Capítulo 2 : El elegido y los 8 dioses.

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Moctezuma al despertar, creyó que todo había sido un sueño, sin embargo, se dio cuenta que no había sido así, pues enfrente de él estaba una tela muy suave de color rojo, y sobre ella parecía como su hubiera distintos objetos, los cuales no podía apreciar muy bien, ya que estaban cubiertos por otra tela del mismo color.

Y aunque tenía tentación de saber que se escondía bajo aquella tela tan fina, decidió mejor esperar, fue así cuando se di cuenta que de los copales que estaban en las ofrendas de los dioses principales, el humo comenzó a juntarse y se centró justo en la ofrenda principal

- Toma la manta con tus manos y síguenos - exclamó una voz que ya se le hacía familiar, era Yohualtecuhtli quien le estaba hablando, y él así lo hizo, tomó con mucho cuidado la tela roja, sin embargo, se dio cuenta que había una pequeña tabla de madera, por lo que decidió levantarlo desde esta para evitar que se cayeran las cosas.

Él fue hasta la ofrenda principal y dejó las cosas en la mesa de piedra que había justo en el centro de la ofrenda.

Aquel humo que se había vuelto denso comenzó a tomar la forma de cada uno de los dioses, Huitzilopochtli estaba justo en el centro del altar, viendo a Moctezuma con suma curiosidad, a su derecha estaba Quetzalcóatl, y a su izquierda Tezcatlipoca.

Poco a poco los dioses iban tomando forma, quedando formados de la siguiente manera.

Al lado de Tezcatlipoca estaba Tlaloc, después Mixcóatl, y por último Coyolxauhqui, y aunque esta última no le hacía gracia estar bajo el mando de Huitzilopochtli, sabía que había perdido, y tenía que respetarlo.

Por otro lado, junto a Quetzalcóatl, está Coatlicue, y a su lado Mictlantecuhtli quien, por órdenes de su madre, había ascendido al mundo terrenal, solo por un tiempo limitado.

Todos estaban a la espera de que huitzilopochtli hablara, y aunque Moctezuma se sentía un poco intimidado por los dioses, esta vez no bajó la cabeza, si no, que comenzó a admirar uno por uno, aunque eran figuras de humo, estaban tan bien detalladas, que solo parecía como si los Dioses hubieran pasado a una escala de grises.

- Hermanos, estamos aquí para la ceremonia de Moctezuma Ilhuicamina, cada uno le otorgaremos un don, a cambio él esconderá nuestros artefactos más sagrados, así cuando la profecía sea cumplida, la cultura mexica podrá defenderse.

Moctezuma Ilhuicamina, juras proteger con tu vida estos regalos que les hemos brindado? Para que cuando el gran mal llegue a Tenochtitlan, puedan defenderse de los caras pálidas

- Lo juro - exclamó firme

- Jamás debes usar estos artefactos a menos que tu pueblo esté en peligro, estos artefactos en manos equivocadas pueden provocar el fin del mundo como lo conocemos, solo tu descendencia podrá usarlos, por eso es necesario que tu sigas en el poder, y tu descendencia igual -

- ¿Qué pasaría si alguien que no fuese de mi descendencia los usa? - preguntó Moctezuma con temor

- ¡NO ENTIENDES QUE ESO NO DEBE DE PASAR! - exclamó Mictlantecuhtli, debido a que no entendía la pregunta del guerrero

- Lo lamento, es solo que tenía curiosidad

- Lo entendemos, pero si nuestros artefactos caen en manos equivocadas, de personas que no pertenecen a tu linaje, estos pueden provocar que quien los porte no sepa diferenciar entre el bien y el mal, y puede provocar grandes tragedias.

Nuestras armas, escudos, flechas y joyas tienen un poder divino, el cual solo puede ser usado por hombres de corazones puros, aquellos que saben diferenciar entre la justicia y la injusticia, entre ser codiciosos y generosos, tu corazón es muy puro, tanto que la divinidad de los artefactos no te afecta, y tampoco les afectará a tus descendientes,

Sangre MexicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora