Lunes, 27 de abril
Max:
—¿El principito? ¿Qué eso no es un libro para niños?
Le baja el volumen a la televisión mientras pasan un comercial de detergente para poder hablar mejor en el tiempo que demora que reanuden nuestro programa. Yo, por mi parte, acarició el lomo de Spirit, el bulldog obeso de Dylan, mientras intento poner al tanto a su dueño de que tan bien va el trabajo hasta ahora, pero es difícil sino deja de hacer preguntas tontas cada dos palabras.
—Si atendieras un poco más a la Sra. Rogers sabrías que El Principito es un libro apto para todas las edades—observo al tipo de la pantalla que sonríe mostrando sus dientes multicolor para promocionar un enjuague bucal ¿Quién querría quedar como si hubiera comido mierda de unicornio?—. Es más, se recomienda leerlo en cada nueva etapa de la vida, cuando niño, joven y adulto, porque siempre se le encuentra un significado diferente.
—Leerse un libro tres veces—silba y se cruza de brazos, llamando la atención de Spirit que se estira en el espacio del sofá que dejamos para él esperando alguna otra señal de parte de su dueño—. Eso es tener mucho tiempo libre y una vida social bastante limitada ¿Cuántas veces te lo has leído tú? Cinco o seis, ¿no?
—Ja, ¿alguna vez has hecho el experimento de parar el libro de trescientas páginas de matemática con el rostro? Es buen momento para probarlo.
Se carcajea, a mi costa como siempre, y antes de que pueda seguir molestandome se detiene el segmento publicitario para darle paso a nuestro programa secretamente favorito, Sexy a lo bestia*.
Un día revisabamos la programación, estaban pasando el reallity y era eso o un documental sobre el buen cuidado del pasto. Comenzamos cuando aún iba en la tercera temporada y ya llevamos diez. Es adictivo aunque en retrospectiva es un show como otro de tantos donde, solo se ve en estos reallitys, gente guapa no encuentra pareja porque, pausa para sentir lástima por ellos, solos los buscan por su apariencia y no se preocupan por el interior. Los pobres, que lástima me dan.
En Sexy a lo bestia se encargan de que una chica o un chico, tenga citas con tres pretendientes, cada uno caracterizado como un animal, ser u objeto, que no deja que se vea su verdadero aspecto y se crea como una especie de cita a ciegas. A Dylan y a mí nos gusta apostar sobre lo que pasará. Yo sobre con quien tomarán la terrible decisión de emparejarse y él quien está más atractivo.
—Apuesto todo a que el castor es el más guapo y que la sirena lo elegirá a él—empuja su pila de M&M's por la mesa de café hasta el centro como si fueran fichas de póquer y antes de echarse hacia atrás toma uno y se lo lleva a la boca—. Ahora sí, todo al castor.
Ah, cierto. Apostamos con sus caramelos.
Observo las risitas que le regala la chica en la pantalla al castor y paso mi pulgar por el mentón pensando muy bien mi siguiente paso.
—Vale, igualo la apuesta—muevo mi pila de caramelos a un lado de la suya—y te apuesto que la chica terminará con la estatua que resultará un cuarentón llegando a la calvicie.
Se acabaron las bromas, ahora es cuando el silencio tenso invade la sala, a la hora de ver nuestro programa preferimos la pantalla grande del salón a la chata televisión de su cuarto, incluso Spirit levanta sus orejas para escuchar bien la respuesta.
—Elijo a...¡la estatua!—grita la chica emocionada mientras mi querido amigo maldice a cada sirena en el mundo y mira con lástima como me llevo toda su reserva de M&M's.
Ni siquiera me gustan, pero todo sea por Dylan y su infelicidad.
—Y ahora ha llegado el momento de quitarse el disfraz—anuncia el conductor y la esperanza de mi amigo vuelve a reavivarse.
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Proyecto Amor(borrador)
Teen FictionEmma Summer tiene una vida perfecta en la que se incluye una casa perfecta, ropa perfecta, padre perfecto y notas igual de perfectas. Bueno, o así era. Un reprobado y el miedo a que su padre lo descubra la llevará a comenzar un proyecto con el malhu...