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Fue terrible, y me cuesta olvidarlo.

Marzo llegó de repente, sin previo aviso, y con él vino la noticia inesperada: "Todos a casa, cuarentena obligatoria".

Al principio, disfruté el encierro en mi habitación. Sin embargo, pronto empecé a extrañar las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Anhelaba sentir el sol en mi piel, charlar con amigos, y hasta ansiaba la idea de salir de fiesta, aunque nunca fui aficionado a esas cosas.

Fue durante ese período cuando me di cuenta de algo doloroso: en realidad, no nos conocíamos en absoluto.

En cuestión de meses, perdimos repentinamente el contacto. Si no te escribía, tú tampoco lo hacías. Si no me esforzaba por iniciar una conversación, tú tampoco lo hacías. Todo se volvió monótono: un simple "Hola, ¿cómo estás?", seguido de un "¿Qué haces?" y terminando con un insípido "Adiós".

¿Dónde quedaron todas esas promesas de "mejores amigos por siempre" y el juramento de estar ahí pase lo que pase?

Fue entonces cuando me di cuenta de la triste verdad: mentiste. Mentí. Mentimos.

No éramos amigos de verdad, solo nos engañamos mutuamente.

Las cosas que nunca te dije [Versión Corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora