29. Limerencia

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"Estado mental involuntario, propio de la atracción romántica por parte de una persona a otra."

Damián.

Sábado, 9 de enero de 2021.

20:31

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no sé quién eres, ni quiero saberlo? —escupió Marina de mala manera, mientras se acomodaba en la cama.

—Me da igual —me encogí de hombros sin importarme en absoluto lo que creyese.

Había pasado ya una semana del accidente y Marina seguía sin recordar nada de estos últimos meses. Cada vez que me veía confundida sin su característico brillo en los ojos, me entristecía. Miles de recuerdos pasaban por mi mente y me dolía.

Los médicos han dicho que tendrá que quedarse más tiempo de lo que creían aparte de tener que ir a un fisioterapeuta por la rotura de tibia. Todavía le estaban haciendo miles de pruebas y por lo que veía en su expresión, ya estaba harta de estar en el hospital. Y era entendible.

Bufó irritada echándose hacia atrás. Cerró sus ojos tapándose con ambas manos su cara. Le miré durante unos segundos con una sonrisa divertida. Llevaba desde hace unos días visitándola, pero su comportamiento era tan infantil que me hacia reír.

—No me creo que me conozcas tanto como dices. Seguro que eres algún tío rarito de la calle sin una pierna que intenta querer ser mi novio —contestó en un tono presumido a lo que yo solté una fuerte carcajada ganándome una mirada furiosa—. Eres imbécil.

Abrí mi boca queriendo hablar pero no salían las palabras. Aunque pareciese algo estúpido lo que iba a decir, me ilusionó que volviese a decir su característico insulto. Hasta hace unas semanas me confesó que lo hacia de manera cariñosa, y eso provocó que me estremeciese.

Sin borrar la sonrisa me acerqué a ella. Al principio dudó echándome una mirada algo incómoda.

—Un metro de distancia. Lo que acordamos —me señaló de manera amenazante. Por mi parte alcé las manos en modo de defensa.

Volví a mirarle con más cautela que otras veces. El hematoma de su ojo comenzó a desaparecer poco a poco aunque, aparecía una diminuta mancha amarilla indicando que estaba mejorando. Por otra parte gran parte de las vendas que llevaba alrededor de su cuerpo fueron quitadas y reemplazadas por otras. Su pierna todavía seguía escayolada evitando moverla lo mínimo posible.

—Pregúntame lo que quieras —Marina me dio una mirada rápida, enarcando una de sus cejas—.Y verás que no soy un tío rarito de la calle sin una pierna que intenta ser tú novio —guiñé uno de mis ojos.

—Sería perder mi tiempo —soltó en un suspiro rodando sus ojos.

—¿Qué otra cosa ibas a hacer si no? ¿Ver el techo? ¿Contar ovejitas? —vacilé mostrándole una sonrisa ladeada.

Aunque sus palabras me hicieran daño y su actitud me chocase, sabía que esta no era la Marina de antes, pero iba a conseguir que lo hiciese.

La chica guarda silencio durante unos segundos, posiblemente analizando mis palabras.

—¿Cuándo es mi cumpleaños? —cruzó sus brazos. Sus labios formaban una línea recta y su mirada se mantenía con la mía poniéndome más nervioso.

—8 de noviembre —contesté con rapidez.

Frunció el ceño. Miró a sus dedos pensativa.

—¿Cuál es mi color favorito?

—¿Qué? Esa pregunta es estúpida...

—¡Respóndela! —me cortó señalándome de manera amenazante.

La habitación de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora