Capítulo treinta y dos: Realidad

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Asesino...¿Escuché bien? ¿Esas fueron las palabras qué salieron de la boca del pelirrojo?

La tensión se notaba en el aire, eso seguro. Por un lado tenía a Izan mirando con repugnancia a Félix, y por el otro a Félix mirando a cualquier parte con un signo de interrogación en la cara y frunciendo levemente el ceño.

No entiendo nada.

Como de costumbre.

Félix

Asesino...no era la primera vez que me llamaban así, lo digo porque muchas veces veía al espejo y era lo único que salía de mis labios al ver mi imagen, claro, antes de quedarme ciego.

Sí que me resultó raro escucharlo de alguien más que no fuera yo, por lo que me dió curiosidad el saber en que se basaba para decirme eso, la misma que tenía por saber quien era esa otra persona en la habitación. Por el tono de voz puedo asegurar que es un chico, lo demás, ni puta idea. Sólo me queda esperar.

Esperé lo que pareció ser un minuto y nadie dijo nada, al parecer Mar también se quedó confundida con aquella afirmación, veo que me toca hablar a mi, que fastidio gastar saliba.

—Perdona, ¿cómo me llamaste?—me hice el desentendido—.

—Asesino—repitió—.

—Izan, ¿por qué dices eso?—inquirió la armoniosa voz de Mar esta vez, espera...¿Izan?—.

Mar

Esto ya comenzaba a no ser divertido, si es que en algún momento lo fue. Recuero el mensaje que me envió al terminar la fiesta.

No es tan bueno como crees.

Y ahora no deja de repetir: asesino, pero no, Félix es...él, no puede ser un asesino, sí que tiene sus ataques de ira a veces pero absolutamente, definitivamente, NO, son solo las incoherencias de un borracho, eso es todo.

Izan, a mi lado comenzó a caminar en círculos por la habitación, nervioso, inquieto, podría decirse que entrando en la desesperación.

Izan

Esto no me puede estar pasando, no después de todas esas sesiones con el psicólogo, que desperdicio de tardes en las que pude estar, no sé, fumándome un porro.

—No tiene caso hacerme el tonto ahora—hablé decidido a soltar de una vez esta mierda. Recibí la atención por parte de los dos, sentía la mirada de Mar tan intensa a unos cuantos metros de distancia y a pesar de que el otro no pudiese verme no ameguaba nada la tensión—.

Caminé relajadamente hasta quedar yo y Félix frente a frente. Tomé una gran bocanada de aire, ¿preparado?—¿Recuerdas hace ocho años...?

—¡Para!—grita sin dejarme terminar la frase. Ya lo ha entendido, lo sé por su mirada, la cual me grita: por favor, calla—.

Patético.

—¿No quieres qué lo diga en voz alta?—pregunto alzando una ceja, a lo que el niega exageradamente con la cabeza—.

—Ja, alguien no quiere ser descubierto—digo con diversión—.

Algunos me creerán un desalmado por lo que haré a continuación pero culpen al alcohol, el me hace decir más estupideces que de costumbre.

—¿Qué dijiste?—coloqué mi mano en mi oído—No te escucho.

Presiona sus labios—Cállate—dice entre dientes—.

A crane for you ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora