"Algo que parecía sencillo en un comienzo, pero que terminó marcando tú vida para siempre."
Marina.
Domingo, 28 de febrero de 2021.
17:03
—Pues ya hemos acabado Marina —dijo Isabel.
—¿Ya estaré fuera?
Una sonrisa comenzaba a asomarse en mi rostro.
—Sí, cielo. Puedes irte ya.
Solté un suspiro aliviado mientras miraba al techo. Por fin me iría, dejaría estas cuatro paredes y sería libre. Mil pulmones se hincharon de aire y pasé ambas manos por mi rostro.
—¡Por fin! —grité sin borrar la sonrisa.
Con prisa me levanté aunque eso provocase que me marease a los primeros segundos. Me moví por toda la habitación dando pequeños saltos.
Rio Isabel al verme tan emocionada.
—Recuerda tener mucho reposo... —habló en un tono suave mientras miraba atenta a las analíticas que tenía en las manos.
—Y tomarme todas las medicinas —alargué casi en un colapso de desilusión parándome en seco. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza de lo normal, por lo que traté de tranquilizarme mentalmente.
—Así es.
Tomé con cuidado la mochila sin todavía dejarla sobre mi hombro.
—¿Sabes dónde están mis padres?
—Me dijeron que se quedarían afuera esperándote.
Giré mi cabeza por el enorme cristal que separaba mi habitación del pasillo, dejándome ver todo lo que ocurría fuera de esas cuatro paredes. Aunque en realidad no había mucho por ver, pacientes por ahí, enfermeros por allá...Pero hubo algo que me sorprendió, justo en la habitación de enfrente.
—¿Isabel?
Fruncí el ceño.
—Dime cielo.
—¿Ese de ahí no es...?
—Damián.
Tuve que controlar mi respiración. Toda la ilusión fue sustituida por sorpresa. La imagen de Damián acostado en la camilla seguía fija en mi mente. Por lo que podía ver, sus ojos permanecían abiertos fijos en el techo. Sacudí todos los pensamientos de una vez y me obligué a mi misma a volver a la realidad.
—No me enteré que tenían que ingresarlo —bajé mi voz.
—Se estado de salud empeoró hace unas horas, no te diste cuenta porque estabas duchándote.
Isabel giró a mi dirección mostrándome una sonrisa entristecida.
Algo estaba ocultando.
—¿Pero estará bien? —cuestioné preocupada.
—No lo sabemos, Marina. Le cuesta bastante trabajo respirar y apenas tienes fuerza para nada. Le hemos tenido que poner algo de morfina para calmar el dolor —informó. Noté que sus ojos se cristalizaron, pero rápidamente giró a donde tenía todos los papeles—. Pero parece que ahora está un poco mejor.
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La habitación de enfrente
RomantizmDesde que nacemos, estamos influenciados por las apariencias, por lo que dirán o pensarán los demás, por el futuro, y por si lo que hacemos está realmente bien o mal... En la vida, tenemos una serie de instrucciones implantadas por la sociedad que d...