Tamara miro con extrañeza la delgada carpeta que la señora le daba. Suspiro con cansancio y negó con la cabeza; no quería pelear. No ese día.
—Creo que usted me está confundiendo—.
La señora paso sin previo aviso a la pequeña bodega y se dejó caer sobre el sillón; la miró detenidamente y palmeo a un lado de ella, invitando a Tamara a que tomara asiento a su lado.
Tamara se sintió incómoda.
—Creo que usted conoce muy bien a mí nieto—. Dijo la señora.
“¿Qué está pasando?”
¿Quién rayos es esta mujer?
La castaña se sentía incómoda; estudio con detenimiento el sobre que la señora había dejado sobre el escritorio y lo cogió con las manos, frunció el ceño al ver que en la parte posterior de aquel sobre estaba escrito su nombre, con letras negras y pequeñas.
—Su nombre es Daniel—.
Tamara se quedó estática en su lugar. Sintió sus piernas temblar un poco y el aire se el empezaba a acabar.
Miró con los ojos bien abiertos como la señora que estaba frente a ella, se acercaba cada vez más y con sus heladas manos seco las lágrimas de las que no se había percatado. Y de inmediato la reconoció, recordó haberla visto el día que había ido a misa con sus padres, el día que Daniel le había dejado bien en claro que amarse no estaba mal.
—Ya no se hagan más daño—. Dijo la mujer.—¿No crees que ya han sufrido demasiado?
Y la mujer se dio la vuelta y se marchó.
(…)
La noche estaba siendo muy pesada; el frío cada vez aumentaba más y un nudo en el estómago eran los ingredientes perfectos para no dormir. Sentada sobre la cama y recargada sobre la pared Tamara miraba sin ánimos su habitación, las sábanas no le servían de nada pues ella seguía sintiendo un frío inmenso.
Cogió su teléfono y miró la que probablemente se había vuelto su fotografía favorita; aquella donde estaban Jesús y ella cogidos de la mano ambos sonriendo y sintiendo ella acogedora calidez.
Suspiro enternecida y una pequeña sonrisa iluminó su rostro, le gustaba recordar lo que Jesús provocaba en ella.
¿Por qué había sido tan ciega?
¿Por qué no lo había aceptado desde un principio?
Las cosas con Jesús marchaban de maravilla, Tamara se sentía feliz y plena, juraba que había encontrado a alguien tan similar a ella, ambos tenían gustos similares, eran buenos amigos y también buenos amantes, eran quizá el uno para el otro.
Deslizó su dedo por la pantalla y su sonrisa se borró en automático. Nuevamente la vida se empeñaba en hacerla sufrir pues ante sus ojos apareció el rostro de la persona que había puesto su mundo de cabeza.
Daniel.
Sintió una punzada en el corazón pues todo sucedió muy rápido.
No sabía ni siquiera como describir lo que ella había visto, quizá era una alucinación o estaba quedándose dormida, pues recordó cómo aquel par de ojos oscuros los tenía frente a ella, claro que los conocía a la perfección, ella los había reconocido.
Recordó ese rostro tan familiar, y lo que le erizo la piel fue que recordó aquella sensación tan explosiva, recordó cómo sus latidos aumentaban y el dulce aroma que por toda su vida había sido su favorito volvían a estar presentes frente a ella.
Se puso de pie con rapidez y cogió con ambas manos aquel sobre que la desconocida le había llevado. Estaba indecisa y por primera vez sentía temor, no quería arrepentirse.
Pero ¿Por qué desde que Daniel entro a su vida ella dudaba tanto? Tenía miedo hasta de respirar, se sentía cada vez más ahogada.
Frunció el ceño y se armó de valor y abrió el sobre.
Había cartas y la mayoría no habían sido terminadas. La caligrafía era buena y el papel ya estaba un poco desgastado.
Tamara se acomodó en su lugar y cogió sus lentes. Tenía que leer lo que estaba allí escrito, quería terminar de saciar su curiosidad. Al azar cogió un hoja y la comenzó a leer.
Noviembre 1941.
Nunca había experimentado tanto dolor en mi vida, nunca supe lo que era tener el corazón roto gracias a un desamor. Nunca lo supe hasta que llegaste tú.
Desde el primer día que te Vi entendí que había perdido, tú ibas a ser la culpable de mis desvelos y la que iba hacer una revolución entera en mi vida.
Y aquellas novelas románticas que tanto te gustaban ahora son mi refugio, tal pareciese que escucho tu voz en ellos, y eso me da consuelo. Han pasado ya cinco días desde tu partida y eh hecho hasta lo imposible para no romperme
Recuerdo aquella vez cuando me preguntaste cual era mi opinión sobre la muerte, y ahora que tú te has ido, eh logrado responder aquello.
No hay cosa más misericordiosa que la muerte.
Tú me enseñaste a creer en Dios, y todas las noches le rezo porque esta pena acabe pronto, creo que me estoy volviendo loco.
¿Por qué todo tuvo que ser así?
Espero que en nuestra próxima vida el sufrimiento sea poco y nuestro tiempo juntos sea largo.
Tamara no lograba entender nada de lo que leía. ¿Qué era lo que realmente paso? Una parte de ella quería empezar a creer que en realidad quizá y si; quizá Daniel tenía razón y habían reencarnado, eso daba justificación a muchas cosas.
Era algo extraño que sabía que soñaba con algo, pero no lo pudiese recordar. O los sucesos paranormales que había vivido. La extrañeza de la señora aquella vez en el pueblo de su tía, la forma en que su tía evitaba el tema de Camille.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando cogió el sobre y encontró una fotografía vieja, ya estaba un poco desgastada. La fotografía era a blanco y negro, y aparecía una joven que era idéntica a Tamara.
Ya no podía respirar, su corazón dolía. Ya ni sabía lo que sentía terror, dolor, desesperación o quizá un poco de confusión. Todo empezaba a tomar sentido, el porque Daniel actuó con confianza desde el principio
Entendió porque siempre lo había buscado.
—Siempre te buscaré—. Dijo con los ojos repletos de lágrimas.—En cada una de nuestras vidas siempre te encontraré—. Sollozo y no pudo dejar de llorar.
Y fue ahí que después de un año todo tomo sentido para ella.
[…]
Daniel se acercó a aquella bodega como siempre con mucha cautela. Y como todas las tardes se sentó a mirarla. Ese día había algo diferente en ella, su cara estaba más pálida, y no sonreía como siempre.
Daniel había aprendido a descifrar su lenguaje corporal; cada que Tamara estaba estaba nerviosa solía rascar su cabeza y morder su labio inferior, cuando estaba preocupada arqueaba sus cejas y solía tronar sus dedos a cada rato.
Ese día no paraba de buscar algo, y estaba muy distraída. Carlos se acercó a ella y le pasó el brazo sobre sus hombros y acercó mucho su rostro al de ella y luego el joven hizo contacto visual con el.
“¿Qué me vez?” Daniel grito en su mente.
“¿Soy o me parezco?”
Sabía a ciencia cierta que aquel sujeto vivía secretamente enamorado de Tamara. Lo sabía por la forma en que la miraba, y sinceramente sentía envidia, porque sabía que Tamara a su lado podría ser la mujer más feliz de mundo. Carlos la solía apreciar de una forma descomunal, y ese amor era peligroso, Daniel a diario rezaba para que Tamara nunca se diese cuenta de que su mejor amigo estaba enamorado de ella.
Vio como Tamara empezaba a reírse, de esa forma tan natural. Hecho su cabeza para atrás y siguió riendo, mostrando aquellos hoyuelos tan monos que la hacían ver espectacular.
El corazón de Daniel latió con mayor rapidez, y entonces se dio cuenta de que, quería estar con ella, quería ser el responsable de aquellas carcajadas. Quería escuchar su risa de cerca, era como tocar el mismísimo cielo.
Y todo se fue al caño cuando vio quien llegó. Al lado de Tamara estaba Jesús; como siempre con el uniforme y el cabello despeinado. Carlos se marchó del lugar dándole una última mirada a Daniel.
Sentía como que le quería decir algo.
O como si supiera algo.
Y aquello le Helo la sangre.
Siguió viendo a su amada, estaba nerviosa lo sabía por qué no paraba de frotar su brazo, y bajaba la mirada.
“Disfrútala mientras puedas”
Daniel quería correr y quitar al doctorcito de ahí, guardarlo en una caja fuerte y olvidar la contraseña para nunca más volver a verlo.
Estaba dispuesto a marcharse del lugar, se puso de pie y sacudió su uniforme. Dio una última mirada en dirección a la castaña y su corazón dolió.
Jesús había pasado su mano por la pequeña cintura de la chica y estampó sus labios sobre los de ella, ella cerró los ojos, y le respondió aquel beso, pasando sus blancas manos sobre el cuello del joven.
Cualquier que los viese pensaría que serían una de las parejas más monas. El era guapo e inteligente y ella era bonita, ella era la mujer más bella ante los ojos de Daniel, Tamara era poseedora de una belleza extravagante, que cada que la veía se volvía a enamorar como el primer día.
No lo pudo evitar, nuevamente aquella tan grande emoción. Sentía como si una piedra gigante aplastara su corazón y le robaba la respiración, sus ojos se le llenaron de lágrimas y se le formó un nudo en la garganta.
—Rompiste tu promesa—. Dijo entre lágrimas.—Yo siempre iba a ser tu primer beso—.
Y sin más se marchó del lugar.Antes que nada ¡buenos días!
Me desaparecí por siglos lo siento 🤭
Aquí tenéis un nuevo capítulo, me ah costado mucho redactarlo y editarlo.
*Se va a llorar*
Estuve en crisis y llegué a pensar en eliminar está historia.
Estuve bajo mucho estrés, que no me ah dado tiempo de nada.¿Qué les parece la parejita de Verónica y Miriam?
¿Es buena idea crearles una historia?Aunque sépase que yo nunca doy finales felices 🤓
XD
No sé lo crean. Disfrútenlo mucho que los leo pronto.
Saludos y hasta la próxima
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Amor Ilegal.
Teen Fiction"Siempre te buscaré; en cada una de nuestras vidas, siempre te encontraré"