Misión

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Contempló la enorme estructura que el Santuario representaba. Plagado de históricos edificios, el lugar emanaba un aura a la que no estaba acostumbrado.

Desde allí podía divisar las Doce Casas firmemente plantadas en zigzag, y aunque desde su lugar se veían diminutas, sabía que de diminutas no tenían nada.

Hacía fácil cinco años que el caballero no acudía al Santuario de Athena. Recluido en lo más profundo de los desiertos blancos de Siberia, se había mantenido aislado de todo aquel tumulto.

Clavó los ojos en la onceava casa, aquella se suponía le pertenecía y suspiró antes de continuar. Por mucho que le gustara mantenerse lejos, no podría jamás ignorar el llamado de quien portara el rango más grande entre los caballeros, el Patriarca.

Cierto era, también, que al vivir tan lejos de allí el joven poco se enteraba de los acontecimientos que se daban en Grecia. Sin embargo, sabía de los extraños comportamientos que el Patriarca a veces deslizaba ante sus caballeros.

Al mantenerse a miles de kilómetros de distancia y con residencia permanente, esto mucho no le afectaba pero al parecer el Shion que recordaba lo había librado de aquel orfanato en Francia, había cambiado mucho.

Llegó a la entrada del Santuario a los pocos minutos. Grandes pilares se afirmaban a los lados, dándole la bienvenida a quien se creyera capaz de resignar su vida en pos de la de los demás. Y aunque le habría gustado no hacerlo, penetró en sus terrenos. Apenas lo hizo, sin embargo, consiguió sentir ya la amargura del retorno.

- Discúlpe. - pronunció el guardia de turno, plantado a escasos metros de la entrada - Esto es propiedad privada, los extraños no tienen permitido el ingreso.

Él no respondió. Clavando su mirada en quién detenía su paso, un hombre joven pero mayor que él, se dedicó a observarlo de pies a cabeza en silencio.

- Estoy intentando descifrar si eres muy valiente.. - reveló al fin su voz el caballero - O simplemente no sabes hacer bien tu trabajo.

Más por la cara que el guardia reprodujo ante las palabras del misterioso joven, este último llegó muy rápido a una conclusión.

- Pero por lo visto.. - agregó con tranquilidad - La última opción es la correcta.

Acobardado por la intensa mirada de aquel joven hombre, una mirada tan azul y tan fría que podría haberlo congelado, el guardia retrocedió. Ante su silencio, el francés continuó.

- Deberías saber reconocer aliados de enemigos para ocupar este puesto, ¿sabes? - agregó sin quitarle la mirada de encima - No siempre tendrás la suerte de que te perdonen ése atrevimiento.

El joven apenas si parecía un adolescente, por lo que le habría dado vergüenza al guardia admitirlo, pero por todos los dioses que había conseguido helarle el alma con su presencia.

Sin saber qué decir exactamente y sintiéndose intimidado por el menor, el hombre dio no sólo uno ni dos, sino tres pasos hacia atrás.

- ¿Qué ocurre? - corrió hasta la entrada un guardia aún mayor que el que ya se encontraba allí - Caballero, yo.. - tartamudeó al ver allí al hombre de ojos azules - Le pido disculpas por este inconveniente..

Haciendo una reverencia, el segundo guardia agachó la cabeza ante el de largos cabellos.

- No volverá a ocurrir. Se lo juro. - agregó.

El caballero miró al guardia más antiguo, quien obviamente sí sabía sobre su retorno y quién, también, había olvidado informarle a su personal sobre el mismo. Y aunque podría haber dicho más de una cosa, eligió callar. No valía la pena gastar ni su tiempo ni su energía en tonterías.

Maestro CamusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora