Qué hace con la inocencia el malvado

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Los mofletes se le hunden, el hombre ladea la cabeza, la mira. Dice:

―Yo no quería, pero se me lanzó encima, tienes que entender, si ella se te hubiera cogido y llevado a la habitación cómo le pedí, yo no le hubiera disparado. Cuántos años serían por asesinato, ah, carajo.

El hombre suspiró y miró a la guagua en la cuna. No lloraba, estaba sentada meciéndose en sus pies y lo miraba fijamente. Un rato antes él había tenido que arrastrar a su madre muerta a la habitación principal. Había quedado pringado de sangre, había sido inevitable, la madre había saltado hacia él, sobresaltándolo, aún podía sentir el titubeo de su aliento doloroso impactar en su propio pecho detenerse después de que él le hubo metido una bala en el cuerpo. Si ella solo hubiera hecho lo que le había pedido y cogido a la bebé.

─¿Y ahora qué hago contigo? Podría degollarte, pero ya he matado esta noche, y si volviera a empuñar el cuchillo me temo que sería para terminar con mi propia existencia.

Ah, era el bebé más tranquilo de la tierra. 


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