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Decir que su vida cambió enormemente al poner un pie dentro de la prisión sería una vil mentira.

Llegar, ser tratado como la mismísima basura por guardias e internos, golpeado, humillado, degradado.

Al menos podía decir que contaba con energía eléctrica, un techo que le cubría, una mesa con comida y una cama que sí parecía una cama. Algo que, durante gran parte de su vida, no tuvo.

Ni siquiera en su casa.

Y ahora, de nuevo tenía a su único amigo a su lado

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Y ahora, de nuevo tenía a su único amigo a su lado.

ㅡ¡Lele!

A Jisung casi se le salen los ojos de sus cuencas cuando lo vio, ni siquiera lo reconoció al inicio: moretes adornaban su rostro como ya hacía años que no veía y su cabello era de un negro intenso como cuando se conocieron. Su piel se abrazaba a sus huesos, dejándolos notar por esta de lo delgado que estaba, haciendo obvio que llevaba mucho tiempo sin comer bien.

Los primeros días Park ni siquiera sabía que Chenle estaba en la prisión, había pasado internado en la enfermería debido a su casi desnutrición y heridas. Cuando por fin salió, aquellos que le habían propiciado la paliza de bienvenida desearon terminar el trabajo, hasta que el menor intervino.

ㅡ¡LE TOCAN UN CABELLO MÁS, BOLSAS DE MISERIA HUMANA, Y NO LO CUENTAN!

ㅡ¡LE TOCAN UN CABELLO MÁS, BOLSAS DE MISERIA HUMANA, Y NO LO CUENTAN!

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Jisung era querido por los internos, se llevaba bien con ellos. Lo veían como un hermano pequeño con el que la vida simplemente había sido muy injusta.

Supo defenderse nomás llegar, ganándose su respeto, y tras contar su historia y cómo pasaba sus días protegiendo a su mayor, a su amigo que más quería, se ganó su simpatía; por lo que jamás les había hablado así y nunca lo habían visto molesto.

Podría parecer hilarante, pero, desde entonces, Park también se ganó la cautela de sus compañeros de pabellón.

Ahora ya todos sabían que no había que molestar al pollito.

Ni a su chico.

ㅡ¡Lele, Lele! ¡Levántate, por favor!

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ㅡ¡Lele, Lele! ¡Levántate, por favor!

Chenle largó una mueca, adolorido hasta en lugares que no dolían desde hacía mucho tiempo atrás, aún así no pudo evitar que sus comisuras se curvaran delicadamente hacia arriba tras sentir los brazos de su amigo rodeándole para levantarlo y llevarlo a la enfermería.

Mirando fijamente a esos cabrones que lo habían lastimado, silenciosamente diciendo en su cabeza: "se les acabó su diversión, hijos de puta".

Silence [JC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora