𝐅 𝐎 𝐑 𝐄 𝐕 𝐄 𝐑 𝐘 𝐎 𝐔

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El delicioso aroma que aquella vela desprendía era tan suave y dulce.

Manzana con canela.

El postre favorito de su madre y de ella.

La suave música hacía que su casa se sintiera menos vacía.

Jazz.

El género favorito de su padre.

Y mientras leía, con su madre fregando la vajilla de la cena. Todo era tan calmado.

Sus vecinos se habían ido hace apenas unas horas, tras su visita del día.

Los Pevensie.

La señora Pevensie con sus cuatro amigables hijos y que de los cuales jugaba la mayor parte del tiempo en el patio trasero de su casa.

Eran la única compañía que tenía mientras estaba ahí.

Y de pronto aquella calma huyó.

El suelo tembló y estallidos se hicieron escuchar por la ciudad.

La vela que alguna vez estuvo encendida, se apagó y la música que alguna vez escuchó, se esfumó.

— ¡Alana! — el exasperado grito de su madre se escuchó por los pasillos.

Y en cuanto menos lo pensó. Cerró su libro en su regazo y tomó su linterna de entre sus estantes.

— ¡Alana! — llamó, de nuevo su madre desesperada.

Los estallidos movían el piso bajo sus pies y temía porque su casa cayera en algún momento.

— ¡Mamá! — exclamó, buscando a su madre.

Su habitación estaba vacía y con ello, bajó a la primera planta en su búsqueda.

El suelo tembló de nuevo bajo sus pies, haciéndola perder el equilibrio.

El estallido había estado tan cerca.

— ¡Alana, vamos! — la levantó su madre, tomando sus cosas para salir de ahí.

Ahora temía por su padre allá afuera.

Salieron por la parte trasera de su casa junto a los Pevensie y se dirigieron al refugio.

Se encerraron dentro y esperaron a que todo terminará.

Eso esperaba. Eso deseaba.

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𝐅 𝐎 𝐑 𝐄 𝐕 𝐄 𝐑  𝐘 𝐎 𝐔 | EDMUND PEVENSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora