Capítulo 6

16 1 0
                                    

Sale de la ducha y se pone la ropa que le había dejado Aarón sobre el retrete. Todo le va grande, cosa que era de esperar.

Se para frente al plan espejo empañado y ve su silueta distorsionada. Con la mano limpia un poco a la altura de la cara. Al ver su reflejo da un paso atrás y se tapa la boca con una mano.

Lo que la espanta. Su cara está pálida y se le marca mucho la mandíbula. Sus ojos están más pequeños de lo habitual y han perdido su brillo característico. Estos tienen debajo unas pequeñas bolsas violáceas. Tiene una pequeña herida en el pómulo derecho que no recuerda cuándo se la hizo. No es muy profunda.

Se acerca de nuevo al espejo y pasa la mano para limpiar el espejo hasta qué logra verse parte de la camiseta. Mueve el cuello de esta y ve sus clavículas. Se le notan muchísimo.

Era consciente de que había perdido peso en esas semanas, pero no tanto.

Vuelve su vista a su rostro. Ahora tiene los ojos rojos, aguados. Respira profundamente y se lava la cara con agua fría. Abre la puerta y camina descalza sobre el frío suelo de parqué. Avanza por el pequeño pasillo del apartamento hasta llegar a la puerta de la cocina.

Se encuentra con su amigo colocando todo lo que traía en las bolsas en su sitio. El joven nota su presencia y, nada más verla, se acerca a ella.

— ¿Mejor?— la chica asiente—. Me alegro— le da un beso en la frente y se le queda mirando fijamente—. ¿Qué te pasó? ¿Por qué estabas sentada al lado de la puerta? Te he llamado cientos de veces desde que terminaron las clases pero siempre me saltaba el buzón de voz.

Ambos se sientan en los taburetes de la barra de la cocina. La chica juega con sus uñas mientras tiene la mirada fija en el suelo.

— Vero, si no quieres decírmelo ahora no pasa nada— le pone las manos sobre sus hombros, la chica le da una pequeña sonrisa de boca cerrada.

— No es que no quiera, es que no sé cómo decirlo.

— Suéltalo directo y luego vas explicando poco a poco lo sucedido.

— Vale... Esto... Hace unas semanas estaba caminando hacia el supermercado cuando una furgoneta se paró a mi lado y unos hombres se bajaron de esta. Me arrastraron a la fuerza hasta el interior, me dieron un golpe en la cabeza y desperté en una habitación desconocida con un fuerte dolor en la cabeza. Estuve ahí por cinco semanas. Encerrada en esa habitación. Solo podía salir para ir al baño, pero siempre iba acompañada por dos guardias. Estuve días ideando un plan para salir hasta que hoy me decidí a ejecutarlo. Entré en el conducto de ventilación y salí de allí. Corrí como Forrest Gump. Pasé cientos de edificios, por calles y callejones desconocidos, hasta que reconocí este edificio. Gregorio me dijo que habías salido pero que no tardarías mucho. Fue quien me abrió la puerta de abajo. El resto ya lo viste.

Se levanta para servirse un vaso de agua mientras el chico la sigue con la mirada intentando procesar toda la información.

— Pe... pero yo vi a tu madre hace unos días. Le pregunté por ti y me dijo que ibas a estar en Italia con tus tíos durante todo el mes de julio— a Verónica casi se le cae el vaso de cristal al suelo.

— ¿Cómo...? ¿Que yo me había ido a Italia?— susurra la chica.

Se debate si decirle todo lo que vio en aquella habitación y lo que escuchó en el conducto o guardarlo para otro momento.

Sin razón alguna, le llega a la mente un recuerdo de cuando estaba en segundo de la ESO.

A los pocos meses de empezar el curso, unos compañeros de Verónica empezaron a hacerle comentarios despectivos sobre su aspecto físico. Lo dejó pasar porque pensaba que con el tiempo se les pasaría y dejarían de molestarla, pero eso no sucedió.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora