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La noche llegó tan pronto como aquella fatídica noticia. Sin tapujos, sin esperar a nadie.

A pesar que sus vidas se desmoronaban con el paso de cada minuto, ni el tiempo ni la vida se detendrían para que ambos pudieran hacerse a la idea de su pronta separación.

Quizás definitiva.

El silencio era sepulcral como todas las demás noches, tanto que podría escucharse hasta el eco de la caída de un alfiler. Tal y como le gustaba a Johnny Seo que fuera.

Nadie susurraba, nadie sacaba espejos por los barrotes intentando ver a sus compañeros, nadie hacía nada.

Era simplemente un luto adelantado en el pabellón C, en el "Corredor de la muerte" de la prisión de Seúl.

Hasta la propia Luna se negaba a ver el sufrimiento que emanaban los corazones de los jóvenes en celdas opuestas del pabellón, quienes miraban a la oscura ventana en anhelo que todo lo que había pasado aquel día no fuera más que una horrorosa pesadilla de la que pronto fueran a despertar.

No había luz en el cielo de la Luna ni estrellas que mostrasen un camino de fe, solamente la más pura oscuridad les abrazaba como un manto frío que no sabía como darles un verdadero conforte.

Y entonces, se escuchó.

Perdona, perdona que me gustes. Perdóname por quererte. Perdona, perdona que me gustes, si quererte estaba mal... perdona que me gustes tanto, perdóname...

Una aguda, dulce, entonada voz que cantaba, rompiendo profundamente el silencio que se cernía sobre todo y todos.

La hermosa voz continuó:

ㅡIntenté ocultar mis sentimientos, pero supongo que era demasiado obvio. Perdona, perdona que me gustes.

Era Chenle.

Un pequeño joven chino cuyo corazón se desmoronaba con cada minuto que pasaba.

Si, de todas formas, en cuanto saliese el sol no sería capaz de ver a su amado otra vez, ya no le importaba nada más.

Mucho menos la regla del absoluto silencio.

ㅡNo puedo, no puedo ocultar mis sentimientos por ti un poco más

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No puedo, no puedo ocultar mis sentimientos por ti un poco más. Con valentía me acerco a ti, pero dar ese paso nunca fue fácil...

Otra voz se unió pronto al primer canto, más grave, serena, pero siempre apropiada por un corazón igual de roto.

Era Jisung.

El menor de todo el pabellón que, sin embargo, había pasado toda su vida defendiendo a la única persona que más había amado en todo su mundo.

Si con el primer rayo de sol ya no sería capaz de ver al mayor que le había robado su corazón, por lo menos quería que supiera cuánto lo amaba antes de que sus caminos fueran separados, posiblemente para siempre.

Si con el primer rayo de sol ya no sería capaz de ver al mayor que le había robado su corazón, por lo menos quería que supiera cuánto lo amaba antes de que sus caminos fueran separados, posiblemente para siempre

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Podía escucharse con total claridad las botas negras del guardia encargado de aquel pabellón que corrían hacia la escena.

John entró al lugar, la ira tatuada en su rostro, pero las palabras quedaron atoradas en su garganta al escuchar el canto de los dos menores.

Cerró la boca de golpe, que ya estaba lista para proferir cualquier tipo de ofensa ante quienes perturbaban el silencio de la noche, bajó su porra firmemente empuñada en su mano y la guardó en su cinto, y subió hasta las celdas cantoras.

Antes de volver a salir por la puerta por la que había llegado, solamente profirió:

ㅡTienen 5 minutos, terminen.

Y los menores continuaron con el canto que entristecía cada alma y rompía cada corazón.

Y los menores continuaron con el canto que entristecía cada alma y rompía cada corazón

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ㅡOrdené mis pensamientos hace mucho, pero todavía necesitaba más tiempoㅡJisung siguió.

ㅡPero, quizás, me tardé demasiado ㅡcantó Chenle.

ㅡNuestros tiempos estaban descoordinados, siento que estoy siendo castigado

ㅡLo que hice para acercarme a ti... fue crear una pared entre ambos. No tengo palabras. 

Y pronto, ambas voces que se intercalaban se unieron en una sola melodía, tan bella como dolorosa.

Me culpo a mí mismo, te culpo a ti, no sé a quien culpar. Mi resentimiento crece... Tratar de derribar esta pared entre ambos solo me rompe el corazón...

Un concierto de tristeza y amor mezclados perfectamente que, así como todo, acabó tan pronto como inició, acompañado de una frase que recorrería la mente de los presentes por todo lo que el tiempo se los permitiese:

Perdona, perdona que me gustes.









































canción: Sorry, I Love You ㅡStray Kids

Silence [JC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora