Un monstruo, eso es lo que veo en el espejo. Da igual lo que digan o intenten convencerme; yo sé lo que vi, yo sé lo que hice.
Ese hombre tenía una familia, unos amigos, unos sueños... Que nunca va a conseguir. Creía que lo peor de mí era mi poder; me equivocaba, era utilizar ese poder. Un poder que destruye, que mata lo vivo y lo convierte en un ser inerte, sin sentimientos.
Mi vida no es que la considerara perfecta, pero por lo menos no me consideraba una asesina. Por que eso es lo que soy, con todas las sílabas A-S-E-S-I-N-A.
Pueden que me llamen niña pequeña, pero me da igual lo que piensen; ellos no tienen que cargar con esta culpa. No es un asesinato normal, estarán buscando a ese hombre toda la vida; sino se dan cuenta que la estatua que está en el pasillo, es el guardia de seguridad.
Es extraño que un gen extrañamente raro que está en mi cuerpo, solamente me haya tocado a mí. ¿Por qué? No quiero ser diferente, lo odio. Me agarro del cabello y grito de la frustración, hasta que vuelvo a caer rendida sobre la cama.
Cuando me despierto de la inconsciencia, estoy tapada con una manta roja por encima de la colcha y en la mesita hay una tila. Tengo toda la almohada húmeda y me escuecen los ojos; pero tengo el estómago cerrado, sólo quiero olvidar.
En ese momento llaman a la puerta, y antes de que pueda decir nada, mi madre ya a asomado la cabeza por esta.
– ¿Se puede?– pregunta con precaución. Prevé que la pueda tirar una almohada a la cara y puede que lo haga; aunque no tenga mucha fuerza ahora mismo.
Lentamente se acerca y se sienta en el borde de la cama, suspira y me acaricia la mejilla con la palma de la mano. No me pregunta qué tal estoy, sería una pregunta estúpida; solamente me acaricia hasta que me derrumbo en sus brazos.
Odio sentirme tan impotente, tan vacía. Siento que he perdido parte de mí y algo oscuro a ocupado ese lugar. No lo quiero aceptar pero justo cuando mis ojos se encontraron con el guardia lo sentí.
Los ojos son el reflejo del alma.
Las lágrimas que me recorren la cara saben saladas y aunque intento parar, no puedo dejar de pensar que he estropeado todo.
– Lo..sien..to...– intento decir tras sus brazos. – Lo.. siento..tanto..– y vuelvo a esconder mi cabeza mientras me abraza fuertemente.
– No pasa nada, cariño. No ha sido tú culpa. No ha sido tú culpa.– repite recogiéndome un mechón detrás de la oreja, como si repitiéndolo alguien se lo pudiera creer.
Inspiro y me sueno los mocos en su jersey mientras ella me quita delicadamente las lágrimas que me recorren la cara.
– ¿Sabes algo de Pterseo? – pregunto en voz muy baja pero con algún atisbo de esperanza. Lo último que recuerdo es a Pterseo llevándome a rastras del museo y meterme dentro del coche en brazos, mientras le gritaba y intentaba dar golpes para volver dentro.
Mi madre medita un poco la respuesta, pero sin mirarme responde: – No, cariño, no tenemos ninguna señal de él. –
Quiero sentir pena o tristeza pero lo único que percato es un profundo alivio. Es mejor estar separados, aunque me duela; no quiero que esté con un monstruo. Es mejor sufrir por estar alejados que llorar porque ha muerto.
– ¿Papá dónde está? – le pregunto sabiendo la respuesta y con las lágrimas a punto de volver.
– Ya lo sabes, Melanie. – Sí, ya lo sé; pero eso no significa que me sienta mejor.
Mi madre me da un beso en la frente y se levanta, dirigiéndose a la puerta; pero antes de salir me dice: – Prepárate lo antes posible, ya está casi todo listo.– y se va.
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Eterno Poder ©
FantasyMelanie, una joven de 17 años que esconde un oscuro secreto. Si lo descubren las personas equivocadas, la antigua leyenda griega resurgirá y nadie estará a salvo de su mirada. Durante este tiempo, Melanie descubrirá cosas que nunca ha conocido ni s...