Estereotipos ||OffGun||Omegaverse||

31

Tres fuertes golpes en la puerta lo obligaron a despertase, espabilar y abrir la puerta. Gracias a la rapidez con la que los Alfas sanan, las heridas que le había causado su padre a correazos —incluso brotó sangre de ellas, la rabia del señor Jumpol plasmada en golpes—, sólo había quedado el recuerdo como leves marcas en su espalda, pecho y brazos. Marcas que no sólo estaban en su piel en forma de casi invisibles cicatrices, también estaban como un trauma en su mente; el trauma que cargaría de por vida: dejar al chico que amaba y tener que escribir esa horripilante carta, por amenaza de su padre.

— No puedes darte el lujo de faltar otra jodida semana, Off — no le sorprendió ver al hombre de pie en el umbral de la puerta —. Te di ese privilegio la pasada semana sólo por algo, y ese algo, es porque necesitabas el tiempo suficiente para sacar a ese asqueroso Omega de tus pensamientos — nada de eso había funcionado, sólo se había sumergido en la miseria —. Así que mejora para la manada, ve a la universidad y sigue igual de sobresaliente. No quiero altercados.

— Sí, padre — pero nunca sabrá si su respuesta llegó a oídos de su padre, ya que éste se marchó justo cuando dijo la última palabra.

Ahora, sólo se resignaría a volver a la universidad. Un lunes asqueroso a sus ojos.

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— Tienen que estar de joda — pronunció Tay, perplejo. Mew estaba igual.

Se encontraban en la azotea del bloque de Gun y Tay, su ahora, lugar para reuniones importantes, como ésta. Tay había notado extraño a Gun en las primeras horas de clase, pero no fue hasta la hora del almuerzo que no supo qué pasaba. En vez de ir a su por lo general mesa, fueron a donde ahora mismo estaban.

La decisión de contarle a sus amigos lo sucedido, claramente fue de Gun; él confiaba plenamente en ellos y sentía la necesidad de tener su apoyo y confianza.
New les resumió tanto a Mew como a Tay, todo lo sucedido, empezando por lo que Gun les contó —su historia con Off—, y terminando con la carta y el embarazo.

— ¿Cómo puedes ser tan insensible al preguntar eso? — replicó Gun, sin enojo realmente —, es obvio que es cierto.

— Lo sentimos, pero... — comenzó Mew, aún atónito — no esperábamos algo como esto. Menos yo, que soy tan cercano a... él.

Gun tragó ante eso, aún lo extrañaba tanto. Creía que nunca lo dejaría de extrañar.

— El caso, es que justo ahora Gun necesita nuestro apoyo — la mirada de New era extrañamente seria, y rota. —. Siempre.

— No tienes que decirlo siquiera — respondió Tay con obviedad —, por cierto ¿A qué se debe el cambio de look, Gun? — buscaba aligerar el ambiente, cambiando de tema —. Debo admitir que el cabello rojo, casi tirando a cereza, te queda bien.

Gun no pudo aguantar una risotada.

— Oh, vaya, ¿Me estás coqueteando? — Tay rodó los ojos — serás un muy mal tío, lo sé — bromeó.

— Hey, seré el mejor tío Alfa que esos cachorros podrían tener — alardeó.

— No lo creo — intervino Mew —, yo en definitiva seré ese tío Alfa.

Y así se la pasaron el resto del almuerzo, entre charlas y encantadoras conversaciones acerca de los cachorros. En algún punto Mew comentó que se sentía como una manada, tal vez una manada extraña, pero manada al fin de cuentas; manada que tendría pronto sus primeros cachorros. Pero manada, que a pesar de todo se iba a sentir que hacía falta algo... no estaba Off para compartir esa dicha. Nunca llenarían ese espacio que la ausencia del pelinegro dejó.

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Gun odiaba el jodido momento en que comió esa gran hamburguesa en el almuerzo mientras hablaba con los chicos. Lo más raro de los antojos del embarazo, era que no sólo se comió esa grasosa hamburguesa, sino el hecho de que la acompañó con una leche de chocolate.
Ahora se encontraba caminando con Tay a un lado, hacia los jodidos baños, antes de vomitar allí mismo y llegar totalmente sucio al trabajo. Porque sí, tampoco quería hacer un escándalo a la salida de la universidad.