Capítulo III

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Taehyung siempre pierde los calcetines. Es imposible que tenga los pares completos, porque realmente nunca importa cuánto le gusten los diseños que elige cuando vamos de compras, todos terminan desiguales. Al final utiliza uno distinto en cada pie, el único momento en el que sí tiene ambos es cuando los estrena. Después de eso, los olvida por completo y el ciclo se repite sin fin.

Hoy hicimos las maletas para viajar. Kai está quedándose unos días en casa de su hermano, Sehun, probablemente para evitarme. A decir verdad, no había pensado en lo tedioso que sería organizar el equipaje para atravesar el país de punta a punta durante cuatro horas en avión y una más en automóvil, porque el tráfico de Wellington siempre está a tope y es casi imposible salir de la ciudad, todo esto con un niño de seis años. Ni siquiera la incómoda charla con el señor Park en la oficina del banco fue tan estresante como buscar todas las cosas de Tae para empacar. Aunque lo más difícil verdaderamente fue convencerlo de dejar la mitad de sus juguetes y el par de patines en casa para hacer el recorrido un poco más ligero. El único peluche al que no renunció fue a Peeps, una ballena azul que le compramos en el acuario de la ciudad el mes pasado, justo unos días antes de descubrir lo de Kai. Por lo pronto, Tae ya sabe doblar su ropa de manera eficiente y pudo colocar todo reduciendo el espacio en su maleta verde, una mediana con cabeza y cola de dinosaurio que pidió para el viaje de Navidad que hicimos a casa de los papás de Kai, en Wellington. Está muy emocionado por ver a Lalisa, aunque fingió momentáneamente un enojo muy fallido hacia mí por no poder llevar todos los peces de juguete que ha coleccionado el último par de meses.

Cuando Tae nació, todo fue un desastre. Llegó antes de la fecha indicada y tuve que recibir una cesárea, lo que cambió drásticamente el parto en agua en la sala de la casa que con meses de anticipación programamos. Kai había comprado una videocámara en eBay para grabar todo el proceso. También tomó cursos de edición en secreto para hacer un video sorpresa que más tarde me regaló, cuando el recién nacido Tae cumplió su primera semana. Estuve en recuperación casi un mes, y fue bastante traumático para mí. El sentimiento de inutilidad que me invadió por no poder moverme ni hacer nada en casa o fuera de ella, ni siquiera con Tae, poco a poco ganó lugar. Kai contrató a una niñera para que me ayudara con el bebé porque yo no tuve mucha movilidad hasta la tercera semana, cuando finalmente pude cargarlo por la casa mientras lo alimentaba con fórmula, porque tampoco pude lactar. La depresión postparto eventualmente fue tomando su sitio y me tragó. Durante esos dos primeros meses de vida de mi hijo me aferré con todo lo que tenía a él y al video que Kai nos había hecho de los tres. Repetía los cinco minutos y veintinueve segundos de duración que tenía una y otra vez, en bucle, hasta que el llanto me agotaba y caía dormida. Kai nunca me dejó caer. Él le habló a mi terapeuta y me acompañó a las primeras dos sesiones, porque no podía hablar. La primera vez simplemente se limitó a abrazarme porque el llanto no cesaba. Kai nunca me había dejado caer, hasta que lo hizo.

El doce de agosto que nació Tae, Jisoo y Lalisa ya estaban en la sala de Rosé por la mañana, esperando a que terminara el congreso que ella estaba impartiendo porque la noche anterior empezaron las contracciones de repente y fui ingresada en el área de Urgencias. Aún recuerdo la sensación de las sábanas frías y el olor a hospital que tanto estuve evitando para dar a luz, no quería que el primer contacto de mi hijo con el mundo fuera en un área tan gélida e impersonal. Rosé todavía no era directora de la clínica, pero se había hecho de buenas amistades en el hospital donde terminó la especialidad, por lo que la doctora Yeri movió cielo y tierra para atender personalmente mi cesárea, a petición suya. En ese entonces Jisoo todavía vivía en Auckland y Lalisa tomó el primer vuelo para llegar a casa de Rosé casi al mediodía. No podía contener la emoción y los nervios, porque de las tres fue la única que no estuvo presente durante todo el proceso del embarazo, pues se había mudado apenas unos meses antes de que Kai y yo finalmente descubriéramos que nuestros intentos habían dado resultado. Apenas tuvo al niño en brazos, no pudo evitar el llanto, estaba muy emocionada de ser la "tía" de Taehyung, como la ha llamado él desde que tiene memoria. Al entrar a la habitación, dejó su cámara instantánea en la mesita de noche junto a mi cama, recuerdo que en algún momento mientras sostenía a Tae en brazos, él empezó a llorar por el movimiento errático del pecho de Lalisa ocasionado por su llanto, y de repente ambos estaban cubiertos de lágrimas, aunque ciertamente el espacio se llenó de sus gritos tiernos y graduales. A mí me hizo mucha gracia y les tomé la primera foto juntos. Siempre me pareció irónico que la primera foto que tiene Taehyung con otra persona es con ella, ni siquiera conmigo. Kai nos grabó, pero olvidó las fotografías con todo el caos y la adrenalina de lo que había ocurrido en cuestión de horas. Después de adormecerlo nuevamente y calmar su propio llanto silencioso, lo miró por largo rato y me lo devolvió, tomó la cámara y me hizo la primera fotografía que tengo con mi hijo, una instantánea en la que me veo peor de lo que alguna vez me he visto, y él pacífico y perfecto. Al cabo de unos minutos contemplando al niño con sonrisas imposibles de borrar de nuestros rostros, interrumpieron el silencio Rosé y Jisoo con los regalos que las tres habían comprado para él. Todavía tenemos el mono bailarín que Jisoo le compró en uno de sus viajes a Berlín, cuando recién conocía a Seulgi y la acompañó a la presentación de clausura con el Ballet Nacional. Desde el día en que compartí mi embarazo ya existía un vínculo muy fuerte de las tres hacia Tae. El niño es su adoración, aunque probablemente ellas sean la razón de que esté tan terriblemente consentido y siempre consiga lo que quiere. Su apoyo y compañía también fueron vitales para mí durante los primeros meses, enfrentándome a la maternidad por primera vez, y a la depresión postparto que empezaba a experimentar. Todo lo crudo y difícil que pudo haber sido se amortiguó muchas veces con sus visitas y sus llamadas. Incluso Lalisa viajaba una vez cada dos semanas para que cenáramos las cuatro juntas en mi habitación. Yo no tenía las fuerzas ni la voluntad para cocinar, por lo que ellas se encargaban de todo y al final compartíamos un momento agradable entre charlas tranquilas y comidas deliciosas. El respeto hacia mi dolor que las tres mostraron es algo que hasta el día de hoy no sé cómo agradecer. Pero lo hago, y pienso en ello invadida de gratitud y ternura. Lo mismo que solía sentir cuando pensaba en Kai pasando la esponja suavemente por mi espalda los días en que no tenía energías para bañarme, o cuando recordaba el momento en el que proyectó el video del nacimiento de Tae en el cine de la sala. Kai y yo antes del quiebre, mucho antes del dolor.

The seaside - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora