Daniel solo miró todo.
Y no sabía que es lo que le pasaba, por su cuerpo subía un calor abrasador, y automáticamente sus dos manos fueron cerradas en puños, apretadas con fuerza que había dejado marcadas sus uñas en las palmas de estás.
Lo que miraba a continuación era algo ilógico.
Absurdo.
Estúpido.
Claro que aquella imagen lo había puesto mal. No lograba explicarse ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué ella no lo había elegido a el?
No fue consiente de las lágrimas bañaban su rostro, hasta que vio la pantalla del nuevo móvil que su padre le había comprado.
Tamara era besada por el doctorcito aquel, ambos con su característico uniforme azul y sus batas blancas. Sentados sobre el duro cemento de las canchas de baloncesto, tras de ellos; a lo lejos en la imagen se podían ver a más sujetos, lo que indicaba que estaban en una hora libre; Tanta sonreía abiertamente, su ojos estaban cerrados y sobre su frente tenía los labios pegados de aquel sujeto.
Aquella fotografía había sido publicada por Marlen, la mejor amiga de Tamara.
Lo sabía ellos oficialmente estaban saliendo. La descripción de aquella imagen se lo había confirmado.
Siempre sospeche de este amor.
Bloqueo el móvil y con los ojos húmedos se dirigió a la habitación de sus padres. Tenía que hacer algo, el no la iba a dejar ir tan fácil.
—Papá—. Dijo
Maximiliano miró a su hijo e imagino lo que le podía estar sucediendo. Suspiro con cansancio, había sido un día bastante largo y cansado en el trabajo. Se sentó al lado de Sofía, su mujer y ambos se cogieron de las manos, esa era su costumbre.
—¿Habéis leído mi diario ya?—. Les dijo Daniel.
Sofía levantó una ceja y suspiró.
Ambos negaron con la cabeza.
—¡Me lo recogiste hace meses papá!—. Cruzo los brazos y puso un puchero.—¿Me lo vas a devolver?
Maximiliano se regaño internamente, lo había olvidado. Si, recordaba que varios meses atrás lo había leído y le había parecido absurdo, no decía más que cosas sin sentido.
Por eso no lo había continuado, eran solo cosas ilógicas que un niño de seis años escribía, ¿Cómo iba a ser real?
—Daniel eso no tiene sentido—. Max se pellizco el puente de la nariz y cerró los ojos con frustración.
—No, papá todo eso es real—. El pequeño le interrumpió.
Sofía no decía nada, simplemente escuchaba, ¿Por qué sentía que su niño hablaba como alguien mayor, como alguien a quien no conocía en lo absoluto.
—¡Nadie vuelve a nacer!—. Su padre alzo la voz.
Daniel dio un brinco en su lugar, el regalo de su padre lo pillo por sorpresa, bajo la mirada y se armó de valor, no podía callar más.
¿Por qué todos siempre le dicen lo mismo?
Él no estaba loco.
—¡Pues yo si!—. Dijo.—¿Qué más pruebas necesitas papá?
Maximiliano sonrió con gracia y miró a su hijo con severidad.
—Sofí ahí están las consecuencias—. Dijo y salió de la habitación.
Sofía solo se quedó sentada, sin musitar ninguna palabra, últimamente había llegado a la conclusión de que quizá su marido tenía razón; quizá ella estaba viendo demasiadas novelas y su hijo estaba malinterpretado todo.
Su marido había hablado con ella pero había llevado a cabo lo que max le había perdido. Suspiro y se acercó a su hijo, lo envolvió en brazos y le dio un suave beso en la mejilla, se hinco frente a él y le dijo:
—Creo que debes dormir corazón, es tarde.
Y eso fue lo último, porque ella también salió de aquella habitación y se perdió por el resto de la tarde.
[…]
Tamara llegaba tarde a su local, la espalda le dolía al igual que la cabeza, había estado todo el día viendo el computador y estuvo sentada en una misma posición toda la mañana y parte de la tarde; se dejó caer sobre el suave sofá que estaba pegado a la pared y suspiro con fuerza. Su mochila quedó tirada a media bodega y eso no le importó.
Se puso a ver el teléfono y contestó unos cuantos mensajes a sus amigos, quienes la estaban molestado con Jesús y su nueva relación.
Ella rodó los ojos con fastidio y bloqueo el móvil.
—¿Lo quieres?—. Carlos le pregunto.
Carlos era como su mejor amigo, siempre le contaba todo, o mejor dicho así todo, y había evitado contarle sobre eso porque sabía a ciencia cierta que la iba a regañar.
Simplemente asintió con la cabeza en modo de respuesta.
—¿Eres feliz con el?
Menuda pregunta pensó.
Ni ella misma lo sabía pero quería pensar que si, quería engañarse un poco.
—Entonces ¿Por qué no te veo feliz?—. Dijo el.— ¿Por qué siento que me estás ocultando algo?
Ella aspiro con fuerza y miró a Carlos.
¿Cómo explicarlo?.
—El ah sido paciente Carlos, el m entiende y sé que me quiere—. Tamara le respondió.—Ha sido casi un año desde que el me lo dijo por primera vez y hasta hoy me he dado cuenta.
A Carlos aquello le dolió.
—Nunca lo había tomado en cuenta, no lo estaba buscando y el llegó en el momento preciso.
—Eso no responde mi pregunta.—Carlos la contradijo.—Amí te conozco a la perfección y sé que estás huyendo de algo que te está atormentando.
Uff… si supieras ella pensó.
—Eso no es cierto Carlos.
El joven sonrió y se acercó a ella, la tomo del mentón y con voz fría le dijo:
—Sabes que tengo toda la razón.
Tamara sabía que estaba pérdida, Carlos la conocía a la perfección, sabía que no le podía ocultar aquello, pero ¿cómo podía explicarlo? Si ni ella misma lo entendía.
—Quiero a Jesús—. Dijo.
Aquel joven soltó un suspiro cansado y asintió con la cabeza. Un dolor en su pecho se instaló cuando vio a su mejor amiga decir aquello con tanta seguridad, el supremo imaginaba con eso, que los ojos de Tamara se iluminarán cada que de el hablará, y añoraba ser dueño de un cariño muy diferente al de mejores amigos, el quería más pero eso era imposible nuevamente alguien se interponía en su camino.
—Mientras tu seas feliz yo lo seré también Amí—. Dijo con un nudo en la garganta.
Tamara asintió. No le gustaba para nada aquel rostro que había puesto su mejor amigo, sabía a ciencia cierta que estaba enojadísimo.
Se puso de pie y tomó a Carlos de la mano, ambos caminaron juntos entre los estrechos pasillos hasta salir de aquel lugar y llegar frente al Zócalo, debajo de un árbol se detuvieron y se quedaron ahí, sin decir una sola palabra por minutos, solo escuchando la respiración de cada quien, sintiéndose en paz.
—Carlos…—. Ella dudo un poco en hablar.
El chico la miró, sabía que su mejor amiga quería decirle algo desde hace mucho tiempo, solo que no lograba descifrarlo.
—Estoy un poco confundida —. Dijo Tamara.
Ella sentía que era justo decirle a el, quien había sido el único que la había escuchado desde siempre, el único que siempre había estado disponible para ella, su mejor amigo.
—Se que algo te atormenta Amí—. El chico le dijo.—¿Es tan grave?
Carlos rezo a todos sus dioses para que su mejor amiga no le dijera que estaba enamorada de alguien más, si era eso el no podría lidiar con eso.
Ambos se sentaron bajo la sombra de aquel árbol y se miraron por varios minutos.
—Siento que soy una enferma Carlos, siento que soy la peor personas que te puedes imaginar, ni yo misma me doy crédito.—Ella paso las manos por su cara.—Esta cuestión me está quitando el sueño y siento cada vez más que en estoy volviendo loca.
—¿Estás embarazada?—. Pregunto.
Tamara rodó los ojos y lo miro severamente.
—No.
—¿Te vas a ir a estudiar a otro lado?
—Tu ¿Cómo descubres que estás enamorado?—. Ella le pregunto.
Carlos estaba estupefacto, aquellas palabras alimentaron sus ilusiones, quería creer que quizá su mejor estaba empezando a enamorarse de el.
No cualquiera pregunta eso. Pensó
Y por primera vez sonrió.
—Solo… se que me siento bien con esa persona, ella me hace bien, su aroma te atrapa y entonces te das cuenta que su nombre aparece en todos lados—. Se encogió de hombros y sonrió.
¡Cómo le gustaba hacerse falsas ilusiones!
—Y es normal querer a alguien que es prohibido para tí—. Dijo entonces ella.
Dentro de Carlos el gritaba de emoción, podía jurar que si, Tamara estaba enamorada de él, y su miedo era ese, que ambos eran mejores amigos.
—Amí en el corazón no se manda—.
Tamara miro sus manos y sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, no quería decirle, no quería que el también la tachará de enferma.
Pero es que eso era ella, una enferma que se había enamorado de un niño de seis años, sonaba tan descabellado. Era algo ilógico.
Y es que Marlen le había hecho ver que eso no podía ser posible de ninguna forma, nadie en su sano juicio llegaba a tener ese tipo de enamoramiento.
Todos tenían razón en aquello, ese niño era un angelito. ¿Cómo podía amarlo Tamara? Y esa era la pregunta que no le podía dar respuesta.
Simplemente sabía que lo quería, desde el primer día que lo vio lo supo.
¿Por qué tenía que ser tan complicado?
¿Por qué no podía enamorarse de Jesús o hasta de Carlos?
¿Por qué Daniel?
—Carlos estoy enamorada—.Dijo con la mirada fija en sus manos.
—¿Y que te detiene a gozar de ese sentimiento?.
¡Qué es un niño doce años menor que yo!. Grito en su mente.
—Es menor.
Las esperanzas de Carlos murieron ahí.
¿Alguien menor?
No lo entendía, su mejo amiga había gustado de mayores o de su misma edad.
—Y es un niño de seis años—. Dijo ella finalmente.
Carlos abrió los ojos de par en par.
Hola.
Lamento no publicar ayer, unos pequeños problemas me lo impidieron.
Aquí hay un nuevo capítulo, espero y les guste.
Nos vemos pronto.
Besos.
—jaque🌟—.
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Amor Ilegal.
Teen Fiction"Siempre te buscaré; en cada una de nuestras vidas, siempre te encontraré"