CAPITULO XI LA NUEVA AMENAZA

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Trent

Quería imaginar que el repentino cambio de temperatura sería la única sorpresa que vería...

—¡Pero qué mierda! —...pero, como siempre, La Zona nos tenía preparado algo nuevo.

¡Se nota que les encanta apretar botones!

Las nubes que en un momento cubrieron toda la jungla habían desaparecido, trayendo paso a una nevada.

¡No puedo creer que esos malditos lo volvieran a hacer!

¡Había nieve por todas partes!

—Oye, Cero.

Sí.

—¿Segura que solo me dormí unas horas?

Me temo que sí

Debieron arrojar una tormenta.

¡Había casi diez centímetros de nieve cubriendo la tierra y el pasto!

—¡Mierda! —lo noté en cuanto saque el maletín de donde lo dejé— convirtieron a La Jungla en un congelador.

No es para tanto.

—¿Por qué no?, ¿Acaso no voy a correr el riesgo de convertirme en una paleta de hielo?

Tú no.

Recuerda que tienes una manta para estos casos.

El resto de los Sujetos son los que en realidad pueden morir congelados.

—¡Mierda! —en eso tenía razón

Ahora teníamos menos tiempo.

Los chicos solo contaban con un par de chaquetas que no irían a resistir estos cambios de temperatura.

El que La Zona haya vuelto a cambiar el clima no podía ser una buena señal porque era algo que no habían hecho.

Tuvimos un clima cálido hasta que Doce fue capturado; después apareció la niebla y ahora nos encontrábamos en medio del maldito polo norte.

¿Acaso esta nevada se debía a que también encontraron a los otros Sujetos...?

¿...o porqué Doce les dijo algo que no debía decir?

¡Trent! estaba desperdiciando demasiado tiempo en hacer tontas teorías.

¡Tiempo que podía serme de utilidad!

Tomé el maletín, preparé mi ballesta y miré al sitio donde ahora debía caminar.

—¡Oh por Dios! —había demasiada nieve donde hacía solo unas horas existió un hermoso bosque.

¿Te encuentras bien?

—La verdad no lo se —esto me recordaba a "Canción de Hielo y Fuego".

Scott nunca me dijo cómo logró conseguir todos esos libros y películas que me hicieron compañía desde que se fue; un gesto que hasta el día de hoy se lo agradezco porque solo así tuve con que entretenerme.

—Oye, Cero.

Sí.

—¿Por qué crees que estén cambiando el clima?

Tal vez porque saben que no estas muerto.

—Y si no me equivoco todo esto es por culpa de Doce, ¿cierto?

Quizás.

Como no tengo mi chip de rastreo La Zona no puede localizarme, pero sí alterar el exterior y supongo que no se detendrán hasta ver mi cadáver.

—¿Me pregunto a qué querrán jugar?

Los científicos de La Zona pueden ser muy impredecibles.

Sí niebla no funcionó tal vez ahora quieren eliminarte con nieve.

La temperatura continuaba disminuyendo, no tenía idea de lo que le pudo haber ocurrido a los otros Sujetos durante las últimas horas que dormí y ahora debía de caminar en medio de un campo repleto de nieve y cadáveres.

Algunos depredadores solían dejar presas frescas para confundir a otros y así poder atraparlos, como ocurrió en aquella vez en que Lex casi fue devorada por un hibrido.

Sin embargo aquí no parecía haber pruebas de que hubiese alguna trampa.

Solo había cadáveres envueltos sobre la nieve.

—¡Oh por Dios! —pero no creí que pudiera ver lo que vi sino hasta que lo contemplé con mis propios ojos.

¡Sin lugar a dudas era lo más asqueroso que hubiese visto en mi vida!

Entre los cuerpos había un aborigen haciendo sus últimos intentos por respirar mientras que otro devoraba su estomago de la misma forma que un león solían comerse vivo a un antílope.

Los aborígenes tenían la misma imagen que yo, pero sus cerebros eran salvajes.

No eran humanos sino bestias al momento de cazar o comer porque no podían pensar mediante las mismas emociones que yo; sí Scott estuviera aquí no se asustaría por ver a uno de ellos metiendo su cabeza dentro de las entrañas de otro para comer los órganos mientras que aun estuviesen calientes.

¿Cuántas veces lo habían hecho entre ellos?

O mejor dicho.

¿Cuántas veces Benneth les dijo que lo hicieran?

Scott y yo vimos a varios de ellos siendo atados como presas, luego de haber fallecido o sufrido de alguna lesión, así fue como dedujimos que ellos solían recurrir al canibalismo, pero esto rebasaba los limites y creo que el cambio climático tuvo algo que ver.

Trent como odiaba estar aquí Trata de reaccionar.

—Para ti es fácil decirlo. No tienes que ver esto.

Lo se, Trent. Pero también debes de recordar que ellos no son humanos.

—Eso lo sé —sí lo fueran no se estarían comiendo entre ellos.

Los aborígenes no son humanos.

Son bestias salvajes.

Y yo tenía que caminar a lado de uno que podía escucharme.

El aborigen que permanecía agonizando no podía verme y el otro estaba concentrado en su presa; eso podía darme una ventaja siempre que no hiciera ruido.

Recuerda que no son humanos.

Eso es lo que más extrañaba de vivir con los otros.

Diariamente vivíamos problemas que exponían nuestras vidas; Dinosaurios hambrientos, aborígenes salvajes, híbridos escupiendo acido o fuego, pero al menos podíamos contar con que entre nosotros estaba la humanidad que ellos no tenían.

Despacio nosotros nunca nos comeríamos a uno de los nuestros.

Caminé entre los cadáveres cuidándome de no hacer ruido.

Respira hondo y no mires eso quería contestarle pero eso expondría mi ubicación.

Respiré hondo, reduje mi ritmo cardiaco y durante un par de segundos más imaginé que solo estaba caminando por el mismo sitio a donde Lex y yo solíamos ir.

Espero que no sea tarde.

EXPERIMENTOS Proyecto Revelación Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora