"Aquello que hace que tu vida tenga sentido."
Domingo, 27 de diciembre de 2020.
22:00
—Se te va a dormir la pierna, Damián —murmuré acomodándome en el muslo de Damián en donde estaba sentada.
Agarré con fuerza el hombro de Damián para poder asegurarme de que no me iba a caer. Mientras tanto él me tomaba con dureza la cintura. Su tacto me hacía estremecer y aunque no quisiese demostrarlo temblaba cada vez que su piel rozaba con la mía.
Llevábamos más de diez minutos fuera de la fiesta sin saber a dónde me llevaba. Con la poca claridad que había, podía observar que estábamos lo que parecía ser un enorme descampado. El frío de diciembre me dejaba tiritando, pero gracias a que Damián me dejó su chaqueta, ya notaba más calor en mi cuerpo, junto con su aroma a vainilla que tanto me gustaba.
—Bien, ya hemos llegado —acabó parándose en mitad de la nada.
Elevé una de mis cejas aún sin saber a dónde estábamos. Me bajé de su pierna con rapidez y tan pronto como pisé la mojada hierba, me quité los incómodos tacones que llevaba.
No eran tan altos como creía, además que supuse que compré los más cómodos de la tienda...Pero me equivoqué.
Tomé todo el aire que podía tomar mis pulmones y cerré mis ojos, intentando descansar lo máximo posible. Noté como mis músculos se relajaron en cuestión de segundos y dejé que el mínimo sonido que había en el lugar entrasen por mis oídos. El olor a tierra mojada se introdujo por mis fosas nasales y de pronto noté a alguien a mi lado acostándose en el suelo.
—¿Dónde estamos? —pregunté aún estando de pie.
—¿Ya vas a empezar con tus preguntas? —apoyó sus manos al suelo y se dedicó a mirar al cielo.
—¿Sabes que hacer una pregunta detrás de otra es mala educación?
—Pues tú lo acabas de hacer igual —rio.
Sin pensarlo dos veces, me senté al igual que él. Pero a diferencia de Damián, comencé a coger pequeñas hierbas que había y las cortaba con las mismas manos, como una manera de relajarme.
—Hace unos años... —comenzó a hablar—. Era un crío al que solo le importaba el fútbol y las chicas. No tenía ninguna meta en la vida. Pero días antes de que me diagnosticasen cáncer, apareció Vanessa. Estaba dos cursos más que yo y siempre la veía con sus amigas presumiendo de que bolso de Gucci se habían comprando esa semana. Poco a poco comenzó a fijarse cada vez más en mi. No tenía la idea de lo que estaba haciendo, pero cuando todo el instituto se enteró que estaba saliendo con una de las chicas más populares del instituto, pasé de ser el marginado por el chico del que siempre hablaban nada más entrar por las puertas de clase.
—Pero...¿Ella te gustaba?
Cerré los ojos con una mezcla de celos y vergüenza. Por la forma en la que me miró, no estaba muy seguro de la respuesta.
—A día de hoy te aseguraría que no. Hace unos años hubiese dicho que sí. Pero estaba tan absorto por las opiniones de los demás, que llegó un momento en el que necesitaba la aprobación de todo el mundo —tomó aire para seguir hablando—. Éramos la pareja perfecta, o eso decían. Aunque a mis padres no le caían nada bien Vanessa y mi hermana no podía ni verla...Yo quería seguir con ella y hacía caso omiso a lo que me decían. Pensaba que mi vida iba a mejor, tenía a la chica que me gustaba y yo también creía como un imbécil que yo a ella también le gustaba.
Paró unos segundos antes de volver a hablar, parecía que se le estaba haciendo cada vez más difícil seguir. Acaricié su hombro con suavidad y me dirigió la mirada después de un largo tiempo sin hacerlo. Como hace unas horas, tenía la mirada apagada, sin ningún ánimo...Pero una vez pegó sus ojos en mi, vi como volvió el característico brillo que tanto me gustaba en su mirada.
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La habitación de enfrente
RomantizmDesde que nacemos, estamos influenciados por las apariencias, por lo que dirán o pensarán los demás, por el futuro, y por si lo que hacemos está realmente bien o mal... En la vida, tenemos una serie de instrucciones implantadas por la sociedad que d...