y me levanté y me moví hasta pararme frente al espejo de cuerpo completo. Con el cierre abierto noté que tenía la pija bastante deprimida, la verdad, yo era bien virgen, nunca había dado un beso, ni agarrado una teta, pero no me molestaba eso, me molestaba el hecho de que hace media hora éramos las dos vírgenes y ahora, quizá, el Julio estaba transmutando a otra especie, una mitad virgen, un casi virgen.
Me lo iba a contar cuando terminara de fajar, me iba a decir; Oye César querido no puedo esperar a contarte una cuestión. Es una cuestión muy importante para mí, quiero que lo tengas presente y aprendas.
El Julio no era muy rico, las minas no lo encontraban rico, para el caso yo era más agraciado, pero lo que tiene es que es simpático y si te comienza a hablar te envuelve con su charada, yo, en cambio siempre he sido bien... no me gusta la palabra tímido, ni introvertido, ¿metido en lo mío?, vale, me gusta eso, metido en lo mío, cuando era guagua unos primos míos me agarraron, me tiraron hacia arriba y me dejaron caer. Vi chiritas. De ahí que no quise saber de nada. Viste, tímido no soy. Que te lancen y te dejen caer de esa forma hace mella en uno. Puedo que un poco de vitalidad se me haya escapado con el golpe. De todas maneras, de haber querido de hace rato que podría haber dejado de ser virgen, si no hay nadie encima presionándome, puedo hacerte una charla bien armada, hasta simpática.
Hubo una vez que una compañera en segundo medio me acorraló en el baño de los hombres. Se metió dentro cuando yo aún estaba ahí chorreando mi alma por mi miembro. Había unos compas más, pero la miraron, se sonrieron y se fueron. Me guardé el pene a toda velocidad. Y cuando hice el amago de irme, me dijo; siempre me has gustado. Siempre.
Era baja, y su nombre comenzaba con a, lo recuerdo bien porque era la primera de la lista y, puesto que su apellido también comenzaba con a, y además, para rematar, su papá a veces la iba a buscar y, cuando eso sucedía, aparecía un poco ebrio, le decían la de alcohólicos anónimos y tal. Aparte de eso nunca me había fijado mucho en ella. Me la pasaba en la mía. Ella me dijo eso, en el baño de hombres y solo atiné a decir algo bien trucho.
―No sé qué podría hacer con una polola. Tengo un perro y como se me olvida darle comida pasa cagado de hambre, está casi esquelético, en serio.
Se rio. Y me dijo que, si por lo menos le daba un beso, y salí con otra cosa, así que al final nos fuimos juntos a sacar un pase por retraso. Cuando me hablaba me preocupaba de mirarla a la cara para que viera a quién le había dicho que le gustaba. Podía ser agraciado, me lo habían dicho las personas suficientes para que no dudara de eso, pero, para mí, tenía un rostro muy extraño, como trágico, uno con el tiempo se cansa de verlo, y eso lo digo yo que vivo con él. Pero me dio la sensación que, entre más la miraba, más crecía en ella el sentimiento cual fuera ese, que se anidaba dentro de ella, así que dejé de hacerlo. Quizá le gustó eso del perro esquelético. Quizá pensó que, además de no darle comida, le asestaba algunas patadas de vez en cuando.
En los años que siguieron eso fue lo más cercano que estuve a la posibilidad de hacerlo, después de eso he sido más menos esquivo. El que ha estado desesperado es el Julio, pero me sorprende, de verdad. Tuvo polola, pero ella lo terminó porque le dejó de gustar, eso es lo que pasa, ha tenido más pinches y todas lo han dejado por lo mismo. Con el tiempo pierde su encanto, por eso, en los pololeos que siguieron, tendió a acelerar las cosas, porque sabía que si seguía así nunca iba a lograr llegar a la meta.
Últimamente había andado deprimido. Había cambiado el ringtone de la alarma, del predeterminado, a uno de radio head. La canción culia más triste que escuché en mi vida rebotando contra mi pared tun tun tun en las mañanas
Después de abrir la ventanita arriba del guater, me lavé la cara. Y me miré en el espejo con el rostro resplandeciente. Me hubiese gustado tener a la AA delante para decirle que mi perro no se alcanzó a morir de hambre porque lo atropellaron