Capítulo 10

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Hacían días desde el incidente que no veía a Max. Trataba de evitar cualquier conversación o pregunta de las chicas hacia mí con relación a él. Aún trataba de entender qué palabra le molestó, qué estuvo mal o si fue mi culpa. Pero no obtenía respuesta por más que trataba de buscar.

—Buenos días, chicos, hoy les tengo una sorpresa —comentó entrando la profesora de matemáticas, —he decidido hacer una competencia de juegos mentales, hombres vs mujeres, ¿Qué les parece?

Todo el aula quedó en silencio; era la segunda semana y ella quería hacer juegos mentales.

—Cuidado, Rodríguez, no te mates por participar —dijo con sarcasmo.

Todos comenzaron a hacer preguntas aleatorias y ella estaba feliz respondiendo. Cami, Val y yo estábamos solo escuchando hasta que ella dijo:

—¡Oh!, Olvidé un punto importante; el grupo que gane, ya sea hombres o mujeres, tendrá un premio monetario que el grupo perdedor debe aportar.

No tuvo que seguir diciendo algo más para que Val corriera hacia la primera fila y tomara apuntes de cada cosa.

Camila y yo solo nos reíamos.

La idea era totalmente innovadora, pero dudaba mucho en la idea de YO crear un juego mental de nada más y nada menos que MATEMÁTICAS. Muchas veces ni siquiera sé la tabla del 7 y además de eso, ¿cómo podría?

—Camila, ¿crees que Valeria, tú y yo podamos crear o al menos llegar a imaginar un juego mental? —pregunté reflexiva.

—Sinceramente... No. Pero aquí solo hay vibras positivas, así que sí. —dijo colocándose de pie con las manos hacia arriba.

Todos miraron hacia ella, y yo solo trataba de pensar en qué juego podría crear. Realmente no necesito la plata en este momento, pero no me gusta perder y necesito tener plata para comprar algo innecesario que vea.

Así pasamos las últimas horas, viendo los apuntes de los demás y diciéndoles que los íbamos a comparar con los nuestros. Cuando claramente no teníamos nada que comparar, solo queríamos ver los de los demás.

Salimos del instituto, y Valeria comenzó a hablar de su novio y de cuánto necesita la plata para darle un regalo.

—Camila, dime qué les gusta a los hombres —preguntó Val, insistente por octava vez.

—Valeria, no tengo la menor idea. Regálale un balón de fútbol, yo qué sé, eso sí nunca le des un pañuelo. Mi tía dice que si regalan pañuelos, su relación termina, según ella, pero igual quiénes somos nosotros para hacerlo. —cuestionó encogiendo los hombros.

—Regálale comida o también puedes hacerle una comida tú y pasar un rato agradable juntos, ¿no? —hablé entre dientes.

—Dios, gracias por iluminar a esta bella chica. —dijo mirando hacia el cielo.

Todas reíamos.

—Chicas, ¿podríamos ir al café? Necesito hablar con mi hermano y es la única parte donde lo puedo ver.

Automáticamente me coloqué incómoda; gracias al cielo ellas no lo notaron.

Asentimos al unísono y fuimos. Aunque había aceptado ir, estaba un poco nerviosa de verlo nuevamente. Tenía miedo de cómo iba a reaccionar. Aunque debería disculparme, yo no hice nada, pensé mientras ya casi llegábamos.

—Entren rápido para tomar una mesa, no hay mucha gente. —aviso Val. Y ambas la seguimos.

Cuando entramos, enseguida su mirada cayó en nosotras. Yo solo ignoré su existencia y fui directo a la mesa más lejana que estaba de él. Aunque no podía verlo, sabía que él me estaba mirando y no intentaba ocultarlo. Valeria me quedó mirando tratando de descifrar por qué estaba tan tensa, pero la ignoré igual.

—Camila, ¿qué haces aquí? —atacó Max con una ceja alzada.

—Hola, lindo hermanito, yo muy bien, ¿y tú cómo te encuentras? ¿Podrías relajarte? Es un café. Venimos aquí a tomar café. Dahhh

—Como la iguana, dahhhh —siguió Val, causando una carcajada para Camila, me dio también risa, pero decidí reprimirla.

A quién no le dio ni una pizca fue a Max; estaba más irritado que todas las veces que lo he visto.

—¿Qué quieren de comer? ¿O tomar? Rápido que estoy ocupado. —preguntó él.

—Eso esperancito, yo quiero unas galletas de vainilla con un café amargo, así como tú. —pidió Val. También ignoré eso y reí hacia mis adentros.

—Yo quiero solo café con leche, ¿y tú, Ariana? —preguntó Camila mirándome.

Max me estaba mirando esperando a ver qué quería pedir, pero no podía soportar su mirada así que comencé a ver mi celular.

—No quiero nada. —dije indiferente.

Sin decir algo más, se fue y comenzamos a comer.

Ese mismo día, horas antes...

—Luke, ¿podrías sacar tus mierdas del baño? O decirle a tu novia que no deje su ropa interior ahí? —me quejé.

—Sí, sí, como tú digas, deja el ruido por favor. —dijo Luke adormilado. —Max, algo más, si Val llega al café, trata de darle muchas galletas o café, no sé, casi siempre se va sin desayunar. Gracias. Yo te pago acá.

—Si veo a tu novia entrar al café hoy, probablemente me esconda de su voz intensa, chillona y sus chistes malos. —le respondí de mala gana.

—Y Ariana también. —siguió con los ojos cerrados hablando.

—Ariana, ¿qué? —le pregunté.

—Se van sin desayunar, están haciendo dieta, pero diles que no tienen calorías o no sé, si quieren café amargo, le colocas un poco de azúcar.

No le respondí nada y me fui.

Terminamos de comer, pagamos, y Camila se quedó un momento hablando con su hermano mientras nosotras salimos. Cuando estábamos en la puerta, vi que venía Marcos con una chica y unas bolsas de compras. Nos saludó y se fue directamente a la cocina.

Camila también salió, y nos estábamos despidiendo; Val vive cerca, así que se fue primero. Ayudé a Camila a tomar un taxi, y yo estaba esperando para pasar la acera. Ya habían pasado 10 minutos, y los autos no bajaban la velocidad por más que veían mis intentos de pasar.

Me concentré en el edificio del frente y me sobresalté cuando agarraron mi mano y pasaron la acera; fue tan rápido que ni siquiera pude decir nada.

Cuando pasamos, solo nos quedamos mirando. Aunque intentaba bajar la mirada, no podía, o quizás no quería. Sus ojos son realmente lindos, y él lo sabe.

—De nada. —comentó Max, sacándome de mis pensamientos.

—No pudiste solo decirme, "hey, vamos, yo te ayudo", ¿tenías que jalar tan bruscamente mi mano? —me quejé.

—¿Es en serio? —preguntó divertido.

—Sí. —respondí y me preparé para seguir caminando.

—Te ves muy guapa con uniforme. —se aventuró a decir con una sonrisa que derrite el iceberg más fuerte. Y sin más, se fue hacia el café nuevamente.

Mi vuelta al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora