𝐅 𝐎 𝐑 𝐄 𝐕 𝐄 𝐑 𝐘 𝐎 𝐔 | EDMUND PEVENSIE

𝐕𝐈𝐈𝐈

"But something happened, I heard him laughing/Like a child when our eyes meet, darling, I fancy you"

- London Boy, Taylor Swift

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Habían sido días pesados y tensos. Alana junto a sus amigos entrenaban.

Edmund y la castaña ayudaban con los espadachínes y Susan con los arqueros, mientras que Peter se encargaba de hacer otras cosas con Caspian y la pequeña Lucy, soló observaba lo que los demás hacían. 

Aquellos dos chicos no habían perdido su esencia y eso animaba los narnianos. Aspirando a querer ser igual de buenos que ellos dos. 

Alana era ágil y rápida y al igual que Edmund. Además de las constantes revanchas entre ellos, los hacían empatar de alguna forma. 

Y finalmente cuando los entrenamientos acababan, podían tomar un respiró. 
Ser maestros, implicaba regir como reyes. 
Tomando la sabiduría y la humildad hacía su pueblo para ayudar, como alguna vez ellos lo hicieron en algún momento. 

Alana miraba el bosque, tomando un poco de aire después de tanto trabajo ahí. Sus días empezaban de aquella forma la mayoría de las veces y necesitaba tomar un descanso al menos un rato. 

Soltó un suspiró y miró el bello atardecer que empezaba a llegar. No había visto a los Pevensie después de la comida pero sabía que todo estaba bien o eso quería pensar. 
Ni siquiera pensó en su inicio de clases o en Londres. 

— ¡Por fin te encuentro! — exclamó, Edmund a sus espaldas. 

Alana giro a verle exaltada. Le había tomado desprevenida.

— Ed... — murmuró, después de soltar un suspiró. — ¿Qué ocurre? — cuestionó, tratando de sonar calmada. 

— Peter nos ha llamado para una junta. — contestó, acercándose a su lado. 

Alana suspiró. Estaba empezando a sospechar aquello desde hace un rato.
— ¿Nos han encontrado, no es así? — cuestionó, mirándo al pecoso con preocupación. 

Ed asintió.— Un fauno ha visto un telmarino en el bosque. — explicó.— Han sabido donde nos escondemos. — añadió, en un suspiró.— ¿Vamos? — le tendió la mano.

Alana sonrió y la tomó, sin dejar de verle.

— Vamos. — asintió.

Edmund la ayudó a levantarse y al verse tan cerca, aquella extraña chispa se encendió de nuevo en ellos mientras se miraban.
Alana retrocedió un poco en cuanto reaccionó y sonrió débilmente.

— Peter nos espera... — murmuró, rompiendo el silencio.

El azabache asintió torpemente.— Andando. — carraspeo, retomando el tema.

Alana soltó su mano gentilmente y se dirigieron juntos a la reunión.  

Y cuando entraron a aquel lugar, nunca creyó sentir tanto temor y tensión en su vida. 
Tomó asiento a un lado de Edmund, escuchando lo que Peter estaba diciendo.

— Es sólo cuestión de tiempo. — soltó, firmemente.— Las tropas y máquinas de guerra de Miraz, están en caminó. — sentenció.— Significa que esos hombres no protegen el castillo. — añadió.

Todos escuchaban atentos. 

— ¿Y usted que propone que hagamos, majestad? — preguntó, Reepecheep. 

— Debemos hacer planes para… 

— Debemos atacar el… 

Contestaron a la par Peter y Caspian.