Capítulo 4

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Marcos

—Mamá, ya sé que no es obligatorio, pero definitivamente quiero estar en ese edificio.

—Está bien, pero cuando tu papá llame, le informas, ¿vale?

—Okey —dije y salí de la sala.

Iba en busca de darle la noticia a mi hermana, pero se acostó temprano, supongo que está cansada. No he podido dejar de pensar en la chica de la cafetería. Pero bueno, debo concentrarme en arreglar lo de mañana o un poco por lo menos, para que mañana sea mínimo lo que tenga que hacer. Guardé casi todo y me puse a jugar videojuegos, estuve varias horas allí y luego fui a dormir.

Toda la mañana me la pasé insistiéndole a Ariana que me ayudara a llevar todo a la universidad. Ella accedió y aquí estoy esperando hace media hora que salga del baño.

—Ariana, por favor, ya sal. ¿Por qué tardas tanto?

—Cálmate, ya casi voy a salir.

—Hagamos algo, ¿te parece si yo me voy primero con las cosas pesadas, y tú vas después solo con una cajita y el violín? —pregunté.

—Sí, dale, yo voy luego intenso.

No respondí nada y me fui caminando; el edificio no estaba muy lejos. Cuando me iba acercando, noté que los chicos se veían desde la cuadra anterior. Había muchísima gente fumando, riéndose, comiendo en los balcones. Entré, y al final del pasillo había un patio con muchas mesas. En una de ellas estaban Valeria, Luke y otro chico hablando, uno que nunca había visto. Los saludé y subí a dejar todo en la habitación que me tocaba. Pude ir guardando casi todo en su sitio y salí al patio a esperar junto con ellos a Ariana.

Hablamos un montón, nos tomamos algo y aún mi hermana no llegaba. Ella siempre tarda con todo cuando se trata de mí, así que no quería preocuparme. De repente, una chica rubia de ojos marrones se acercó a Max y comenzó a coquetear con él. Pude notar en su cara el fastidio, y él comenzó a quitar los brazos de ella de encima de su cuello. La chica hacía caso omiso y seguía besándolo y abrazándolo. Esto era muy incómodo.

Minutos después, él se levantó de la silla molesto. No sé qué le pudo decir ella, pero él alzó la voz y le dijo que se quitara de en medio. Agarró su mochila y se fue por el pasillo sin decir nada.

Max

Me fastidia que Samanta siga en ese plan. Ya le he dicho muchas veces que no me gusta que haga eso, y ella continúa con su juego patético. Mi vida ya es bastante complicada como para que venga ahora. Necesito relajarme, así que pensé en comprar cigarrillos. Se me habían mojado la cajetilla en la mañana. Salí y vi nuevamente a la misma chica en la otra acera con una caja y un violín, mirando hacia todas partes e intentando cruzar. Traía el cabello suelto y ropa deportiva. Pero bueno, debía comprar mis cigarrillos. Entré a la tienda, compré y me puse a su lado a esperar para poder pasar. No sé si me sintió, ya que estaba tan concentrada en tratar de pasar hasta el otro lado.

—¿Te ayudo con la caja? —le pregunté con la mirada en mi cigarro.

—Sí, por favor, gracias. Llevo mucho tiempo aquí —suspiró pasándome la caja—. ¿Estudias aquí?

—Sí, ¿y tú?

—No, mi hermano. Son sus cosas.

No supe qué más preguntar y me quedé callado. Ya íbamos a cruzar, y la chica me tomó del brazo fuerte. Sus ojos son muy lindos; no me había dado cuenta la otra noche de eso. Cruzamos, y la dejé en el otro lado de la acera. Ella tomó su caja, y yo me fui.

—Oye, gracias otra vez —murmuró sonriendo.

Asentí y la vi desaparecer por el pasillo. En el edificio hay un banquito algo alejado al que constantemente voy; aquí nadie me prohíbe fumar y muy pocos frecuentan. Comencé a fumar y me di cuenta de que en la camisa tenía esmalte de uñas. No entiendo cómo llegó ahí. Me imagino que tuvo que ser esa chica. No me dijo su nombre, pero fue ella, estoy seguro.

—Hola Maxi, ¿qué haces aquí solito? —dijo Samanta acercándose.

—Samanta, ¿puedes dejar de seguirme?

—Quiero hablar contigo. Que sepas que estoy aquí.

—No es necesario.

—¿Por qué? —refunfuñó haciendo pucheros.

—Porque no te puedo corresponder. Agradezco totalmente que me hayas apoyado en el momento que lo necesité, pero yo no puedo estar contigo. ¿Vale?

—Ahora dices eso, antes nos divertíamos, y la pasabas bien conmigo.

—Si no te vas, me iré yo.

—Yo me voy tranquila, pero te aseguro que pronto estarás conmigo, y estaremos nuevamente juntos. Siempre estaré aquí para ti, Max —decía mientras colocaba su mano en mi pecho—. No sabes cuánto te extraño —agregó guiñando un ojo.

Se fue, y comencé a recordar lo que ella decía. Ella estuvo mucho tiempo conmigo después de la muerte de mi madre; siempre estaba para mí, aún sabiendo que no quería estar con ella. Me ayudó a salir de muchos problemas. Le debo mucho, pero no puedo mentirle, diciendo que la quiero como algo más que una amiga.

Mi vuelta al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora