Capítulo 4

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APENAS EL COMIENZO

De repente, un ruido ensordecedor lastimó mis oídos: la campana. Ryan casi cae de su asiento y se cubrió las orejas con las manos con desespero; sus venas se brotaron y apretó los ojos. Solo duró diez segundos, pero sin duda dejó al rubio desorientado y aturdido por un rato. Solo pude poner mi mano en su antebrazo como forma de apoyo. 

En eso, la habitación se llenó. Cada asiento vacio ahora estaba ocupado.

Más tarde, mientras la mujer agresiva compartía información irrelevante, yo seguía recordando acontecimientos pasados, tratando de entender qué había hecho mal. Pensando en posibles enemigos que pudieran haber estado involucrados en lo que sucedió para que mi familia no me despertara. 

—Hola. —Una voz masculina me sacó de mis pensamientos—. Soy Keven. —Volteé a verlo de inmediato—. ¿Cómo te llamas?

Mi rostro que se había iluminado, se apagó en desilusión.

—Athena... —No era el Keven que conocía—. Athena Callan. —Corregí mi postura y regresé la mirada al frente.

—No eres de por aquí, ¿cierto? —Lo miré de reojo e intenté disimular la mueca. No quería hablar con nadie y no era el momento tampoco.

—Si no te importa, me gustaría dejar de escucharte.

El chico no me volvió a hablar y yo volví a dejarme llevar por mis pensamientos... por mi mente que no se detenía, haciendo preguntas.

¿Cómo podía encontrar a otro vampiro? ¿A quién podía preguntarle? ¿Quién era confiable? Hasta ahora sólo había visto humanos por doquier. Y claro... los lobos. Podía rastrearlos, pero la posibilidad de que no me dijeran nada era grande teniendo en cuenta que había matado a uno de los suyos. Aunque se lo merecían.

Habían tratado de atacar a los míos. Y habían condenado a uno de ellos a una vida que él no había pedido.

De nuevo, mi mente se bañó de recuerdos...

ANALEPSIS

(Año 1719 d. C.).

Estábamos los cinco en un bellísimo campo verde a trescientos kilómetros de casa, en una misión de exploración; Steven, Leofric, Midas, Keven y yo. Nuestros caballos necesitaban descansar después de los viajes tan extensos que nos faltaban.

—Okay, Midas... —soltó Keven— muéstrame lo que tienes. —Levantó los puños y se posicionó a unos metros de los demás.

—Te vas a arrepentir —Steven arrastró la voz, con una mezcla de advertencia y burla. El pelinegro estaba acostado en el suelo con una rodilla elevada y una mano detrás de la cabeza.

Keven retaba a Midaris a un duelo cuerpo a cuerpo. Valiente de su parte considerando que, a pesar de que Midas era ciego, era el mejor y más fuerte soldado que tenía en mi batallón; solo yo o alguien de la familia podía derrotarlo. 

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —le pregunté con una sonrisa incrédula dibujada en los labios.

—¡Por supuesto! —exclamó e invitó a Midas a acercarse, en un gesto con las manos.

Midaris ladeó la cabeza como si dijera: «como quieras». El albino se lanzó de la enorme roca en donde estaba sentado y caminó con lentitud hacia su adversario. Clavó su espada en la tierra y con un poco menos de entusiasmo que Keven, alzó los puños.

Steven, Leofric y yo compartimos una mirada de complicidad y regresamos la vista a la pelea. 

Negué con la cabeza y me crucé de brazos atenta.

ATHENA © | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora