CAPÍTULO XV: Despedida y un inicio.

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El desaliento estaba pintado en su rostro, la desesperación, el dolor, la ira, el sufrimiento, era una mezcla de emociones.

Bajó la cabeza y apretó con fuerza los puños; el suelo era golpeado por grandes gotas cristalinas que azotaban contra el frío pasto que se movía con la suave brisa de la noche. Eran gotas de llanto que corrían por su pálido rostro, derramándose como si de una lluvia se tratase.

Levantó su delgado brazo y apuntó hacía el noroeste, mostrando una débil y temblorosa sonrisa.

– Esa es... – Pronunció con la voz cortada, como si buscase reunir la fuerza para hablar – Esa es mi casa.

– Eileen... – Aither se tensó al ver a la pelinegra – Eileen...

El aire se llenó de un grito desesperado y doloroso. Adén envolvió en sus brazos a la joven chica que lanzaba un llanto desconsolado.

– Lo lamento tanto, Eileen – Dijo el albino.

Lively era el lugar donde cientos de generaciones de niños crecieron, el lugar en donde se pasaban cientos de momentos alegres, el lugar donde por primera vez los niños supieron lo que era tener una familia, el lugar donde Eileen creció; pero ahora no era más que un edificio en ruinas, Lively se había convertido en unos simples muros derrumbados.

Eileen detuvo su llorar al escuchar una débil voz llamándole desde los escombros. Se podía escuchar el dolor en aquel sonido que se perdía conforme la brisa iba creciendo.

– Viniste...

A pesar de lo bajo que habló aquella voz, ella pudo reconocerla a la perfección.

– ¡Carson! – Gritó Eileen – ¡Carson!

Los ojos de Eileen viajaron con velocidad por el lugar, hasta que se detuvieron en una dulce sonrisa que se escondía entre los escombros. Por inercia, ella empujó a Adén, liberándose de su agarre; con las piernas temblantes comenzó a caminar hacía el edificio, no parecía capaz de poder mantenerse de pie.

– Mierda... ¡Adén, ve por ayuda! – Ordenó Aither – ¡Hay gente atrapada en los escombros!

Adén salió corriendo sin dudarlo, no había tiempo que perder. Mientas, Eileen tomó la fuerza suficiente para correr hacía su hogar, a pesar de estar agotada y con cada hueso doliendo, era algo que podía soportar.

Se lanzó hacía Carson, cayendo de rodillas junto a ella. La joven y siempre sonriente señorita Carson miró con tristeza a Eileen, entonces sus ojos se vidriaron sin llegar a humedecerse, estaba envuelta en un llanto seco. Un pedazo de concreto reposaba sobre ella, destruyendo e inmovilizando sus piernas y, una varilla de metal atravesaba desde su hombro derecho hasta su pecho.

– No esperaba encontrarte aquí – Dijo Carson, soltando un gruñido de dolor tras decir eso – Vete... ¡Vete! Hay un Knoock suelto.

– Ca...Carson... – La temblorosa voz de Eileen llenaba el lugar, le parecía complicado poder hablar junto a ella – ¡Carson!

Aither se acercó a ambas mujeres con rapidez y tomó uno de los extremos del muro de concreto, poniendo toda su fuerza en intentar levantarlo. Empujaba con tanta desesperación que incluso las venas de su rostro comenzaban a marcarse ante tal esfuerzo.

– Es inútil – Gimió la mujer – Aunque levantarán el muro, no hay manera de evitar que yo muera.

– ¡Cállate! – Bramó Eileen entre llantos – ¡Te sacaremos de aquí! ¡He derrotado al Knoock! Ya no hay peligro...

Carson sonrió, mostrando melancolía en aquella sonrisa. Aither golpeó el piso con la palma de su mano, la cual había sacado un destello verde, entonces, del suelo comenzó a emerger un gran árbol de roble hasta elevarse por el oscuro cielo grisáceo; esta vez estampo la palma de la mano contra la corteza del tronco. El árbol cobro vida, tomando la forma de un gigante hecho de pura madera.

Colors: La resurrección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora