Las escorias no lloran

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—¡Bienvenido líder de secta! —Luo Binghe se alejó lo suficiente de Shen Jiu como para recibir desde su lugar al nombrado.

Yue Qingyuan observó a su shidi quien había bajado por completo el rostro; la postura recta y la corona bien colocada solo hicieron que el recién llegado interpretara aquello como una buena señal ya que Shen Qingqiu lucía bien salvo por un par de arañazos en el rostro.

—Qingqiu shidi... —Expresó con preocupación envuelta en una suave sonrisa.

—Por favor líder de secta, acérquese que llegó en buen momento —Binghe sonrió con falsa amabilidad; señaló un lugar ubicado en el centro de la lujosa habitación y esperó paciente a que el hombre se acercara más—, estábamos por iniciar el juicio con mi querida esposa Qiu Haitang.

Yue Qingyuan cerró suavemente la mano sobre la espada; Xuan Su resplandeció fugazmente. Acatando la orden de quien alguna vez había sido el discípulo de su sido, tomó lugar en donde le habían indicado; un par de sirvientes humanos acomodaron una elegante silla de bambú misma que colocaron para cerrar aquel corredor que estaba formado por las esposas más relevantes del demonio.

Su mirada vagó lentamente hasta posarse sobre Ning Yingying, misma que decidió evadir la mirada del líder de secta para fijarla sobre el hombre que amaba, después de todo Yue Qingyuan había sido muy amable con ella en el pasado y el sabor de la traición humedecía su lengua a cada segundo que pasaba porque al traicionar a Shen Qingqiu también le estaba dando la espalda a un gran líder.

En su corazón, Ning Yingying solo pudo pensar en que solo lo hacía por amor y que las consecuencias no iban a ser tan fuertes ya que su amado A-Luo le había prometido larga vida tanto a su maestro como al líder de la secta que lo cobijó por años.

Y con esa creencia tonta, ella decidió inclinarse ante el hombre que hacia mucho ya había dejado de ser una persona racional al haberse centrado en sus propias ambiciones que iban más allá del amor.

Shen Jiu por su parte, mantuvo cerrado los parpados solo unos segundos, necesitaba calmarse; centrar su odio y apresurar su inexpresividad para rescatar a dos personas cuyo valor era mayor a su libertad pero para eso requería de todo su coraje.

Él precisaba relucir nuevamente su lado escoria con tal de que Luo Binghe dejara ir a esas dos personas; admitiría firmemente sus crímenes, aceptaría la muerte, la recibiría como quien da la bienvenida a un viejo amigo, estaba dispuesto a extender sus brazos para aferrarse a la Moira de su destino la cual concluiría con su vida con tal de salvarlos.

Él en verdad deseaba que ellos vivieran y por ende tan solo bastó el inhalar hondo para que al abrir los ojos resurgiera de su cansado y agotado cuerpo el coraje y la determinación de ser el mejor villano para pagar sus crímenes; aún si nunca los cometió.

Y con esa energía villanesca recuperada; él; Shen Qingqiu alzó la mirada exhibiendo porte, elegancia y superioridad para alzarse renacido de sus propias cenizas.

Con tal determinación se levantó de su sumisa posición para alzar el mentón y confrontar al bastardo que tenía por ex discípulo quien le observó primero con sorpresa y después con enojo porque para Binghe no pasó desapercibido aquella emoción, sea cual sea tanto Yue Qingyuan como Gongyi Xiao generaban en Shen Qingqiu emociones diferentes al odio y eso al demonio molestó ya que a él, jamás le dedicó ni el menor ápice de preocupación.

Pero más sorprendió al demonio el ver como Shen Qingqiu avanzaba hacia él y lo empujaba con fuerza para colocarse en su lugar y con elegancia adoptar una pose digna de maestro ya que, aunque carente de poder espiritual y abanico que ocultara sus emociones; el gran maestro Shen Qingqiu se mostró más poderoso al observar con el ceño fruncido a todos, mostrando asco y odio como siempre lo había aparentado.

Pequeño loto negro «BingJiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora