Entre martires y flores

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Shen Jiu no durmió y no deseaba hacerlo; fue por ello que cuando Luo Binghe ingresó horas después a la prisión, encontró al ex maestro sentado tranquilamente sobre sus rodillas y con las manos descubiertas exponiendo heridas de sangre seca.

El cabello desprolijo y sucio no lograron opacar la belleza del hombre que miraba a la nada. Labios pálidos y resecos contrarrestaban el color rojizo del interior de su boca, algunos hilos de sangre seca se mantenían en las comisuras causando con ello que su imagen se viera reflejada como la de un prisionero a punto de pedir suplica y perdón.

Más no era así porque cuando el maestro reaccionó para ver al demonio en persona, todo sentimiento inexistente se volvió un huracán de emociones y se vieron reflejadas en la mirada esmeralda que se intensificó cuando el hombre de túnicas negras sonrió con descaro.

—Veo que a Shizun su nuevo discípulo lo ha liberado de la cómoda posición en la que lo dejé.

Luo Binghe sonrió con hipocresía, se acercó más al maestro para sujetarlo por el cabello y tirar de este hacia atrás encontrándose con la mirada feroz para ignorarla después ya que su vista se deslizó en un parpadeo desde los ojos esmeralda hacia el cuello que aún portaba el cable rojizo.

La sonrisa se amplió y con ello tuvo el descaro de descender su mano desde los mechones oscuros hacia el rostro pálido y frío para posarse finalmente en el cuello apresado que mostraba los nudos corredizos para ser sujetado.

—¡Oh! —Arqueó ambas cejas en fingida sorpresa— Creo que tenemos que domesticar a Shizun ya que este amo ha descubierto que otro perro vino a tocar lo que no era suyo.

—¿Amo? Aquí el único amo soy yo, tú no eres más que un miserable perro callejero. —Se atrevió a retar con una sonrisa de superioridad.

Luo Binghe arqueó una ceja ante tal muestra de egocentrismo; su maestro pese a verse poco presentable no dejaba esa aura dominante que ya había comenzado a cansar al demonio ya que ni quitándole las uñas logró escuchar un solo grito de súplica, ni siquiera colgándolo por los brazos y cuello consiguió que el hombre temblara y huyera del dolor.

No.

Shen Qingqiu se dejó atar y doblegar en silencio, aceptando el castigo y dedicándole sonrisas altivas cada que sus miradas conectaban, aún cuando su posición fuese claramente en derrota; él; Shen Jiu jamás se mostró suplicante y eso cansó lo suficiente a Luo Binghe quien de un momento a otro ladeó la mano y le soltó un bofetón tan fuerte al prisionero que cayó al suelo al no tener energía circulando por su cuerpo que le ayudara a tolerar el impacto.

—Este miserable perro terminará con su amo.

Shen Qingqiu quien se encontraba en el suelo, soltó una risa causando que nuevos hilos de sangre descendieran por su boca mallugada a causa del golpe; observó de soslayo al demonio y con altives respondió:

—Al menos conoces tu lugar.

Luo Binghe tensó los labios un segundo antes de ocultar sus manos con un porte ciertamente torpe y carente de elegancia detrás de su espalda, de esta forma entrelazó superficialmente sus dedos mientras observaba a su antiguo maestro levantarse con ese aire digno que le caracterizaba.

—No puedo permitir que vean a mi bien querido Shizun así —la mirada se posó sobre el cabello suelto y esparcido tal cual tinta sobre el cuerpo ajeno, llegándolo a cubrir casi por completo— ¿Qué pensaría el líder de secta al ver a su querido shidi así?

Shen Jiu mantuvo la mirada en la nada, su pensamiento voló a aquellos años de esclavitud donde él y su Qi Ge estaban sucios y vestidos con harapos, a ese recuerdo se sumó una frase que el mayor siempre decía entre sonrisas y que causó en el ahora prisionero una mueca de desprecio.

Pequeño loto negro «BingJiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora