Tan fuerte, tan frágil

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—Tengo hambre.

El débil susurro de una voz infantil inundó suavemente el minúsculo cubículo donde se encontraban al menos seis niños acurrucados en busca de calor. De esa forma dormirían un momento olvidándose de la cruel sensación de hambruna y dolor.

Todos dormían, salvo dos menores; Xiao Jiu y Qi Ge.

—Debí haber guardado mi porción para ahora. —Murmuró por lo bajo un niño de mirada esmeralda.

Qi Ge miró con tristeza al menor; percatándose de que nadie más estuviera despierto, sacó de su túnica sucia un pedazo de manzana que había encontrado en la basura pero que al menos era comestible. Sin dudar la ofreció ante un muy sorprendido Xiao Jiu quien le dedicó una mirada de asombro al joven cuidador.

—Cómela, la guardé para ti. —Susurró acercando el pedazo al joven.

—Qi Ge —el joven tomó el pedazo, mismo que partió a la mitad volviendo aquello una diminuta porción—, come conmigo.

—Tú lo necesitas más que yo.

—No lo comeré si no es contigo.

El joven observó el ceño fruncido de su menor y ante aquel gesto no pudo evitar más que sonreír con suavidad; Xiao Jiu imitó aquella misma expresión mostrando un gesto cómplice; ambos no se movieron de su lugar. Ambos permanecieron acostados mientras comían aquel minúsculo fruto que aunque simple y casi podrido, los unía más allá de todo.

—Cuando sea mayor y el mejor cultivador, seré yo quien te ofrezca las mejores comidas. —Prometió el futuro líder.

—¿Me llevarás contigo a donde sea que vayas a ser líder de secta?

—¡Por supuesto! —Expresó entusiasta— ¡No dejaré a A-Jiu solo! ¡Nunca!

Xiao Jiu cerró los ojos otorgándole una sonrisa brillante al joven Qi Ge; ambos disfrutando de una manzana casi podrida, ambos felices, ambos unidos...

Y para cuando el menor abrió los ojos, aquel contraste se vio modificado a un suelo de madera fría y restos de sangre propia; su estómago rugió más aquello no le causó tanto dolor como el que sentía en el sur de su cuerpo.

Apretó con coraje la mandíbula mientras sus lágrimas calientes descendían porque Qi Ge no había vuelto por él, lo había dejado al abandono, muriendo más allá de la hambruna y la tristeza, muriendo en cuerpo y alma.

—¿Dónde está Qi Ge? —Susurró entre lamentos.

Ahora no había un hermano mayor que le diese un pedazo de manzana casi podrida, no había con él un compañero de aventuras; no podía ver la mirada tranquila y la sonrisa suave que le proporcionaba quien antaño lo protegía.

Por un segundo deseó que Qi Ge estuviese a su lado más pronto desechó aquel pensamiento tan vomitivo y repugnante porque la situación en la que se encontraba lo llenaba de tanta vergüenza al punto de querer morir solo antes de que alguien lo descubriese en tal situación donde sus túnicas estaban teñidas de rojo y su rostro no fuese más que piel purpura hinchada a causa de los golpes proporcionados por Qiu Jianluo.

¡No!

El deseo de ser encontrado y protegido se vio obstaculizado por el temor a que lo viesen así de roto; el anhelo de ser protegido quedó anulado cuando abrazando su hambriento estómago se dio cuenta de que no era digno de ser tratado con amor y que quizá se merecía aquello.

Que las torturas y violaciones las tenía bien merecidas por antes haber sido un niño rebelde entre los esclavos; que las privaciones de comida y una cama donde dormir eran fruto de su propia cosecha y que quizá Qiu Jianluo no era tan monstruo como pensaba porque una escoria como él merecía eso y más...

Pequeño loto negro «BingJiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora