𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐢𝐬𝐭 ☄️

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—¡Hey!— la rubia movía una mano de un lado a otro frente a sus narices —¡Killua Zoldyck!— nada, absolutamente nada.

El susodicho parecía haber realizado con éxito un viaje astral al más lejano de los planetas. Seguramente ya había creado una nueva civilización junto a los extraterrestres.

Un hilo de saliva se filtraba de la comisura de sus labios.

"Asqueroso" fué lo que el rostro de su amiga tenía claramente escrito en su expresión.

Últimamente parecía distraerse con mucha facilidad.

¿Qué debía hacer? Le preocupaba su actual estado.

Frunció los labios, formando un pequeño puchero de frustración.

—¡Killua, mira!— señaló a sus espaldas —¡es tu admiradora secreta!— aseguró usando ese engaño como última carta.

Funcionó, Killua volteó rápidamente, encontrando tras de sí un par de compañeras de clase cuchicheando sobre algo.

Era verdad, no se encontraba en el pasillo de los casilleros ni un par de detalles más, pero parecía recién haber despertado, era imposible que estuviera ahí.

Volteó para encarar a su amiga, quien casi lloraba de la risa, cubriendo su boca para evitar ser regañada.

—Demonios— refunfuñó cruzando ambos brazos sobre el pupitre y ocultando la cabeza entre ellos.

Tras calmarse, Retz miró nuevamente con preocupación al albino frente a él.

—Puedes contarme lo que sea— acarició los cabellos de su amigo como un gesto maternal —Parece que has tenido mucho para pensar estos días...—.

Desde que lo conoció, Killua jamás habló de asuntos delicados o muy personales, y sus amigos jamás insistieron en la pregunta.

¿Estás bien?

—Retz...— murmuró sin levantar el rostro —¿podemos hablar en el almuerzo a solas?— la joven podía ver el rubor colarse por las orejas de esa piel tan pálida. Parece que le había costado decir aquello.

—¡Por supuesto!— sonrió.

—¿Y bien?— su intención no era presionar, pero empezaba a desesperarse después de treinta minutos con el albino mirando una hormiga

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—¿Y bien?— su intención no era presionar, pero empezaba a desesperarse después de treinta minutos con el albino mirando una hormiga.

—¿Alguna vez te has enamorado?— empezó con una pregunta que había dejado confundida a su amiga.

Colocó un dedo bajo su mentón y pensó por varios segundos.

—Una vez, hace tres años— su mirada parecía perdida, y sus labios formaron una sonrisa triste —él me rechazó—.

—Oh, lo lamento— susurró incómodo.

—No sabes que sentir al respecto sobre tu admiradora, ¿verdad?— sabía desde un principio que era ese el tema que sacaría después de dar mil vueltas con preguntas que podrían o no relacionarse. El Zoldyck asintió repetidas veces.

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