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La música se convirtió en mi santuario, un refugio seguro al que podía huir cuando necesitaba escapar, ya fuera del mundo o de ti, de la complicada red de emociones que tejías a mi alrededor.

Éramos como uña y carne, una conexión tan profunda que resultaba imposible separarnos. Éramos los mejores amigos, compañeros de aventuras y confidentes incondicionales, siempre entrelazados en un vínculo indisoluble.

¡Oh, qué ingenua fui al creer que podía mantener este equilibrio frágil sin cruzar la línea! ¿Por qué no me atreví a romper las barreras que nos mantenían en un territorio seguro pero a la vez limitante?

"¿Por qué estás llorando?" escuché tu voz llena de preocupación y determinación, como si el mero hecho de saber que alguien me había hecho daño fuera suficiente para desatar una ira imparable. "Juro que mataré a quien sea que hizo llorar a mi mejor amiga", afirmaste con una firmeza que estremeció mi corazón.

Y mientras luchaba por contener mis lágrimas, solté un sollozo contenido, ahogado en la oscuridad de mis propios pensamientos y emociones.

¿Qué pensarías si supieras que el causante de mi dolor eras tú, el mismo amigo en quien confiaba ciegamente, cuyo afecto me mantenía anclada a una relación que me enredaba en una maraña de sentimientos contradictorios y confusos?

Las cosas que nunca te dije [Versión Corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora