XVIII.

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Todo estaba igual, la lámpara de su escritorio estaba encendida, y su marcador estaba entre sus dedos y destapado. Su libro de anatomía estaba abierto en una página llena de texto con letras pequeñas, que habían sido remarcadas para poco después formarán un buen resumen.
Tamara miro todo exaltada, había lágrimas en sus ojos, y no podía parar de llorar, miró su computador y se fijó en la hora, las tres con veinte minutos de la madrugada.
Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Y le entró el miedo.
Sabía que sus padres posiblemente estarían durmiendo, bien mejor dicho todo mundo estaría durmiendo; se puso de pie y con el corazón acelerado se dirigió al baño del pasillo, y es que era el único baño que había dentro de la casa, el otro estaba cerca del portón,  al lado de los lavaderos y el jardín.
Abrió la puerta y la madera hizo un chirrido peculiar, ella arrastró los pies y con cansancio encendió la lámpara. Se miró en el espejo y estudio con detenimiento su rostro.
Palidez.
Era lo único que podía observar, sus labios estaban blancos como la cal y sus ojos se veían apagados, era como si estuviera jodidamente enferma.
—Madre mía, ¿Qué me está pasando?—. Dijo y abrió el grifo.—¿Quién carajo que me dejó?
Tomo agua con ambas manos y se empapó la cara.
—Además… solo es un sueño.—Sentencio.—¿y porque hablo sola?
Levantó la cara y miró nuevamente su reflejo. Detrás de ella estaba un hombre con un traje negro, tenía una capa que le cubría casi todo el cuerpo, la luz de la lámpara le hacía sombra en el rostro y le era imposible verlo.
Todo su cuerpo se paralizó. No sabía que le sucedía, no podía mover ni un solo dedo y mucho menos podía gritar.
—Perdóname—. Aquel sujeto le hablo.
—¡Dios mío!—. Grito en su mente.
Abrió y cerró los ojos por pocos segundos y aquello desapareció.
Tamara estaba helada, podía recordar la voz de aquel espectro, con las manos temblorosas cogió la toalla y se secó el rostro para después salir corriendo de aquél lugar.
(…)

Lucas estaba ansioso. Era el día que Camille regresaría de la ciudad de México; sus padres le habían dicho que tenía que ir a recibirla, después de todo ella era su prometida.
A lo lejos vio el auto del padre de Camille y su corazón latió  más rápido. Aquella joven bajo del auto de mala gana, y ella estaba hermosa como siempre, su castaño cabello estaba recogido en una coleta alta adornada con un moño blanco.
Y traía puesto el traje que el le había regalado cuando se conocieron.
Camille lo miro con resignación y un poco de miedo, no había ese brillo especial en sus ojos y eso lo ponía mal.
—Hola Camille—. Le dijo el con voz fría.—¿Fue un buen viaje?
Camille lo miro, estaba ahí de pie frente a ella, con la mano extendida hacia ella, invitándola a tomarla y apoyarse en el. Tenía un traje negro limpio y bien planchado y su rostro impecable, no mostraba ninguna reacción, su boca era una fina línea y sus ojos estaban fijos en ella con la mayor frialdad posible.
—Hola Luc—. Cogió su mano y ella se estremeció.
Su toque era frio, como era todo en el.
El fuerte aroma a cigarrillo inundó sus fosas nasales. Aspiro con fuerza y se dejó llevar por el, ambos caminaron por aquella banqueta recién lavada. La servidumbre los miraba y bajaban la cabeza para seguir haciendo lo que les correspondía.
Pronto llegaron a la entrada de aquella hacienda y Lucas la tomo de la mano para después depositar un beso en ella.
—Nos vemos en la noche Camille—.
Si, efectivamente sus padres habían cumplido lo que le habían dicho. Esa iba a ser la noche en que ella iba a ser oficial su compromiso.
—Bien, gracias por todo—. Ella aspiro con fuerza y cerró los ojos.
El resto de la tarde se le pasó muy rápido. Las muchachas que trabajaban para ella habían doblado y acomodado su ropa en los cajones de madera, su habitación estaba impecable, se dejó caer sobre la cama suave y cerró los ojos para por fin quedarse dormida.

—Hija, Lucas está en el recibidor tu padre lo a convencido de ir a ver los caballos—. Su madre entro a su habitación con rapidez.—¡Por dios! ¡¿Por qué no te había arreglado ya?! ¡Lávate la cara y cámbiate de ropa, pareces un muerto fresco—.
Camille se exaltó cuando escucho los gritos de su madre, se había olvidado de cuán molestos eran. Y vaya que había descansado de ellos por toda una semana.
Se puso de pie y se lavo la cara para después cambiarse de ropa, su madre había insistido que para ese día ella tenía que verse increíble. Escogió un vestido rojo de terciopelo, un poco revelador de la pierna izquierda.
Se lo puso y le quedó estupendamente bien.
Su madre se encargó de lo demás. Y ella se dedicó a pensar cuanto odiaba tener que casarse.
Fue imposible no llorar, unas cuantas lágrimas rodaron posible sus mejillas, marcando el final de una increíble historia.
“Joshua te amo” pensó y una lágrima más corrió por su mejilla.
—Lucas a dicho que quiere irse a vivir a la ciudad de México—. Su madre hablo con emoción.—Te imaginas, serás la señora de Mora—.
—Hmn.
—Ha dicho que en su luna de miel quizá podrán ir a Cuernavaca—.
“¿Cuernavaca? Ni si quiera me emociona eso” pensó.
—Ah… suena estupendo—. Se encogió de hombros y dio un vistazo a su reflejo.
Esa mujer no era ella, odiaba a aquella mujer que veía en el espejo, la odiaba porque no tenía el suficiente valor de decirle a sus padres que no quería casarse con un hombre al que no conocía en lo más mínimo.
—Vamos hija, nos esperan el en comedor—.
Y ella siguió a su madre.
En el comedor estaba Lucas, y estaba sonriendo. Sonreía abiertamente, y era genial verlo sonreír, sus ojos se achinaban y en sus mejillas se formaban unos pequeños hoyuelos. Tenía una mano en el bolsillo de su pantalón y con la otra sujetaba una copa, que pocos minutos se llevó a la boca.
Su prometido era muy guapo, y más cuando sonreía.
—Buenas noches—. Dijo su madre y todos en la mesa fijaron su atención en Camille
Incluido el, la estudio de pies a cabeza y finalmente volvió a dar un trago a su copa. Aquel par de ojos la estaban desnudando lentamente.
Todos se sentaron a comer, hablaban animadamente. Y todo parecía genial, era como si se conocieran muy bien, pero solo entre padres porque Camille y Lucas se miraban como lo que eran, dos perfectos extraños.
—Bueno el motivo de esta celebración es porque creo que es momento—. Dijo Lucas poniéndose de pie y mirando a todos por igual. —Hace años mis padres hicieron un trato con ustedes señores.— puso una mano en su pecho y la otra cogió con suma delicadeza la mano de Camille.
Camille sentía que quería morir. Todos sonreían y aplaudían por la palabras de Lucas, todos estaban contentos y satisfechos con eso. Menos ella.
Se puso de pie al lado de su futuro marido y hablo con voz entrecortada:
—Papá, mamá hoy es una fecha importante.—Dijo.—Es momento de dar el siguiente paso.
Lo siguiente que pasó fue muy rápido. Lucas soltó sus manos y pronto aquel joven mostró una pequeña caja cuadrada, cubierta de terciopelo.
—Camille, mi Camille ¿Te casarías conmigo?—.
Una lágrima bajo de su rostro y con resignación asintió con la cabeza.
—Si… a-acepto—. Tartamudeo.
Lucas cogió aquella joya en sus manos y la coloco en el dedo de su ahora prometida. La tomo con suma delicadeza y acerco su rostro al de ella.
Era increíblemente hermosa, nunca la había tenido tan cerca y en ese instante podía apreciar cada una de sus facciones. Una nariz respingada y unos ojos profundos, misteriosos llenos de misterios, su piel era sumamente blanca, y muy bien cuidada.
Y si en ese preciso momento lo supo.
Le gustaba de una manera profunda, era como si estar interesado ella le provocará una paz inmensa, se sentía bien con ella y sobre todo la veía como lo que era, una mujer, y si al principio aborrecía a sus padres por obligarlo a tomar aquella decisión en ese momento se los agradecía.
Aspiro con fuerza y pego sus labios con los de ella.
Un toque frío para ambos. Era diferente aquella sensación, para Camille era aburrido, no sentía absolutamente nada en comparación con Joshua.
Y para el fue algo que no se esperaba, pudo sentir el rechazo de ella hacia él, pudo sentir el desprecio y eso le enfureció.
Se separaron y se miraron a los ojos.
—Deseo mucho que llegue el día que pueda gritar a los cuatro vientos que tu eres mía—. Le dijo Joshua con sarcasmo y volvió a besar su labios.
[…]
Daniel sonrió al verla. Había escapado del agro de su madre para poder verla aunque fuese solo por unos cortos segundos, quería asegurarse que, aquella pesadilla sólo fuera eso, una simple pesadilla.
Tamara estaba de espaldas, rodeada de sus amigos, aún portaba su bata de laboratorio y su mochila, su larga melena castaña estaba recogida en un moño desordenado y esa vez llevaba unos lentes. Ella sonreía ampliamente, se carcajeaba y bromeaba  con sus amigos.
Se detuvo a dos locales de el de ella y la miró a lo lejos, la estudio con detenimiento y guardo esa imagen en su memoria, era una imagen digna de ver, siempre tan estudiosa.
Los amigos de Tamara se despidieron de ella y se marcharon, y esa fue su oportunidad.
Camino con lentitud, con el corazón martilleándole el pecho y un nudo en la garganta se detuvo a uno cuantos paso de ella. Aspiro su fragancia dulce y suave, y suspiro, se armó de valor y tomo su mano.
Una sensación electrizante le recorrió el cuerpo.
—Hola nuevamente—. Dijo y sonrió.
—Hola… ¿vienes solo?—. Ella le pregunto.
Busco con la mirada a alguien que viniera con el pero no encontró a nadie.
—Si, mamá está en el estacionamiento.
—Ah.
Tamara no sabía que más hacer, sus manos aún estaban unidas y no quería soltarla, se sentía bien.
Era algo bueno para ella.
Miro sus manos entrelazadas y su pecho se hinchó, se sentía la mujer más feliz de todo el mundo, y todo porque la persona que había puesto su mundo de cabeza le sujetaba la mano, sonrió como una lunática y soltó un largo suspiro.
—Amí—. Dijo Jesús.—Debo irme a casa, nos vemos mañana en biología—.
El chico le giño el ojo y le sonrió.
Daniel no dijo nada, solo observó cómo el famoso doctorcito como solía llamarlo en secreto le hablaba a su Tamara.
—Te quiero bonita—. Le escucho decir.
Y eso le dolió, se armó de valor para decirle que el no podía llamarla así pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta cuando levantó la vista y vio como Jesús el famoso doctorcito ponía sus labios sobre los de Támara.
Y ahí fue cuando lo supo, él no había sido el primero en besar a Tamara.
El no fue su primer beso, como le había hecho prometer.  




¡Holi!
Lamento actualizar a esta hora, tuve un día un poco ocupado, y mañana me iba a ser imposible subir este capítulo.
(Si mañana me toca ir a trabajar) pero tambien es el día que veo al niño que me gusta. 🙃
XD
Los quiero mucho y espero y le guste el capítulo.
No se olviden de dejar su estrellita.
Nos vemos el próximo miércoles, cuidense.
¡Besos!
😘

jaque🌟—

Amor Ilegal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora