- Date prisa, Lisa.- me avisa la señorita Molly, asomándose por la puerta.- El señor Juliano te está esperando, no te retrases.
Esbozo una sonrisa desganada mientras termino de aplicarme el maquillaje. Hace una hora que me trajeron el vestido que me ha regalado Francesco. Tengo que admitir su buen gusto, o el de quien sea que lo haya escogido. En tonos morados y dorados y unos suaves flecos por debajo de la rodilla, va acompañado de una estola de visón negra que ahora mismo cuelga del perchero junto a la puerta.
- Qué suerte tienes...- suspira Natasha, girando sobre la cama hasta dejar sus codos apoyados en la almohada.- No solo has quedado libre, sino que te está tirando los tejos el dueño del local.
- Yo no llamaría suerte a eso...- murmuro colcando la diadema dorada sobre mi cabello.- Y tampoco me siento muy libre: no me han dejado salir para nada de aquí.
Tras volver del desayuno, intenté salir del local. Si realmente no había deuda debería de haber podido salir, por mucho que hubiese quedado con Francesco a la noche. Sin embargo, me encontré con la dura realidad: por algún motivo que no consigo entender, todos saben que no tengo nada pendiente... pero no me puedo ir. He probado todas las excusas que se me han ocurrido: ir a la peluquería, a la lavandería, que me dé un poco el aire, llamar por teléfono a mi madre... pero siempre acababa del mismo modo: volviendo al interior del local. Tras varias horas, al final me di por vencida, limitándome a estar en mi habitación hasta que ha llegado la hora de ir preparándome para mi "gran" cita.
- ¿Y para qué te vas a ir?- insiste Natasha.- Ahora mismo no tienes dinero ni un lugar donde dormir. Ya sé que este no es el mejor lugar del mundo, pero como ya no tienes que bailar, la señorita Molly te dejará en paz. Desde mi punto de vista, lo mejor que puedes hacer de momento es quedarte aquí, donde tienes comida y techo gratis. Ya tendrás tiempo de mudarte cuando tengas otro trabajo o, mejor, cuando el señor Juliano te ponga un piso.
- Eso es algo que, definitivamente, no va a pasar.- le aseguro, agitando las plumas del hombro del vestido para que tengan algo más de volumen.
- Para no querer que te haga caso, te estás arreglando mucho...- señala la bailarina, con una sonrisa traviesa.
Dejo escapar una risa hueca. El motivo de arreglarme es porque no le quiero enfadar: hasta que Vitto me saque de aquí, tengo que mantener un delicado equilibrio consistente en tener a Francesco lo suficientemente contento como para que no me deje en algún agujero pero no tanto como para que haga uso de esas manos tan largas que tiene.
Echo un último vistazo al espejo y me levanto, tomando mi bolso y la estola.
- Me voy ya...- suspiro con desánimo.- ¿A qué hora sales?, ¿tienes ya los pies mejor?
- En un par de horas, después de Darya.- contesta haciendo una mueca.- Los pies mejor gracias a tu remedio, muchas gracias. Espero poder aguantar bien el show.
Le dedico una triste sonrisa justo antes de salir de la habitación, caminando con desgana hacia la sala. Ojalá todo pase rápido...
Cuando entro al salón el elevado volumen de la música y las conversaciones de los presentes me golpean de lleno. Lanzo una mirada alrededor, pero no veo a Francesco por ningún sitio, así que comienzo a dar vueltas, esperando que acabe por aparecer.
Llevo ya unos minutos así cuando la entrada se abre de nuevo y veo que la cruzan Nino y Vitto, acompañados de un par más de hombres. Mi corazón se aligera al momento y a duras penas soy capaz de contener una sonrisa de alivio e ilusión. Tras un par de segundos, consigo controlarme y me giro fingiendo indiferencia para ir en su dirección de modo "casual".
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El Atril 5: Retorno
General Fiction¿Cómo puede ser? Matt le enseña a Anna una foto de una niña desaparecida, pero no hay duda de que se trata de Stella. ¿Podrán ayudar a la niña a escapar del libro?