Capítulo 2

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Max

La noche estaba algo fría; había olvidado llevar mi chaqueta. Mis labios estaban muy secos gracias al cigarrillo, no sé cuántos había fumado ya, y tampoco tenía muchas ganas de averiguarlo. Pude notar la mirada penetrante de alguien sobre mí. Rodeé mis ojos levemente y vi a una chica mirándome descaradamente. Su cara era un 8; lucía confundida, y sus miradas eran algo incómodas. Intenté solo voltear hacia otra dirección, ignorándola por completo. Pasó un rato, y observé cómo intentaba pasar hacia la otra acera. Cada intento era más tedioso que el anterior. Pensé en reírme fuerte, pero no quería llamar su atención. Cuando por fin iba a cruzar hacia el otro lado, un carro aceleró sin más. Me levanté de golpe y agarré su mano, la cual no sentía mucho. Mis manos estaban muy frías; creo que la agarré con tanta fuerza para poder sentirla, pero fue tan inútil. La dejé en la acera y, sin pensarlo dos veces, corrí y me dispuse a entrar al edificio. Recordé que debía llamar a Camila, mi hermana menor.

Entré al edificio, y Luke, mi compañero de apartamento, estaba aún con su novia.

—Maxi, Valeria hizo algo de comida, y supuse que no habías comido nada, así que te guardamos un poco —dijo sonriendo.

—¿Sí? Muchas gracias —respondí.

Lo curioso era que su "comida" era cereal con leche. La chica se reía muchísimo, y él igual. Vaya que son muy parecidos. No dije nada y me comí todo; debía hacer una vídeollamada, y ya había tardado mucho.

—¿Cómo sigue Luke? —preguntó Camila.

—Está mejor, su novia ha estado aquí con él, y lo ha cuidado mucho —respondí.

—¿Y tú cómo estás?

—Bien, de maravilla —respondí sarcásticamente.

Así estuvimos 20 minutos hablando, y luego ella me informó que debía ir a dormir. Le di las buenas noches y me dirigí al baño en silencio. Cuando Valeria está aquí, trato de estar algo alejado; son muy ridículos y se hablan como si tuvieran algún retraso mental. Me bañé y fui al cuarto. Me cambié, me acosté e involuntariamente me ahogué en mis pensamientos.

«—¡Papá, basta! ¡Por favor, ya, no peleen más! —gritaba Camila desesperadamente. Mi mamá, por su parte, no decía nada; solo sujetaba fuertemente a mi papá, para que no se acercara a pegarme. —Estoy harto de que te entrometas entre tú madre y yo. No eres nadie —gritaba con mucha furia. —Déjala en paz. Todo el tiempo la culpas por tus mierdas, la menosprecias y ¿debemos quedarnos callados? —ataqué con una ceja alzada. Ya no debemos, ni queremos tener que escuchar cómo la golpeas y le gritas —grité desafiando.

Mi papá cada vez tenía más rabia, y comenzó a empujar a mi mamá para soltarse de su agarre. La empujó con tanta fuerza que golpeó la parte lateral de su cabeza con una de las puntas de la mesa, y ella cayó inconsciente. Cami y yo corrimos, y papá solo se quedó mirando la escena fijamente. No decía nada, no se movía, por más que gritábamos que llamara una ambulancia. Camila corrió hacia el teléfono y, con sus manos temblorosas, pudo llamar. Salimos con mamá en nuestras manos, y en varios minutos llegó la ambulancia. Comenzaron a hacernos preguntas mientras yo me subía con ella. —¿Con qué objeto se pegó? —preguntó insistentemente el paramédico.

Yo no decía nada; mi garganta ardía tanto, y no podía pensar. Él dejó de hacerme preguntas.

Media hora después de que la perdí de vista, mientras entraba a una sala, el doctor llegó a la sala de espera y comenzó a preguntar: «¿Quiénes son los familiares de la paciente Sara Clark?»

—Y- yo... —dije con mi voz entrecortada.

—Lo lamento, recibió golpes muy fuertes en la parte lateral de la cabeza y tenía un hematoma en la nuca. Lo sentimos, no pudimos hacer nada más».

Ahí estaba yo nuevamente, atormentándome con aquel evento que me jodía lentamente. No sentí cuando, pero ahí quedé dormido, pensando en ello.

Mi vuelta al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora