XXV

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El día no estaba siendo muy agradable para Daniel, quien nostálgicamente miraba por la ventana. La lluvia comenzaba a aumentar cada vez más, las gruesas gotas hacían un sonido acompasado y un poco perturbador para el pequeño.


No sabía ni qué pensar, una parte de él quería salir corriendo y gritarle en la cara al doctorcito que Támara le pertenecía solo a él, y la otra parte más racional le decía que quizá Tamara era feliz con Jesús, lo sabía por la forma en cómo sonreía en aquella fotografía, y en como la miraba aquel sujeto.


Daniel no se sentía bien, los últimos días se la pasaba encerrado en su habitación leyendo libros y haciendo las tareas que sus profesores le dejaban en el día, había perdido el apetito y unas notables ojeras habían aparecido bajo sus ojos.


"¿Lo habrá besado?"


Ese pensamiento era el que le quitaba el suelo por las noches, el solo imaginar que aquel joven podía besarla cuántas veces quisiera lo hacía tener náuseas.


¿Qué le veía?"


No lo lograba entender, aquel sujeto era común y corriente. Un poco alto quizá y delgado, pero no tenía facciones varoniles, aún había cierta pizca de niñez en el que lo hacía un poco peculiar.


Con los pies sin calcetines corrió hacia su cama y se sentó en ella, abrazando sus piernas y con los ojos llorosos comenzó a decir lo mismo, lo que por las noches le ayudaba a calmarse después de haber tenido nuevamente esas pesadillas.


-Te prometí encontrarte mi Camille-.


Unas cuantas lágrimas corrieron por sus suaves mejillas y un dolor sofocante se instalo en su pecho. Fue ahí cuando se dio cuenta que su peor enemigo en esos momentos era su propia mente, quien no dejaba de crear imágenes desgarradoras.


Podía imaginar a Tamara en los brazos de Jesús, con una sonrisa reluciente, y luego ambos entrelazarían sus dedos y se jurarían cuanto se aman para sellar aquel pacto con un casto beso.


Más lágrimas empaparon su rostro y pronto el aire se le estaba acabando. ¿Por qué tenía que sufrir esa agonía? ¿Es que acaso dios le estaba dejando caer el peso de sus pecados?


Metió la mano debajo de su almohada y cogió entre sus dedos cubiertos por una fina capa de sudor, la vieja fotografía que había encontrado aquel día en esa habitación de escombros. Miró con dolor el rostro de aquella persona y con júbilo la pego a su pecho, cerró los ojos con fuerza y le rezo a Dios que pronto terminará aquel dolor.


[...]


Daniel estaba parado detrás de una puerta de madera. Aún se escuchaban los ladridos de los perros y el suave sonido de las teclas de un computador siendo presionadas con rapidez, el piso era viejo y un poco sucio, y todo estaba oscuro. Examinó con cuidado cada parte de aquel lugar y cayó en cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba, su corazón se disipó con furia cuando sus ojos la enfocaron a ella.


Frente al computador, con el pelo recogido en un moño desordenado y con un bolígrafo sobre sus labios estaba ella, las gruesas gafas que tenía puestas la hacían ver más intelectual.


La chica bostezo y cerró los ojos por varios segundos, su cara se veía cansada y sus hombros tensos.


Daniel quiso posarse a su lado; quería mirarla de cerca, respirar su dulce aroma y escuchar nuevamente esa suave voz; tan relajante como el canto de un pajarillo por las mañanas.


-¡Maldita sea!-. La chica rugió.-¡Jodido ciclo de Krebs!


Cerro de un golpe su cuaderno y sus libros de texto y se quedó mirando fijamente la pantalla del ordenador. Poco después se deshizo su moño y una larga melena castaña cayó sobre su espalda, dejo las gafas sobre el escritorio y se dirigió hacia el.

Amor Ilegal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora