12.Discusiones de amigos que no quitan el sueño

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Miércoles, 29 de abril

Max:

B

ostezos y más bostezos es lo que describe, en pocas silabas, mi mañana. Y un toque da malhumor, claro. Mi organismo es muy exigente y si no descansa al menos seis horas, por la mañana se vuelve mucho más pesado y agotador de manejar, sin dejar de mencionar el mal carácter que lo acompaña. Teniendo en cuenta que he dormido apenas unas cuatro horas creo que hoy va a ser un día fantástico. Si no notaron el sarcasmo es que son unos idiotas.

Siento que los pasillos del instituto están más llenos de lo normal, que mis ineptos compañeros parlotean con sus chillonas voces más alto de lo que siempre lo hacen y sus risas, dios, sus risas son lo peor, resuenan en mi cabeza una y otra vez como la canción que pones de despertador y que terminas odiando. Solo pido paz hoy y que nadie me hable.

—¿Qué hay, corazón? ¿Correteando por los pasillos sin mí? —Claramente era mucho pedir que nadie me hablara, existe Dylan Foster para arruinar la poca tranquilidad en mi vida.

—Dormí unas malditas cuatro horas, Foster—le advierto, no es la primera vez que por su insoportable carácter he terminado gritándole o dejándole de hablar por un mes incluso—, no me fastidies.

Camina a mi lado, siguiendo el frenético ritmo de mis pisadas, con la gorra de su equipo de baseball favorito girada hacia atrás tapando su reguero de rizos colorados.

—Así que el señor Max rayito de sol Donovan no durmió bien anoche, ¿qué? ¿No podías dejar de pensar en mí? —silencio—. Espera, no me digas que... Max dime que no has vuelto a ver a Sam.

En serio, en serio, en serio, no puedo con esto hoy. Ignorarlo es el único camino pacífico que puedo tomar ahora, eso y seguir caminando hasta que el maldito pasillo se termine.

—Max—Estira su mano hasta mi pecho y me detiene. Me sorprende la seriedad que muestra su rostro.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué problema hay si lo hice?! ¡¿Me vas a castigar acaso?!—reclamo quizá en voz demasiado alta, deteniéndome en medio del pasillo y atrayendo curiosas miradas. Genial, justo lo que quería hoy. Paso la mano por mi cabello, entre las hebras, e intento mantener la calma. O recuperarla al menos.

—Sabes porque te lo digo—masculla, arrastrándome hasta un grupo de casilleros intentando hacer desaparecer la atención que yo atraje antes—. Me preocupa que sigas viéndola, sabes que es una arpía que no le importará pasar sobre ti si eso le va ayudar a conseguir lo que quiere.

Mi mano va automática hasta el cuello de su camisa. Muy poco raciocinio hay ahora mismo en mi cabeza. Solo se repite la palabra arpía una y otra vez. Aunque Dylan me iguala o incluso supera en fuerza no hace ningún intento de zafarse de mi agarre. Incluso permite que lo pegue con fuerza a los casilleros a su espalda.

—No olvides de quien estás hablando, Dylan, puede que te considere alguien cercano, pero no me costará nada olvidarlo si sigues con tu patética existencia jodiendome la mía —le hablo entre dientes, muy cerca de su rostro, asegurándome que escuche mis palabras.

Todos estos años soportándolo me han enseñado a leer sus emociones y sé que ahora mismo hay una mezcla de decepción e impotencia dentro de él. Pues su problema, no debía meterse en mi vida.

Me alejo de ahí, con mi andar irregular, y por una vez no escucho pasos detrás mío ni su voz molestándome todo el camino.

(...)

El almuerzo es un asco, solo hay muffins, manzanas y yogures, ¿se supone que con eso debo quedar saciado? ¿Eso es lo que potenciará mi desarrollo? Alguien por ahí no está haciendo bien su trabajo. Tomo la manzana y un yogurt y busco una mesa lo más apartada de la humanidad, así sea la más cercana a los baños.

Proyecto Amor(borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora