6: Surem Semeel.

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Todo Tenochtitlan se había reunido para celebrar que la princesa Atotoztli había culminado su preparación como princesa y futura reina, siendo instruida, no como mujer, si no como gobernante, y, por lo tanto, ya podía contraer matrimonio con algún joven de la clase alta.

Ella no había aun encontrado un joven que le llamase la atención, por ello pidió que se invitase a todo hombre soltero de Tenochtitlan sin importar si eran de clase baja o alta, todos iban vestidos lo mas formal posible y era difícil saber quiénes pertenecían a que clase, pues sus ropajes no hacían distinción alguna. 

Atotoztli salió del templo con un hermoso vestido de las más finas telas, de color azul claro, con bordados en el cuello y en la parte baja, tenía un jaguar bordado, como símbolo, que ella una guerrera jaguar, su cabello estaba suelto, y encima llevaba un penacho con plumas de Quetzal, también llevaba ostentosos adornos de oro que contrastaban a la perfección con su piel canela.

Una franja delgada de color amarillo cubría sus mejillas, y debajo de esta, la acompañaba una franja de color negro, y en su cuello, tenía impregnado el símbolo del jaguar con pintura de color azul.

Junto a sus padres y hermanos observaban las distintas danzas que se hacían en su honor, pidiéndole a los dioses que Atotoztli encontrara un buen marido para casarse y poder tener descendencia, ella sumamente aburrida daba las gracias de una forma serena, cuando le ofrecían distintos regalos.

- ¿Padre, puedo ir a pasear?

-Claro hija, ve tranquila - exclamo Moctezuma, él quiso que su hija eligiera a su marido, en vez de que él se lo impusiera, siempre ha querido que sus hijos elijan con quien pasarían el resto de sus vidas, como el eligió a su mujer.

Atotoztli se levantó, y decidió caminar entre la gente, observando las personas, la gente, como todos jugaba y se divertían.

Ella con sutileza se acercó hacia una parte del lago, cual niña pequeña jugaba con los peces en el agua, un joven que igualmente iba pasando por aquel lugar, en un descuido no se fijó que la mujer estaba ahí y tropezó sin querer con ella, haciendo que ambos cayeran al lago.

El agua borro parcialmente la pintura que ella llevaba en su rostro, en cuanto sus miradas se cruzaron, pareciera como si el dios Xochipilli los hubiese juntado, con un solo propósito, el enamorarlos.

-!Perdóname, déjame ayudarte. exclamo el joven, mientras le tendía la mano a Atotoztli, parece ser que no la había reconocido con el maquillaje corrido.

- Discúlpame a mí, es solo que me atrae el agua. - ella le dio su mano, y le dejo ayudarla, ambos se quedaron a las orillas, en la espera de secarse, pero con los pies en el agua.

-Me llamo Surem Semeel - exclamo el joven.

- Atotoztli, un gusto.- exclamo sonriendo

- ¿Cómo la princesa? - pregunto un poco extrañado, pues el nombre era poco común.

- Así es- respondió sin querer dar más detalles

- Es un nombre muy hermoso.

- Gracias – exclamo ella sonriendo.

- ¿Te gustaría ir a bailar? – preguntó el joven

- Me encantaría-

Ambos se levantaron, ella con delicadeza, escondió sus adornos ostentosos en un pequeño arbusto que había cerca.

El la llevó hacia la hoguera y comenzaron a bailar muy animadamente, el pueblo los miraba asombrados, pero ninguno se inmuto ante lo que decía la gente, estaban tan concentrados en su mundo, que se olvidaron de los demás.

Sangre MexicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora