"Principio que define esos amores que nacieron predestinados."
Domingo, 27 de diciembre de 2020.
13:01
—Yo os declaro marido y mujer —exclamó sonriente el cura sosteniendo la biblia sobre sus manos.
Miles de voces comenzaron a sonar detrás de mi. Aunque más que voces eran gritos de euforia. Levanté la mirada y observé a mi alrededor.
Algunas personas mayores casi a punto de llorar, otras aplaudiendo como si fuese el mejor espectáculo del mundo y después estaba yo, intentando sonreír aunque acabó siendo un intento fallido pues una delgada línea comenzó a formarse en mis labios.
Observé con más atención a la pareja que tenía enfrente de mi.
Laura y Jesús besándose apasionadamente.
Volví a bajar la mirada algo incómoda y a mi derecha escuché de nuevo la risa aguda de Isabel junto con una fuerte carcajada por parte de Agustín, ambos se llevaron toda la hora riéndose de cada vestido extravagante de los invitados que pasaban por sus ojos.
—Pero si esa mujer parece sacada de una floristería, por dios —trató de decir Agustín aunque no era capaz pues al segundo volvió a reírse.
Tenía que decir que era bastante gracioso verlos, hasta que el mismo cura los mandó callar. Durante todo ese tiempo de mi boca no salió nada. Mi cabeza no paraba de dar vueltas haciéndome marear.
¿Dónde mierda estaba Damián?
Tenía ya la piel de mis dedos casi en carne viva, los nervios me comían por dentro y no podía pensar con claridad.
Por suerte estaban conmigo Agustín e Isabel, que no se separaban de mi lado ni yo de ellos.
—Ojalá ser algún día ellos... —suspiró nostálgica Isabel.
—Oh vamos, si tienes a todos los muchachos detrás de ti —habló Agustín.
—Eso no es cierto —negó Isabel con un cierto color rojizo sobre sus mejillas.
Dirigí mi mirada de nuevo a mi izquierda donde estaban ellos y decidí hablar.
—Pues el chico de ahí no piensa lo mismo —señalé con la mirada disimuladamente a un chico que estaba unos metros delante nuestra.
Los tres llevamos la mirada hacia el chaval que señalé hace unos segundos, y este al darse cuenta de que le estábamos mirando giró su cabeza avergonzado.
—Podrías aprovechar —empujó Agustín suavemente el hombro de Isabel.
—Ni de broma, podría ser algún primo de Jesús o Laura —sacudió su cabeza varias veces.
—Primo de Jesús no puede ser porque el chico es bastante mono y Jesús no lo es —susurró Agustín a mi oído.
Inconscientemente solté una pequeña risa que acabó siendo una carcajada.
—No seas así, Agustín —me volví a sentar en el banco que estaba a mis espaldas. Eché la cabeza hacia atrás y tomé todo el aire que podías coger mil pulmones.
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La habitación de enfrente
Storie d'amoreDesde que nacemos, estamos influenciados por las apariencias, por lo que dirán o pensarán los demás, por el futuro, y por si lo que hacemos está realmente bien o mal... En la vida, tenemos una serie de instrucciones implantadas por la sociedad que d...