No quiero a nadie dijo, pero no creo yo que fuera cierto eso. El otro andaba harto perdido la verdad. Y andaba buscando algo, pero, total, no sabía qué andaba buscando.
─No vaya a ser que esté en tu patio, ahuevonado.
─No culiado. Cómo así.
Lo que él andaba buscando no era nada tan simple como una pelota o una moneda perdida entre el pasto, pero no podía decírselo. Él no estaba seguro, pero sabía que eso era cierto. Solo que hace mucho tiempo lo había tenido consigo. De una década a otra, de un año a otro, un mes a otro, una semana a otra y, por fin, un día a otro, ya no lo tenía.