13. Cafuné

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"La acción de pasar los dedos por el cabello de la persona amada."

Sábado, 25 de octubre de 2020.

16:17

—No quiero tomarme esta mierda —espetó Damián—. Me he tomado más veces esto —señaló el vaso donde contenía el contraste—, que chupitos en mi vida.

Estaba en la sala de espera junto con Damián y Agustín. Tenía que hacerse un TAC para ver cómo estaba evolucionando la enfermedad. Pero este se negaba a tomarse el contraste.

Por lo que me explicó Agustín, el contraste es un líquido que deben de tomarse los pacientes antes de realizarse el TAC. Este permite ayudar a diferenciase unas partes del cuerpo de otras.

—Joder, me lo podría tomar hasta yo —alardeó Agustín negando con la cabeza.

—Pues hazlo —contestó con una falsa sonrisa.

—Mira Damián, me voy porque tengo una paciente en UCI, vuelvo en diez minutos. Como en esos diez minutos, no te hayas tomado el contraste, te prometo, que habrá otra manera para que la tomes —amenazó Agustín señalando el vaso—, y no te va a gustar.

Durante esas semanas había intentado ir cada día a visitar a Damián y a quedarme con él. Laura apareció unas pocas de veces y pudimos hablar un poco, pero casi siempre tenía que marcharse por su trabajo o por su bebé.

Como había días en los que no podía ir al hospital, Damián se las ingenió para pedirle prestado a Agustín un portátil que este ya no utilizaba, y por ahí hacíamos videollamadas. Al principio se nos hacía raro, y más a Damián, pues hacía años que no cogía un ordenador, me contó. Cada día sabía más de él, y él más de mi. Nos quedábamos muchas veces hasta las altas horas de la madrugada y hacíamos siempre lo posible para que no acabase nunca la conversación y tuviésemos que terminar la videollamada.

—Ojalá fuese una cerveza, así sería más fácil de tomar —añadió Damián, sacándome de mis pensamientos.

Solté una carcajada.

—Pues imagínate que es una cerveza —respondí encogiéndome de hombros.

—Eso suena estúpido, ladrona.

—Eso lo dices por que no has probado a intentarlo —murmuré.

Se le veía mucho más apagado. Hace unos días me ofrecí a acompañarle de nuevo a la sesión de quimioterapia, él no quería que fuese, sabía que tenía muchos trabajos y tareas, pero aún así fui. En un principio estuvo algo malhumorado porque no le hice caso, pero me dio igual. Y parece que esa última quimio le había afectado mucho más. Era incapaz de ocultar que me dolía en el alma verlo así como cuando mi tía estaba en las misma condiciones.

Se me rompía el alma verlo vomitar, con las lágrimas sobresaltadas del dolor pero intentándolo aguantar.

Volví a dirigir mi mirada hacia él, y vi cómo susurraba cerrando sus ojos:

—Es una cerveza, es una cerveza, es una cerveza... —fue repitiendo, hasta que llevó el vaso a su boca y comenzó a tragar. Inconscientemente salió de mi una pequeña sonrisa.

En menos de cinco segundos, se había bebido Damián todo el contraste y a consecuencia de eso hizo un gesto asqueado, que provocó en mi que comenzase a reír.

—No hace gracia, es asqueroso —dijo mientras cerraba fuertemente sus ojos.

Me acerqué más a él, y le di un pequeño abrazo. Noté como el cuerpo de Damián se tensó a los segundos de notar mi tacto. Mis nervios estaban a flor de piel y el temblor de mis manos no me ayudaba, pero cuando estuve a punto de separarme de él al no notar ninguna acción suya, me apretó hacia con ambos brazos atrayéndome más hacía su cuerpo.

La habitación de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora