Martes, 28 de abril
Emma:
Abril ya casi se había terminado, comenzaría mayo y con él las brisas frescas, las finas lloviznas, el aroma a flores y los entrenamientos deportivos. Aunque estos últimos llevaban una semana en su máximo apogeo, lo que en Douglas significaba mucho trabajo y personas corriendo de aquí para allá. Los equipos de natación y voleyball se turnaban para entrenar y los de tenis y baloncesto se preparaban para discutir el primer lugar en el instituto. Una tradición no escrita, cada año un deporte se alzaba con las mejores puntuaciones y los más altos resultados, casi siempre tenis, y el equipo de baloncesto no estaba dispuesto a ser el segundo otra vez. Por eso entrenan cada tarde en el gimnasio después de clases y por eso estoy aquí.
Aprieto las solapas de la chaqueta a mi cuerpo por una brisa fría que entra por las puertas abiertas del gimnasio. Miro el reloj en la pared detrás mío y calculo quizá en unos diez o quince minutos el final del entrenamiento. Cinco si me pongo de suerte. El entrenador grita ordenes a los jugadores que estos acatan con sorprendente seriedad mientras saco mi celular de un bolsillo de la mochila y me entretengo viendo historias en Instagram, nada destacable, y comentando estados graciosos de WhatsApp. En uno de esos minutos de espera pongo la cámara frontal y reviso mi maquillaje, en especial el delineado de mi ojo derecho. Ayer fastidié mi maquillaje un poco bastante y tuve que permanecer así hasta que los chicos se fueron. El de hoy está perfecto y me envalentono para tomarme una foto de perfil, dejando mi cabello detrás de la oreja y mirando hacia abajo para que se note mi, modestia aparte, gran trabajo. Subo la imagen a Instagram y sonrío con el resultado.
El silbato del entrenador detiene el entrenamiento por hoy, mi reloj marca que han pasado tan solo seis minutos, y los chicos aplauden su esfuerzo de hoy antes de correr a las duchas. El capitán del equipo y uno de los jugadores toman un camino diferente y suben las gradas en mi dirección. Guardo el celular en el bolsillo interno de la mochila y me pongo de pie, aguardándolos con una sonrisa.
—¿Cómo nos viste?—pregunta el moreno saltando los escalones de dos en dos, con su capitán pisándoles los talones.
Levanto ambos pulgares en su dirección y sonrío mostrando todos mis dientes.
—Muy bien—admito una vez llegan a mi lado—, casi tan bien como los de tenis.
La sonrisa de satisfacción no les dura mucho con mis palabras y rápidamente se convierte en un ceño fruncido en Caleb y un mohín gracioso en Marcus. Es demasiado fácil jugar con el ego de un chico.
—Que graciosilla, ¿a qué te quedas sin los cuadernos?—amenaza Marcus tomando todas las libretas de clases que compartimos en una mano y alejándolas de mí. Aunque soy alta no me atrevo siquiera a intentar atraparlas, mi 1.73 no tiene nada que hacer con sus casi dos metros de alto.
Por esos apuntes es que esperé durante todo el entrenamiento. Hoy es día de revisión de cuadernos en casa y tengo que llevarles mis libretas a mi padre junto a los de otro compañero para que él revise que tengo todas mis clases y tareas.
—No harías eso—digo convencida, Marcus puede parecer muy imponente con sus casi dos metros de musculatura, su piel morena y ojos oliva, pero en realidad es más suave que un pan. Aunque cuando se enfada es mejor esconderse y esperar que pase la tormenta.
Se lo piensa un momento mientras Caleb se sienta en las gradas y se seca el sudor del rostro con el bajo de la camiseta del equipo.
—Toma—se rinde y me tiende los apuntes, pero en el momento en el que estoy por agarrarlos los aparta—, pero me debes una hamburguesa como disculpa.
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Proyecto Amor(borrador)
Novela JuvenilEmma Summer tiene una vida perfecta en la que se incluye una casa perfecta, ropa perfecta, padre perfecto y notas igual de perfectas. Bueno, o así era. Un reprobado y el miedo a que su padre lo descubra la llevará a comenzar un proyecto con el malhu...