Capítulo veinte y uno: Primer Beso

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—Suéltame—mis gritos eran ahogados por su mano. Era mi fin, moriré virgen—.

Me suelta y yo quedo pegada a la pared. No me llevó lejos, seguimos en el terreno de mi casa. ¿Va a robarme, violarme o inyectarme algún líquido con el que encogeré y tendré que vivir mi niñez de nuevo?

Por la oscuridad de la calle no noté la persona que era. No traía pasamontañas ni nada parecido así que ahora a la luz de una farola pude ver claramente de quien se trataba.

—¿Félix, eres tú?

Lo examino de pies a cabeza para comprobar que mis ojos no me estuvieran engañando, era realmente él.

Antes de que que me dejara objetar algo su mano acuna mi mejilla provocando que mis piernas tiemblen, y con su dedo pulgar busca mis labios. Intuyo lo que viene después pero aún así no lo aparto, dejo que las cosas sigan su rumbo.

La distancia entre nosotros se hace más corta, a tal punto de poder sentir su respiración irregular. Sé que este no será el beso perfecto, tal vez sea su primer beso y eso me resulta tierno. Como sé que demorará en encontrar mis labios me anticipo a dar el primer paso.

Me paro en puntillas ya que el es considerablemente más alto que yo, coloco ambas manos en sus hombros y pasa, nuestros labios se juntan en un beso. Noto lo tenso que se encuentra y el seguramente se dio cuenta de mi confusión pero eso no me impide seguir. Ya llegué hasta aquí ¿qué más puedo perder?. Comienzo a mover mi boca, el hace lo mismo torpemente y así seguimos hasta que nos separamos para tomar aire.

—Yo…

No pude terminar la frase, Félix salió corriendo—es solo una manera de decir—. Camina lo más rápido que puede y de las sombras veo como sale esa mujer que estaba en su cuarto, seguro vinieron juntos. Ambos suben a un coche y me dejan inmóvil con miles de preguntas en mi mente.

¿Por qué vino a buscarme?

¿Por qué no lo aparté? Pudieron haberse invertido los papeles y ser yo quien huyera de la escena del crimen.

¿Por qué demonios no lo seguí si se iba literal, a cámara lenta?
Me sentía perdida en este momento. ¿Fue real o mi subconsciente me engaña? ¿En serio Félix acaba de besarme? ¿Cómo pasamos a esto? Eran demasiadas preguntas a las que no habían respuestas, o mejor dicho, yo no tenía esas respuestas.

Mecánicamente entré a mi casa. Mi cerebro estaba a punto de estallar y al pensar en el regaño de mi madre más ganas me daban de que estallase.

Miré la hora en mi reloj, siete de la noche. Excedí por mucho mi hora de llegada .

—Mar, ¿eres tú?—oigo su voz desde la cocina—.

—No, soy un ladrón y esto es un asalto—digo con sarcasmo—¿Acaso vive alguien más en esta casa?.

—Me tenías muy preocupada—se abalanza a mi dándome un abrazo. Ok, eso no lo esperé—.

Le correspondí el abrazo, el día no dejaba de sorprenderme.

En ese momento me di cuenta de lo lejos que la sentía, hace tiempo que no compartíamos un momento como este. Lo necesitaba, necesitaba sentir su cariño. Mágicamente Félix salió aunque sea por un corto espacio de mi mente.

Tras unos minutos en los que ninguna de las dos dijo nada, nos sepramos y ví algo que hace mucho no veía; a mi madre llorar.

—Estaba muy preocupada por ti—confesó acariciando mi pelo—Temí que hubieras tenido un accidente, nunca has sido la mejor en dos ruedas—reí con eso último—.

A crane for you ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora