Una historia que se centra en la cultura prehispánica del México antiguo, la cultura mexica.
La historia de una princesa olvidada que conecto con los dioses de la cosmovisión mexica.🔮🐉
Y que escuchen,
Que todos escuchen
El canto
De mi amado,
De m...
― ¡Despierta! – Escuche decir, pero por más que intentaba abrir mis ojos no podía, lo único que veía era oscuridad.
― Agudiza tus sentidos pájaro de agua, el peligro está cerca – escuche susurrar a Tlaloc, a cada uno de los dioses los podía diferenciar por su forma de hablarme, y lo grave de su voz.
Decidí bloquear mis ojos, cerrándolos y centrando mis sentidos en el ambiente, escuché pájaros, el agua corriendo, al intentar mover mis manos sentí la tierra húmeda tocar mi piel.
― ¿Qué haremos con ella? – escuche a alguien preguntar
― Dejaremos que despierte y después le preguntaremos sobre el collar
― ¿Y si no contesta? -
― La llevaremos a la aldea y la presentaremos ante el gran jefe, en la hará hablar.
Intente no moverme para evitar que se dieran cuenta que ya estaba despierta, intente agudizar mi oído lo mejor que pude para poder escuchar lo que decían...
― ¿De verdad crees que la princesa haya capturado al gran Curicaveri atrapado en aquel collar?
― ¿Qué más si no? Tenemos que romper aquel collar para que el gran Curicaveri sea liberado y así mantener el equilibrio entre la luz y la oscuridad -
― ¿Y qué pasa si no lo hacemos Arhirani?
― La oscuridad se apoderará del mundo.
― ¿Por qué la princesa Atotoztli querría algo como eso? Sus tradiciones, su pueblo, han hecho sacrificios para mantener la paz, no comprendo porque lo haría.
― No lo sabemos, pero eso es lo que tenemos que averiguar.
Un ruido provoco que me mantuviera alerta, eran pisadas apenas perceptibles, pero las logre escuchar debido a que estaba acostada en la tierra y sentía todas las vibraciones de mi alrededor.
― Ya está despierta la princesita – logre escuchar cuando alguien de repente me jaló del cabello para levantarme.
― ¡Suéltame! – dije moviéndome con dolor
Alguien me quito la venda de los ojos y por fin pude observar quien es el que me tenía agarrada del cabello, un hombre alto, casi parecía un gigante, con facciones bruscas, muy poco agraciado y con una barba abundante en forma de candado.
― Princesa Atotoztli, finalmente despierta de su descanso, suéltala Atari - y el así lo hizo, yo caí de espaldas pegándome con un árbol que estaba detrás de mí, y con ayuda de este volví a pararme.
― No sé cuáles son sus intenciones, pero yo no soy quien ustedes creen – dije firme, me hice la desentendida para que ellos confesaran y así poder explicarles.
― ¿A no? ¿Entonces tú no eres quien capturo al gran Curicaveri?-
― ¿De qué está hablando? Yo no hice eso -
― ¡Mentira! ¡Lo tienes en tu cuello! – exclamó señalando el collar que poseía
― ¡Él es el gran Tonatiuh, señor del sol! – dije firme y con la cabeza en alto
― Y porque llevas a tu dios en tu cuello, debajo de tu cabeza, deberías tenerlo en el gran templo -
― Porque los Dioses así lo quisieron, prueba de que el señor del sol siempre estará para salvarnos de la oscuridad, dividiendo al cielo y la tierra.
― Siguen sin tener sentido las cosas, además que sabes tú de los Dioses, solo los tlatoanis pueden hablar con ellos.
― Se olvidan que mi padre me ha nombrado a mi Tlatoani sexta
― Creí que solo los hombres pueden volverse tlatoanis, no será tu esposo Su rem el que se ha vuelto tlatoani y tú quieres atribuirte ese mérito.
― Por supuesto que no, mi esposo también es gobernante, pero fue a mí a que nombraron Tlatoani, desátame ahora mismo, antes de que inicies una guerra imparable.
― No, hasta que ese amuleto sea destrozado – exclamó Arhirani e intento tomar con brusquedad el collar, pero nuevamente una fuerza mayor se lo impidió quemándole así la mano y dejándole en esta la imagen de Tonatiuh, este espantado al mirar la marca en su mano retrocedió con miedo, pues el entonces comenzó a observar un aura misteriosa que rodeaba a la princesa.
Era un aura oscura de color negro, pero con destellos dorados, conforme retrocedió el aura cada vez se expandía más, de repente tropezó y cayo de espaldas en la tierra, y miro aun con ojos extremadamente abiertos a Atotoztli, su sirviente se arrodillo para ver si estaba bien, pero no lo podía escuchar, solo veía aquel aura misterioso.
El sirviente enfurecido tomo a Atotoztli del cuello ahorcándola, pero en cuanto su mano rozo el trozo de piedra tallado, este salió expulsado igual que su compañero.
Atotoztli aprovecho la oportunidad para echar a correr, los nudos de sus pies no estaban hechos con tanta fuerza por lo que el nudo no tardo en deshacerse fácilmente, mientras corría intento deshacer el nudo en sus muñecas con la boca, muchos la intentaron atrapar pero no lo lograron, recordó que en su cintura llevaba colgados las garras de oro, por lo que en cuento tuvo sus manos liberadas se detuvo unos segundos para poder ponérselas y con agilidad se subió a uno de los árboles y fue brincando de rama en rama, quería volver a su pueblo, pero si lo hacía podría haber más guerras, así que decidió desviarlos, bajo a tierra firme y entre la maleza observo como un grupo de hombres la buscaban, ella grito y alzo las manos para llamar su atención y después comenzó a correr velozmente, finalmente cuando ya llevaba un gran tramo de distancia se subió a la copa de un árbol y espero a que aquel grupo se dispersara, subiendo a la copa de ese mismo árbol se dio cuenta que estaba bastante lejos para volver a casa por aquel día, decidió con dificultad seguir escondida entre las copas de los árboles, mientras los hombres se dispersaban, sentándose en una rama decidió mirar el collar que poseía, el gran Dios Tonatiuh gravado en aquella piedra que había mandado a hacer con un gran artesano, se quedó un rato pensando en que podría hacer cuando volviera a casa, esconder el collar no era una opción, ella debía traer consigo al menos una de las 5 piezas que componían aquel calendario antiguo.
Suspiro con alivio cuando se dio cuenta que los Dioses nuevamente habían cumplido con su palabra, las piezas solo podrían ser juntadas por uno de sus descendientes, y solo yo puedo decidir quién de mis sucesores será digno cuando considere que esté listo para saber todo esto.
Cuando cayó la noche decidí moverme sigilosamente de aquel árbol para conseguir comida, gracias a las garras podía sujetarme con firmeza y me daba más seguridad al momento de brincar de un árbol a otro, con suerte caminando hacia el noroeste encontré varios árboles frutales, sin embargo, cuando intente tomar uno, resbale y caí con brusquedad, mi cuerpo dolía y sentía que tal vez había llegado mi final.
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