Capítulo II

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Rosé me ha preguntado mucho acerca de lo ocurrido aquella noche y es irónica la claridad con la que recuerdo cada mínimo detalle de lo que Kai dijo e hizo, hacia dónde desvió el rostro cuando se encontró descubierto, la tensión en su espalda cuando se dio la vuelta para caminar hacia la barra de la cocina y mantenerse ahí unos segundos antes de mirarme y aceptarlo todo con un movimiento de cabeza casi imperceptible, después de haber negado en repetidas ocasiones la veracidad de los mensajes. En cuanto me observó con el iPad de Tae en la mano supo que todo estaba terminado, ya no había motivos para seguir mintiendo ni excusas para dar.

Pero no recuerdo más. El día siguiente y los que vinieron después durante este último mes han sido difusos. Si no tuviera las fechas escritas en los documentos de la oficina y no estuvieran mis firmas en las boletas de control de horario sobre el escritorio de Nayeon, podría estar casi segura de que han sido todos una falsedad, una irrealidad que no he atravesado. Vuelvo a casa a la misma hora, siguiendo el mismo recorrido, con Kai conduciendo la camioneta en silencio. Y me quedo así, estática, paralizada mirando el camino para reprimir el llanto y las miles de preguntas que todavía no le he hecho, sólo por no escuchar las respuestas que ya sé. Kai sembró la duda y las inseguridades muy profundamente dentro de mí, y es incluso más doloroso porque desde siempre ha sabido lo difícil que fue para mí superar la ruptura con Hyunjin, después de que descubriera los mensajes que intercambiaba con Hyuna, una excompañera suya de la universidad. Kai me conoció atravesando ese duelo, fue de los primeros dolores que le compartí cuando nos conocíamos, y limpió cada lágrima que se escapó de mis ojos mientras más le contaba. Pero incluso con todo ello, no le importó. Rompió nuestro matrimonio y mi confianza de la peor manera posible. Podría haberme dicho que no me amaba más, que quería abrir la relación, que ya no quería ser padre, que se iba de retiro a las montañas, o que era gay, pero no que se había acostado con su socia. Ese fue el peor de los dolores porque sabía en dónde estaba la llaga y aun así la perforó.

En el pasado, Jihyo ha venido a comer a la casa varias veces. La primera ocasión fue cuando Kai anunció el cierre de un trato muy importante con la empresa de ingeniería ambiental que dirigía en ese entonces el papá de Jihyo. Ella trabajaba como la principal inversora y especialista en energía eólica del departamento. Kai la invitó a cenar a la casa en agradecimiento y como cortesía por haber sido mediadora en la afinación de los últimos detalles del trato. Después de eso vino en dos ocasiones más, ambas para celebrar el cierre de contratos importantes con otros ingenieros. Kai se dedica a la rama mecánica y ha desarrollado proyectos muy complejos con otros asociados, pero el último que creó con Jihyo fue el más importante de todos. Nunca he entendido muy bien sus explicaciones sobre el trabajo, porque la física nunca ha sido lo mío, pero siempre he escuchado con atención lo que me cuenta. Es fácil diferenciar un proyecto que le emociona de otro que no, porque cuando se entusiasma hablando de alguno se le marcan los hoyuelos en el rostro y mueve sus manos con mucha agitación. Jihyo tomó el mando de la empresa familiar después del fallecimiento de su papá y decidió cofinanciar el proyecto de Kai sobre energía eólica en zonas remotas, haciéndose socios para la toma de decisiones y el desarrollo del presupuesto.

Todos los días repaso las interacciones de ambos en las cenas que hicimos en casa y en las reuniones a las que asistimos juntos en la oficina, pero por más que me desgasto intentando encontrar una señal a la que aferrarme, no he podido unir los puntos de todo este desastre. No sé en qué momento Jihyo se acercó a él para follárselo, o si ese siempre fue su objetivo. Tampoco puedo entender en qué momento Kai pensó que era buena idea acostarse con su socia, más allá de lo que yo pueda sentir y del daño que eso le ocasionaría a nuestro matrimonio, la idea por sí sola es pésima, mezclar lo personal con el trabajo nunca es una buena opción. Cuando no estoy pensando en esto, me concentro en analizar mentalmente todas las acciones y palabras de Kai cuando salía los fines de semana con sus amigos, cuando llegaba tarde por mí a la oficina, cuando se despertaba más temprano que de costumbre y ya estaba en el baño, con el móvil dentro. ¿Es esto también parte de su engaño, o soy sólo yo perdiendo la cabeza?

The seaside - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora